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«Una noche juntos»
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El día del castigo llegó, Harry y Cassie fueron hasta la oficina de la profesora Umbridge. El color rosa predominaba junto a cuadros de gatitos en las paredes.
—Buenas tardes, señor Potter y señorita Black.
—Buenas tardes, profesora Umbridge —repusieron con frialdad.
—Siéntense, por favor —dijo la profesora señalando una mesita cubierta con un mantel de encaje a la que había acercado una silla. Sobre la mesa había dos trozos de pergamino en blanco.
Harry creyó ilusamente que la profesora Umbridge le daría una solución para que pudiera jugar Quidditch. Propuesta que fue renegada por la mujer.
—Bueno —continuó la profesora Umbridge con dulzura—, veo que ya estamos aprendiendo a controlar nuestro genio, ¿verdad? Y ahora quiero que copien un poco. No, con sus plumas no —añadió cuando los adolescentes se agacharon para abrir su mochila—. Copiarán con unas plumas especiales que tengo yo. Tomen –Les entregó una larga, delgada y negra pluma con la plumilla extraordinariamente afilada– Señor Potter, usted deberá escribir no debo decir mentiras, mientras que usted, señorita Black, quiero que escriba no debo faltarle el respeto a mis superiores.
—¿Cuántas veces? —preguntó Harry fingiendo educación lo mejor que pudo.
—Ah, no sé, las veces que haga falta para que se le grabe el mensaje —contestó la profesora Umbridge con ternura—. Ya puede empezar.
Ella fue hacia su mesa, se sentó y se encorvó sobre un montón de hojas de pergamino que parecían trabajos para corregir.
—¿Cómo espera que escribamos, si no nos ha dado tinta? –espetó Cassie.
—Ya, es que no la necesita —contestó la profesora, y algo parecido a la risa se insinuó en su voz.
Las palabras comenzaron a brotar en el dorso de la mano de Cassiopeia. Al contrario de Harry, decidió seguir escribiendo y no ver la expresión de satisfacción en Umbridge. Al cabo de unas tres repeticiones, decidió que fingiría escribir.
—Vengan aquí —les ordenó la profesora Umbridge. Ambos adolescentes se levantaron.– La mano —pidió la profesora Umbridge.
