VEINTE

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Narrado por Valentina:


—¡¿Cómo fui tan imbécil?! — Gritó con ira y dolor Andrés.

—Por favor cálmate, sé que Sofía te gustaba, pero piénsalo... es mejor que lo sepas ahora que cuando ya te hubieras vinculado por completo con ella.

Andrés llegó hace no más de 20 minutos dando un portazo al entrar, con los puños apretados y los ojos brillosos. Al parecer se enteró que Sofía lo estaba engañando.

—¡Maldita zorra! No pudo haberme hecho esto, no puede haberse acostado conmigo la semana pasada y hoy estarse encamado con otra.

—¿Qué? ¿Otra? — Quedo estupefacta al enterarme que la persona con la que Andrés sorprendió a Sofía fuese una chica. Su dignidad debe de estar más por el piso de lo que pensé.

—Si, como escuchaste...—Hace una pausa lastimera y prosigue —Otra. Las vi de lejos en la puerta de su casa, besándose un buen rato, después la chica esta se fue y corrí a encarar a Sofía.

—¿Y qué te dijo?

—Nada. — Dice tajante.

—¿Nada?

—Ok... algo, pero no quiero hablar más ya de eso.

—Dímelo. —Digo exigente ante su negativa.

Andrés ante esto me mira con reproche, pero termina por contarme de todos modos.

—Dijo que lo nuestro nunca fue algo en serio, que tenía que aprender a diferenciar lo que era el sexo y las drogas a sentir en verdad algo. Que nadie podía exigirle nada y menos yo.

Eso debió de doler... pero en el fondo entendía a la chica, de hecho, por un segundo le iba a decir que debió aclarar eso primero, pero veo como está y me pongo en sus zapatos, de modo que prefiero callar.

Ambos nos tiramos en nuestras camas mirando el techo, sumidos en nuestros asuntos, hasta que Andrés rompe el silencio.

—Creo que miserable es la mejor palabra que me definiría ahora.

—Creo que esa palabra se queda chica con lo basura que me siento ahora.— le digo respondiendo su auto compasión.

Pasamos la tarde conversando de la vida, terminé por contarle todo lo que pasó cuando llegué a CIB hoy en la mañana; todo, excepto el hecho de que me voy y que ahora me llamo Maryann. Mañana se enterará de todo en la mañana.

Veo mi reloj y son las ocho de la tarde, entre charla y charla ha pasado rápido el tiempo. Me levanté de la cama, saqué dinero de mi mochila y le hablé al estropajo humano junto a mí:

—¿Quieres salir? Me estoy ahogando en tantos lamentos y tengo suficiente porque vivir y no terminar de asfixiarme.

—Curioso— Dice en un tono monótono— Te iba a proponer un pacto suicida y me pides que salgamos de esta mierda...

—¿Terminaste?

—No, pero te acompaño, puedo ir quejándome en el camino. — Responde el chico mientras se paraba de la cama.

~o~

—¿Por qué compras tantas provisiones?

—¿Y por qué no puedo hacerlo?

—Tushé

Aunque trato de tomarme todo esto con más tranquilidad, me cuesta trabajo hacerle frente a todo esto.

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