DIECINUEVE

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Narrado por Sofía:

- ¡¿Quién carajo molesta ahora?!

Debe de ser otro drogo más que debe venir por necrotaminas. Malditas y benditas sean esas putas pastillas rojas. Estoy ganando un pastón, pero esa mierda deja mal a los que me compran y al final viene la abstinencia, y no tienen más plata para pagarme y vienen a joderme con que la necesitan. Me dejaré de hacer negocios en casa y creo que volveré a los negocios puertas afuera, como lo hacía antes de crear mi laboratorio. Esos tiempos aunque no eran los mejores económicamente fueron moralmente mi momento más alto.

Cuando trabajaba en CIB, las drogas era cuestión de cada día y conseguirlas era muy fácil pero un día, Contreras acabó con todo y no volví a ese lugar, para luego terminar aquí, escabulléndome, haciéndolo todo por unas pocas pastillas, otras pocas jeringuillas. Terminé en un agujero como una comadreja, dependiendo de maniáticos necesitados.

La puerta vuelve a sonar y yo vuelvo a gritar:

- ¡Ya van!

Tomo ánimos para levantarme del sofá donde estaba durmiendo y antes de abrir limpio la mesa y reviso si no me queda nada de cristalenia en la jeringuilla que me inyecté anoche. Boto todo al ver que no queda nada y al abrir la puerta: ¡Sorpresa hermanos míos! Una cara que no pensé ver hoy se hace presente.

-Vaya, vaya, pero miren lo que trajo la marea. ¿Qué te pasó? ¿Te aburriste de chuparle no sé qué cosa a Bernard y te acordaste que tienes una amiga aquí?

-No me jodas y ya déjame pasar- Me dice la chica que me despertó.

Viste una capucha y un uniforme típico de un civil hecho y derecho que, al parecer, no ha usado hace mucho tiempo; incluso me atrevería a decir que no lo usa desde que la ascendieron y se convirtió en parte del ejercito Neutral.

Las luces, la fama, el poder, el sentirse la reina del mundo deben de desgastarla más de lo que quisiera imaginar, sin embargo me mantengo con mi orgullo. Me abandonó, y no la culpo, esta vida es una basura, pero no le hubiera quitado mucho tiempo una carta una notita, un recado, una palabra.

No la veía desde que llegó a la cima, desde que era una rata igual que yo, cuando ella era Max y ya, sin los títulos de general suprema de Sub Terra: Máxime Sotomayor.

Veo sus ojos y noto que su iris es castaño. Sí que la debe estar pasando mal para haber venido acá. Para un drogadicto, ahora o en otra era, el peor periodo de esta mierda es el intento de la abstinencia, obligada o voluntaria, y en el caso de los necrotamios (Adictos a las necrotaminas) esto se manifiesta con el iris de sus ojos, que van perdiendo el tinte rojo que ganan una vez que comienzan a consumirlas. La lengua se le debe estar adormeciendo, las palmas de las manos le arden como si se las estuviera quemando con fuego y la perdida superficial de conciencia de lo real y lo falso debe estar haciendo que vea sombras y monstruos imaginarios en todos lados. Conozco ese estado, conozco ese agujero oscuro de perdición, he estado ahí.

Me apiado de ella y no la hago esperar más en la puerta. Se sienta en el sofá y se quita la capucha para quedar solo con una camiseta gris y sus ojos revelan que no ha dormido en días, por lo mismo, se pone unas gotas en los ojos para tratar de quitar la irritación.

Se acomoda y como si fuera dueña de casa espera que le atiendan, que le de lo que necesita, en el transcurso trata de entablar algo de conversación como puede mientras me dirijo al laboratorio o como algunos de mis clientes le llaman: "La cocina de la tía Sofi".

—Hoy tuve a Contreras acorralado como una rata ¿Sabes?— Dijo Max con orgullo y con la necesidad de tratar de quebrarse y lucir con orgullo sus logros que me importan una reverenda mierda. Aunque me alegra que Contreras sufra un poco al menos.

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