xlviii. fiesta de slughorn

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«fiesta de slughorn»

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Una vez más la nieve formaba remolinos tras las heladas ventanas; se acercaba la Navidad. Como todos los años y sin ayuda alguna, Hagrid ya había llevado los doce árboles navideños al Gran Comedor; había guirnaldas de acebo y espumillones enroscados en los pasamanos de las escaleras; dentro de los cascos de las armaduras ardían velas perennes, y del techo de los pasillos colgaban a intervalos regulares grandes ramos de muérdago.

El grupo de amigos se desmoronaba, Ron y Hermione no se hablaban, y ponían a Cassie y Harry en una situación incómoda.

—No tiene derecho a quejarse, porque ella se besaba con Krum —le dijo a Harry y Cassie —. Y ahora se ha enterado de que alguien quiere besarse conmigo. Pues mira, éste es un país libre. Yo no he hecho nada malo.

Harry fingía leer su libro y Cassie miraba las puntas de su cabello distraídamente.

—Yo nunca le prometí nada a Hermione —farfulló Ron— sí, iba a ir con ella a la fiesta de Navidad de Slughorn, pero nunca me dijo... Sólo como amigos... Yo no he firmado nada...

Hermione tenía la agenda tan llena que la pareja sólo podía hablar con calma con ella por la noche, aunque, en cualquier caso, Ron estaba enroscado alrededor de Lavender y ni se fijaba en lo que hacía su amigo. Hermione se negaba a sentarse en la sala común si Ron estaba allí, de modo que Cassie y Harry se reunían con ella en la biblioteca, y eso significaba que tenían que hablar en voz baja.

—Tiene total libertad para besarse con quien quiera —afirmó Hermione mientras la bibliotecaria, la señora Pince, se paseaba entre las estanterías—. Me importa un bledo, de verdad... ¿qué traes, Driz? –señaló el libro que Cassie releía una y otra vez.

–Estoy leyendo... Oh, no me miren así, puedo tomar un libro por cuenta propian, ¿sabían? –enarcó una ceja, acusándolos con la mirada.– Ya vuelvo, no me extrañen. Ciao.

Cassie entró a la sala de menesteres, donde se suponía que Draco estaba.

–¡Encontré el libro, Draco! –exclamó con felicidad, llamando la atención del rubio.– ¿Has vuelto a intentarlo?

–Drizella, ya soy todo un asesino de manzanas –respondió con un tono de voz seco, tomó el libro que Cassie le entregó– ¿Se supone que esto servirá?

–Eso creo –se encogió de hombros.

–¿Eso crees? Cassiopeia, no tengo tiempo, ¿comprendes eso? No puedo darme el lujo de confiar en lo que crees –Cassie puso los ojos en blanco y le arrebató el libro.

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora