OCHO

85 3 0
                                    

Extrañaba las conversaciones meramente existenciales, y Andrés era una verdadera ventana a lo existencialista, filosófico y con un humor agudísimo y sarcástico a ratos como también el toque del sin sentido adolescente.

Con el los minutos vuelan y las horas corren maratones sin descansar. Entre las conversaciones, conocí casi por completo al misterioso chico del polerón. Andrés tiene 21, es un año mayor que yo y vivió cerca de un año en la niebla, y esta como prófugo de la ley desde hace 5 en Sub Terra. Fue rescatado por el profesor de Danny antes de que llegara Bernard, aunque la llegada de una persona de afuera era ilegal hasta cierto punto más sanitario que por otro motivo, pero al ser rescatado por el mismísimo Presidente y jefe de investigaciones bioquímicas (CIB) todo estuvo correcto. Pero, por desgracia ese mismo año, llegó Bernard al poder y Andrés fue perseguido por los militares del naciente régimen. Por suerte, varios miembros de la oposición le ayudaron a que su identidad y su presencia fuesen inexistentes y así llegó hasta aquí. Mientras hablábamos, llegamos hasta el punto débil de la mayoría, que es hablar de la vida antes de la catástrofe, fue donde noté algo muy extraño, Andrés se había mostrado muy abierto pero al hablar de eso se negó a decir algo de aquello.

—Digamos que no es mi gran orgullo de donde venía en mi vida pasada.

Luego de hablar mucho rato, le acompañé al mercado negro a comprar un par de cosas. Me negué en un comienzo porque Danny me vendría a buscar en cualquier momento, eran las 2 de la tarde ya y la hora del almuerzo no tenía idea a que hora era.

Andrés me tranquilizó al decirme que a las 3. 30 era tal cosa y me adelantó otros eventos en Sub terra que tenemos como deber civil.

La cena era a las 7. 30, el toque de queda comenzaba a las 12 de la noche y la jornada laboral empezaba a las 6 am de lunes a viernes y a las 8 los fines de semana.

Finalmente le acompaño y vamos a comprar.

Hojas blancas, tinta y lápices, además de un par de provisiones para los próximos días es lo que compra Andrés en el mercado itinerante del barrio de los marginados.

Al volver nuestras habitaciones encuentro a Danny muy nervioso, paseando de un lado a otro. Al verme tiene una cara de preocupación y de mala leche que me llega a provocar miedo.

—¡¿Se puede saber donde estabas?!— Grito exasperado Daniel.

—¿Qué te pasa?

—Te he estado buscando en cada rincón del barrio y no te he encontrado, y quedamos que me esperarías aquí para la hora de almuerzo.

—Pero todavía no es la hora.— Respondo sin vergüenza al enojado Danny que esta frente a mí.

—Bien, no hay tiempo para más reproches, ya perdí mucho tiempo buscándote, tenemos que irnos ya.— Dicho esto Danny me toma del brazo y nos vamos caminando rápido.

No eran más de las 2. 50 de la tarde, faltaba todavía para el almuerzo, aquí algo raro sucede, y no creo que esto sea ocasionado por la puntualidad del chico que casi me llevaba a rastras.

Mientras avanzaba, veía como Andrés me miraba petrificado con sus compras en la mano, sin entender nada.

—¡¡Nos vemos luego!!— Grite a mi confundido acompañante de hace un rato.

Andar, andar y andar por los desolados callejones hasta llegar al fin a la ciudad.
—¿A dónde vamos?— Pregunté a el chico que daba largas zancadas mientras me llevaba, su prisa estaba por matarme.

—Luego te explico.

Ya me estaba cabreando su "Luego te explico". Soy la persona con menos paciencia del mundo, eso incluyendo el misterio para explicar todo aquí era exasperante.

Verde Karma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora