lv. el sepulcro blanco

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«el sepulcro blanco»

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Se suspendieron las clases y se aplazaron los exámenes. En los dos días siguientes, algunos padres se llevaron a sus hijos de Hogwarts; las gemelas Patil se marcharon la mañana después de la muerte de Dumbledore, antes del desayuno, y a Zacharias Smith fue a recogerlo su altanero padre. Seamus Finnigan, en cambio, se negó rotundamente a acompañar a su madre a casa; discutieron a gritos en el
vestíbulo, y al final ella permitió que su hijo se quedara hasta después del funeral.

Los estudiantes más jóvenes se emocionaron mucho cuando vieron por primera vez un carruaje azul pálido, del tamaño de una casa y tirado por una docena de enormes caballos alados de crin y cola blancas, que llegó volando a última hora de la tarde —el día antes del funeral— y aterrizó en el borde del Bosque Prohibido.

Entretanto, iban acomodando en el castillo a una delegación de funcionarios del ministerio, entre ellos el ministro de Magia en persona.

A Neville ya le habían dado el alta, pero Bill seguía bajo los cuidados de la señora Pomfrey. Tenía unas cicatrices horribles; de hecho, se parecía mucho a Ojoloco Moody, aunque por fortuna conservaba tanto los ojos como las piernas; pero su carácter no había cambiado. La principal diferencia es que enseguida desarrolló una gran afición a los filetes de carne poco hechos.

«Es una suegte que se case conmigo —había dicho Fleur alegremente mientras le arreglaba las almohadas a Bill—, pogque los bguitánicos cocinan demasiado la cagne, siempgue lo he afigmado.»

Al día siguiente, Cassie se levantó temprano para preparar el equipaje, puesto que el expreso de Hogwarts partiría una hora después del funeral. En el Gran Comedor se respiraba una atmósfera de profunda melancolía. Todos llevaban sus túnicas de gala, pero nadie parecía tener hambre. La profesora McGonagall había dejado vacía la silla del centro de la mesa del profesorado, más grande que las demás. La silla de Hagrid también estaba vacía.

En la mesa de Slytherin, Crabbe y Goyle cuchicheaban con las cabezas muy juntas. Y aunque ambos eran fornidos, parecían indefensos sin la alta y pálida figura de Malfoy a su lado, dándoles órdenes.

Cassiopeia había estado evitando las preguntas sobre Draco, si alguien llegaba a saber que lo ayudaba, dejarían de confiar en ella. Cassie sabía lo que Dumbledore significaba para Harry, y creía que no era correcto contarle la verdad, por ahora.

—Ha llegado el momento —anunció la profesora—. Por favor, sigan a sus jefes de casa a los jardines. Los alumnos de Gryffindor, esperen a que salga yo.

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora