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«Campeón de Hogwarts.»
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Cassie había desistido totalmente de la invitación de Ron y Hermione para ir a la cabaña de Hagrid, la joven Black se encontraba lo bastante triste como para salir de la Sala Común. El aniversario de la muerte de su madre, Rose, se acercaba con rapidez y Cassie no hallaba la forma de encontrarse bien. Si bien no tiene muchos recuerdos de ella, su tío Edward se había encargado de revivir la memoria de su hermana cada día de su vida, en la mansión Mansour se encontraba un pensadero y Edward tenía mucho recuerdos con Rose en él; desde que era una pequeña niña, hasta que se casó con Sirius Black. Su tío Edward fue el mejor tío para Cassie, a pesar de los errores del adulto, su sobrina supo perdonarlo y comprender el por qué de sus actos. La adolescente no podía evitar pensar en la canción Mother, de John Lennon. Su madre murió cuando ella sólo era un bebé y su padre fue injustamente encarcelado, pasó la mitad de su vida creyendo que padre la había abandonado cuando no fue así. Lágrimas no tardaron en salir, se encontraba mirando fijamente el lado negro e irónicamente, se encontraba en el árbol donde su madre le había pedido noviazgo a su padre. Según las historias que contaba su tío Remus y su padre, ese árbol tenía un gran significado para todos ellos, en aquel viejo tronco de madera se encontraban los nombres de sus padrinos, sus padres, el de Remus y la rata traidora. Cassie no pudo evitar pensar si alguna vez tendría una amistad tan sincera y pura como la de aquella generación, se preguntaba una y mil veces si algún día su nombre y el de sus amigos estarían tallados en el tronco de madera. Con pesar, se dirigió hacia el Gran Comedor, donde notó que aún habían alumnos mirando con admiración el cáliz.
– Espero que salga Angelina –dijo Fred mientras tomaba asiento junto a Cassie y el trío de oro.
– ¡Yo también! –exclamó Hermione– ¡Bueno, pronto lo sabremos!
– Mientras no sea señor busca problemas... –Black miró con "disimulo" a Harry.
El azabache rodó los ojos con molestia.
Por fin, los platos de oro volvieron a su original estado inmaculado. Se produjo cierto alboroto en el salón, que se cortó casi instantáneamente cuando Dumbledore se puso en pie. Junto a él, el profesor Karkarov y Madame Maxime parecían tan tensos y expectantes como los demás. Ludo Bagman sonreía y guiñaba el ojo a varios estudiantes. El señor Crouch, en cambio, no parecía nada interesado, sino más bien aburrido.
–Bien, el cáliz está casi preparado para tomar una decisión –anunció Dumbledore–. Según me parece, falta tan sólo un minuto. Cuando pronuncie el nombre de un campeón, le ruego que venga a esta parte del Gran Comedor, pase por la mesa de los profesores y entre en la sala de al lado –indicó la puerta que había detrás de su mesa–, donde recibirá las primeras instrucciones.
