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«katie bell»
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–Harry, ¿podemos hablar? –le preguntó Cassie sentándose junto a él. La sala común estaba desolada, pues todos se encontraban durmiendo.
–Sí, claro. ¿Qué ocurre?
–Magnus me besó –sinceró. Harry no cambió su expresión, sólo asintió lentamente.
–¿Están saliendo?
–No. En realidad, no sentí nada –susurró– Siento mucho mi comportamiento, en verdad –lo miró– Sólo es que, ha sido demasiado para mí, ¿sabes? He perdido a muchas personas a lo largo de mi vida, y no quiero perderte a ti también. No sé cómo, ni en qué momento ocurrió, pero pasó: te volviste una persona importante para mí, Potter... No quiero perderte. Pero tampoco sé si puedo retenerte a mi lado cuando hay millones de chicas muchísimo mejores que yo... Merlín, nunca creí que diría eso.
–Cassie, escucha. Esas chicas no estuvieron conmigo cuando el Ministerio me tachó de mentiroso y el profeta de demente... Ninguna de ellas me creyó cuando fui nombrado campeón de Hogwarts. Y nadie, absolutamente nadie, me ha hecho sentir en las nubes estando en la tierra –acarició con cariño el cabello de Cassie.– Estaré para ti como tú has estado para mí. Es una promesa.
–¿Aunque aún conserve la saliva de Magnus en mí?
–Aún conservaba la de Cho cuando nos besamos –Cassie puso cara de horror.
–Sí, debí lavar tu boca con desinfectante –sonrieron a la misma vez y en fracción de segundo, estamparon sus labios contra los del otro.
Esa semana tendrían la primera excursión a Hogsmeade. Un día antes, Cassie se separó del trío y siguió a Draco, no sería difícil, ya que anteriormente compartieron clase. La castaña siguió con sigilo a Draco, aunque ya tenía una idea de hacia dónde iría.
La puerta se materializará frente al rubio platinado y este entró. Cassie demoró en entrar, pues algo dentro de ella temía por lo que Draco le diría.
La sala de menesteres lucía distinta. Draco jalaba de su cabello con frustración, frente a un viejo y desgastado armario.
–¿Qué haces aquí? -escupió mirando a Cassie, la chica no se dejó intimidar y se acercó a él.
