VEINTICUATRO

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Corriendo entre las sombras de los árboles aledaños a la hoguera humana, escabulléndome entre las casas abandonadas, hui del siniestro lugar donde pudo ser mi fin. Al parecer era más de media noche, pues el contingente policial era muy amplio, cosa que hizo que mi pellejo peligrara en más de una ocasión.

Luego de deambular por largo rato, logré llegar a un lugar conocido, este era el barrio donde la persona por quien inicié esta búsqueda vivía; fue ahí donde tome la determinación de no ponerme más en peligro andando por las calles de Sub Terra y quedarme en el sitio más tranquilo que conocía y donde tenía una ligera certeza de que los neutrales no me encontrarían: El escondite de Alex.

Ese terreno baldío reformado para hacer ejercicio tenía una carga emocional especial para mí, pero más allá de eso, el pensar que este sitio tan simple nos permitía escapar de la rutina de la vida que estamos destinados a vivir, es algo esperanzador. Todos necesitamos un lugar así, me gustaría tener un lugar que pudiese llamar mío. Por ahora solo estoy tomándome la tarea de seguir los pasos de Alexander. A medida que avanzo en el camino van desapareciendo las casas aledañas al antiguo hogar de mi prófugo, lo cual me da la señal de que me estoy acercando al lugar que busco. Mis piernas pesaban demasiado, pero una vez que divisé el sitio, mi cuerpo, como si le hubieran inyectado algo, tomó fuerzas de donde no las había y me dispuse a correr, un poco torpe, pero al menos un poco más rápido que el ritmo normal.

Jamás estuve tan feliz de ver un lugar que conocía. ¡Mierda! ¡Estoy viva! Los burlé a todos, lo hice.

Resistí.

Tomo un segundo aire y corro más rápido. Al llegar al llano, divisé el capó del auto donde Alex y yo pasamos uno de nuestros últimos momentos juntos. Aun con el condenado dolor en todo el cuerpo subí a la parte superior del vehículo varado, en la misma posición que lo hice ese día que prometía un futuro distinto para ambos, el último día antes de no saber de él.

Aunque quería que esa felicidad al llegar al "Gimnasio" se quedara conmigo, la soledad con sus punzadas de dolor me regresaron a la realidad.

Todo es silencio. Un silencio desconcertante pero tranquilizador me rodea y me invita a estirarme sobre el auto. Mis sensaciones son contradictorias. Pensando en que fui perseguida casi toda la noche, el estar sola es algo que me alegra, pero es triste ver a mi lado y que me falte tanto la presencia de Alex.

Divago por largo rato sobre todo. Miro el cielo. Hace menos de una hora miré el mismo cielo, pasando por una persona muerta, rodeada de cuerpos ensangrentados, sucios, desafortunados.

El quejido del tipo desde el montón de cadáveres del que escapé muerde mi consciencia. Por largo rato no puedo pensar en algo más que en aquello.

Es terrible cuando al taparte los oídos para no seguir escuchando cosas horribles no sirva, porque viene desde adentro, está aferrado con dientes y garras al lóbulo temporal de nuestro cerebro, viene de nuestra memoria auditiva, de nuestra perversa memoria.

Trato de ignorarlo y al menos por un rato sirve. Y con esto empiezo a tranquilizarme, pero la parte cizañera de mi cabeza me hacer caer en la cuenta que todo esto no había valido la pena en nada. Me había puesto en riesgo por confiar.

¿Cómo fui tan ilusa como para creerle a una persona que conocía tan poco? Mi instinto me hacía sospechar de esa facilidad con la que Fer me dio la dirección, pero me deje llevar por el impulso de una pequeña esperanza de encontrar a Alex. La esperanza es un arma de doble filo. Nos hace continuar en la pelea, pero nos provoca hacer cosas sin pensarlo mucho.

Cuando vuelva arreglaré cuentas con mi informante, por ahora trato de poner la mente en blanco, pero me es imposible.

Ahora tuve suerte, pero para la próxima tal vez no tenga tanta. Mis párpados pesan y de allí en adelante el sueño se apodera de mí. Lo último que veo es ese cielo oscuro, sin estrellas y sin luna.

Sin lograr nada más que salvarme de mi misma y las malas decisiones.

~o~

Aunque los músculos me duelen y siento el cuerpo hecho pedazos, la peor sorpresa me la llevo cuando veo mi cara en el reflejo del vidrio en uno de los autos del lugar donde pasé la noche casi sin notarlo. Tengo un ojo morado y todo lo que es el globo ocular de ese sector está rojo como si tuviera conjuntivitis, acompañado de un ardor no menor y pudiendo a penas abrirlo; en el lado derecho de mi cara el pómulo está hundido y cerca de las mejillas, la piel parece desgarrada, lo más probable que fuese por la manopla de mis atacantes en un comienzo; sin contar el corte que tengo en el labio superior por los puñetazos antes de caer al piso. También tengo moretones en las costillas y raspones por todas partes. Pasar desapercibida a la luz del día sería un desafío. Estaba ya por irme, pero antes de salir del llano, una pequeña hoja de papel en el suelo me llamó la atención. Cualquiera hubiera pensado que un papel en un lugar así no era nada, pero lo limpio que estaba me llamó a acercarme, esta vez seguí mi instinto y lo recogí. Algo tenia escrito, pero no me tomé el tiempo para leerlo tan bien, el tiempo apremia y no quiero ser descubierta, así que lo guardé en el pantalón para leerlo después cuando llegara a casa.

Caminando por el antiguo barrio de Alex recibo muchas miradas de la gente, más que con curiosidad, con temor. Estaba llamando demasiado la atención. Desvié mi camino y me fui zigzagueando entre las casas. Afuera de una de ellas había una camiseta y al ver la polera desgarrada que iba trayendo encima, decidí tomarla prestada sin que se dieran cuenta.

El cuerpo hecho jirones, un papel en el bolsillo, una polera nueva que me quedaba gigante, fueron mi botín de guerra después de una noche de pesadilla.

~o~

La señora Cleme abrió rápidamente la puerta después de tocar. Su cara de sorpresa y horror eran indescriptibles, casi tanto o más que la mía al descubrir mi rostro esa mañana.

—Pero ¿qué le pasó?

No doy respuesta y me apuro en entrar, me desplomo en el sofá del living.

—¿El doctor está? —Pregunto preocupada.

—Gracias a dios que no, le dije que anoche llegó muy cansada y no bajó ni a comer para que no se diera cuenta de que no estaba aquí.

Agradezco al cielo de tener a esta buena mujer. No cualquiera te cubre de algo como esto.

—Señora Cleme... muchas gracias, de verdad muchas gracias. Pero para la próxima no se ponga en peligro de perder su trabajo mintiendo por mí.

La señora solo asiente y se va hacia el baño del primer piso y sin demora la veo de vuelta con un pequeño maletín.

—Levántese, vamos a la cocina.

Camino con dificultad y nos dirigimos a la cocina americana, me siento en un banquillo de madera color negro y me apoyo con cuidado en la mesa, colocando casi todo el peso de mi cuerpo sobre esta. La señora se acerca a mí y con señas me pide que me acerque a ella. Limpia con algodón y alcohol los cortes en la cara y luego me tiende una bolsa con hielo, la que pongo sobre mi ojo y pómulo derecho, mientras levanto la cabeza mirando al techo, como si estuviera reclamando a alguna deidad por todo esto.

Después de una sesión dolorosa con el alcohol supurando mi brazo, la herida termina un poco más cerrada que como llegó gracias a un poco de bicarbonato con agua. Además del vendaje, la buena mujer me da una camiseta de Ángela para cambiarla por la que robé del tendedero de alguien hace unos minutos que se manchó casi automáticamente una vez tocó mi cuerpo.

Le di encarecidamente las gracias y aun con la bolsa de hielo en las manos me retiré a mi habitación. Jamás me había costado tanto subir una escalera vertical. Me sentía como un zombie, un ser no vivo y que lo único que sentía era dolor.

Una vez arriba, me quité los zapatos y me lance sobre la cama con algo de cuidado (El que de todos modos era en vano, pues, aunque tuviera todo el cuidado del mundo, cualquier movimiento se manifestaba como una molestia). Un gran suspiro escapó de mi boca y mi cabeza inmediatamente comenzó a buscar culpables de todo esto, teniéndome como principal responsable. Tenía que ser más astuta al escuchar los consejos de la gente que me rodea, a final de cuentas, no puedo confiar en casi nadie en este lugar.

Eran recién las 3 de la tarde. Había tardado mucho en llegar. Al menos llegué.

Es todo lo que puedo agradecer de hoy.

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