𝐄𝐩𝐢𝐥𝐨𝐠𝐮𝐞

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Epilogue

Epilogue

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En el año 2004, Harry y Cassie se convirtieron en padres nuevamente, de un niño de cabellos azabaches y ojos marrones; Cassie se preguntó si es que acaso, su hijo menor, había heredado la maldición Mansour. Hades y Apolo eran polos opuestos, el menor era un merodeador más, su personalidad parecía sacada de James y Sirius, mientras que Apolo era pacífico y podía pasar toda su tarde leyendo. A Sirius le recordaba mucho a su difunta Rose. Andrew y Apolo eran muy cercanos, el pequeño pelirrojo era el más parecido a su madre en cuanto a personalidad, y James se daba cuenta de ello; de sus tres hijos, Andrew era en quien veía más reflejada a su fosforito.

En el año 2005, llegó a sus vidas la pequeña Atenea Elizabeth; la única hija en el matrimonio Potter Black. Sus padrinos eran Luna y Draco, este último no se encontraba completamente feliz al principio, hasta que la conoció; era una pequeña niña con cabellos rubios y ojos verdes, Draco quedó fascinado con la pequeña y desde entonces, no hace más que mimarla y malcriarla. Hermione y Ron eran los padrinos del pequeño Apolo, ambos adoraban a su ahijado como uno más de sus hijos, mientras que los padrinos de Hades eran Remus Lupin y Eric Saucet, así como Harry y Cassie lo eran de su único hijo, Magnus II.

Era una fría noche de invierno, los tres pequeños yacían en sus camas y Cassie se encontraba sentada en la terraza del balcón de su habitación. ¿Cómo es que su vida había cambiado tanto? De un día para otro, ya no era la hija revoltosa  de un prófugo en Azkaban, ahora era hija de unos de los héroes de la primera guerra mágica. De la noche a la mañana, Harry ya no era un niño que dormía bajo la escalera de la casa de sus tíos, era el hombre que venció a Voldemort y salvó al mundo. De lo que estaba segura, era que su historia quedaría por años en boca de los magos y brujas del mundo.

Pero extrañaba, Cassie extrañaba a quienes se sacrificaron en nombre del bien. Cassie extraña a su tío Edward, quien fue su primera imagen paterna y que perdió a los 15 años. A Rose, con quien no compartía recuerdos, pero sí sentimientos, también extrañaba a Magnus; su mejor amigo, quien le hizo una promesa que no pudo cumplir. Y lamentaba que Andrew no pudiera compartir más tiempo con su madre, Jane, quien era una  mujer valiente y maravillosa. 

La mujer miró al cielo y notó que la constelación Régulo era la más brillante aquella noche y sintió que su tío la acompañaba en su soledad.

El amor hizo que Cassie cambiara de opinión respecto a formar una familia. Cuando tuvo 15 años creía estar segura y preparada para formar una, pero no era así. Cassiopeia ahora comprendía lo difícil que era la crianza de un niño, y ella era madre de tres. Pero en aquel momento de tristeza, no lo veía así; lo había perdido todo y en esos momentos sólo le quedaba por aferrarse a un hijo que no existía ya.

El amor fue el causante de la vida que hoy llevaba Cassiopeia Potter, el amor que sentía por el niño que vivió y a quien podía admirar cada mañana. Harry era la razón por la que Cassie se levantaba cada mañana, hasta que nacieron sus hijos; tres de las cuatro razones de vivir de Cassie.

–Ivy... –era Harry, después de años de matrimonio, aún era su Ivy– ¿Estás bien?

Cassie le sonrió a su esposo y este le devolvió la sonrisa, tomó asiento al lado de la mujer y pasó un brazo por sus hombros.

–¿Sabes qué constelación es esa? –preguntó la mujer apuntando a las estrellas.

–Es la constelación Regulus –acertó, sorprendiéndola.

–¿Cómo...?

–¿Cómo lo sé? –tomó el mentón de su esposa y la miró a los ojos– Ivy, me enseñaste cada una de las constelaciones en Hogwarts. Aún lo recuerdo.

–No tenías de otra –el azabache rió, a pesar de los años, Cassie aún mantenía su humor.

Estoy enamorado.

La mujer le sonrió y lo besó, él le correspondió el beso con un sentimiento de nervios en su estómago; Harry aún sentía los mismos nervios que hace casi diez años atrás.

Harry Potter amaba a Cassiopeia, amaba la manera en que peinaba su cabello por la noche, amaba la manera que reía cuando estaba nerviosa o los chistes que decía en situaciones incómodas. Amaba verla jugar con sus hijos, amaba la felicidad con la que llenaba el hogar. Cassiopeia era el amor de la vida de Harry y podía jurar que no había amor más puro que el que ellos dos compartían. Cuando era pequeño, el azabache soñaba con formar una familia y rodearla de felicidad y buenos momentos; hoy, Harry podía decir que su familia era parte de sus logros.

–¿Recuerdas lo que me dijiste cuando nos casamos? Somos eternos –dijo Harry, Cassie lo miró confuso– ¿Aún lo crees?

– Cada mañana, Harry, cuando te veo a mi lado y te entrego tus anteojos –le sonrió la castaña.– Cada noche, que beso tus mejillas antes de besar tus labios... ¿Quién diría que con tu miopía lograrías enamorarme tanto?

–Es el encanto de los anteojos –rieron.

–Es el encanto de los anteojos –rieron

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Este es el fin, pequeñas personitas:(

No tengo la suficiente aspiración para seguir con la historia y prefiero terminarla aquí. Les agradezco desde lo más profundo de mi corazón todo el apoyo que le han brindado a mis historias y sobretodo a esta, que sin duda ha sido mi favorita. Gracias🧡

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora