— Deku, ven.
Inmediatamente el pecoso corrió hasta el rubio y se sentó en sus piernas, Bakugo acarició suavemente la cintura de su pareja y pudo sentir como el cuerpo lleno de cicatrices tembló ante su tacto.
— ¿Pasa algo, Kacchan?
— No, nada en especial — la oreja de Katsuki se pegó al pecho de Izuku y comenzó a escuchar las palpitaciones del peliverde. — He leído un poco de poesía.
La risa de Izuku se escuchó por toda la sala y trató de contener su risa pero le era imposible, tal declaración le había hecho mucha gracia.
— ¿De qué te ríes idiota? — Katsuki lo miró con enojo y lo acostó en el sofá mientras se metía entre las piernas de Midoriya. — Es verdad.
El oji verde paró de reír al darse cuenta en la posición en la que estaban, miró a los ojos al cenizo y sus mejillas se colorearon de rosa.
— Si escuchas un verso, te dejaré ir.
Los brazos del rubio estaban a los costados de la cabeza de Deku, inconscientemente las piernas del peliverde envolvieron la cintura de su novio mientras este sonreía con burla.
Bakugo se acercó a la oreja de Midoriya y sopló un poco, sintiendo como el cuerpo del pecoso temblaba.
— ¿Tu trasero es un iceberg... Nerd?
La voz de Katsuki estaba ronca e Izuku lo abrazó por el cuello, acariciando su formada espalda. El calor comenzaba a subir a sus cuerpos y el oji esmeralda comenzaba a suspirar.
— N-no...
— ¿No? — Izuku escuchó reír a Bakugo y se mordió el labio, — Entonces, ¿por qué quiero hundir mi Titanic en él?
Bakugo se levantó del sofá riéndose, dejando a Midoriya con las piernas abiertas, con un sonrojo y con un bochorno en su cuerpo.