DIEZ

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Es de día, despierto en el refugio, es extraño despertar en un lugar en el que nunca antes te habías quedado. Miro a todos lados y todo está normal, salvo un pequeño detalle. Andrés no esta aquí. No llegó en toda la noche.

Me levanto y trato de tomarlo con tranquilidad, pero no puedo evitar preocuparme.

Me dirijo a las duchas del refugio, me visto y una vez estando limpia me dirijo a los comedores. No como hace un buen rato, luego de eso buscaré a Andrés, pero antes, busco mi identificación, los militares neutrales pueden estar buscándome y mi única defensa por ahora es mi identidad falsa y el cambio de imagen, que se que no va a servir del todo, pero sirve para distraer.

Al entrar a los comedores hay mucha gente en la fila. Luego de esperar un buen rato por mi bandeja me encuentro con Danny. Me pregunta si estoy mejor y cuando podemos juntarnos, hablamos un rato, pero no le digo cuando, porque aun no estoy segura de nada en este momento. Le pregunto por Matías y lo piensa un par de segundos antes de responder.

—Dentro de todo, está bien, no ha tenido ninguna crisis de ultra violencia no programada o algo por el estilo. Así que supongo que todo esta bien.

Comemos y cada uno se va por su lado. Y yo me voy directo a mi barrio.

Al ir caminando por el sector, paso por el mercado negro, ya que quiero distraerme un poco. Al avanzar paso por el sector de las verduras, por el sector de los artículos de bazar como papeles lápices y luego encuentro a Andrés, pero para mi sorpresa lo encuentro en el sector del trafico de drogas, junto a una linda chica de cabello castaño, con ondas, la que le entrega una jeringa.

Mis ojos se abren de manera exagerada por la sorpresa de encontrar a alguien como Andrés, el cual lo consideraba una persona lista, metiéndose mierdas en el cuerpo. Él le sonríe a la chica y la abraza y besa en la mejilla prolongadamente, se ve muy feliz, pero la chica, aunque se ve tranquila, esta muy tensa y creo que le molesta que esa expresión de cariño dure tanto. Luego de soltar a la joven le sonríe y se va, es ahí cuando su expresión de serenidad y felicidad cambia al ver mi seño fruncido. Creo que la chica también nota mi presencia y me mira incómodamente, da media vuelta y desaparece en la oscuridad de una callejuela sombría llena de mediaguas.

—¿Se puede saber que mierdas estabas haciendo?

—Espera, te puedo explicar todo esto, pero necesito que me escuches con la mente abierta.

—Te creí alguien mejor.— Es lo último que le digo al chico antes de dar media vuelta, pero este tira de mi brazo y me gira hacia él, toma de mi mano y la acaricia un poco. Este gesto me parece muy extraño, pero lo tolero. Sus ojos no me miran, me evitan.

—¿Por qué no me miras a los ojos?— Le pregunto.

Solo hay silencio entre nosotros, mientras Andrés sigue evitando mi mirada buscando su rostro. Luego levanta lentamente su cabeza, pero con los ojos cerrados, al pasar los segundos los abre y al ver lo que oculta me sorprendo al ver los ojos de Andrés con su iris de color gris ceniza. Están cristalizados, como si fuese a llorar.

—Por favor. Déjame explicártelo.— Dice con la voz casi quebrada.

Caminamos a la habitación en silencio y cuando estuvimos allí nos sentamos sobre mi cama.

—Bien, creo que mereces una buena explicación para todo esto y creo que la mejor explicación es que desde antes del Verde Karma he sido un estorbo en esta miserable vida.— Andrés al decir estas palabras que pueden resultar ser tan dolorosas, lo dice con una serenidad que simplemente da miedo. Luego de decir eso continúa con su historia.

—Las drogas, tanto aquí como en Sub Terra como en cualquier lugar en cualquier momento de la historia han sido un medio de escape, claro, todavía queda gente como los pubértos de 14 o 16 años que lo hacían por estar a la moda, pero una gran mayoría somos gente que la vida no los trato bien. Hay gente más débil que otra y me molesta admitir que me encuentro del bando débil. La perdida y el olvido son lo peor que te puede pasar. Antes de Sub Terra, no le importaba a casi nadie, mi madre era una buena mujer, pero la perdí cuando tenia 5 años por un cáncer fulminante. Desde ahí quede al cuidado de una tía lejana, la que me maltrataba y luego cuando estaba más mayor, solo me ignoraba, vivir bajo el mismo techo nunca nos unió, y aunque me hacía el fuerte, el ser casi invisible me dolía con el alma.

Verde Karma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora