5. Recuerdos.

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— Tan solo me han acercado a casa, me había perdido y me han ayudado —. Respondí dando dos pasos hacia atrás, hasta que me quedé pegada a la puerta; mi padre se seguía acercando a mí.

— ¿¡Y por qué les protegiste ayer en las marismas!? ¡RESPONDE! —. Gritó.

— ¡No protegí a nadie! ¡Me dijeron que habían chocado contra algo y se fueron, después dos hombres vinieron y me apuntaron con un arma! —. Dije asustada.

— Como me entere de que me estás mintiendo... lo pagarás caro, Ira —. Amenazó llamándome por mi apodo — Sube a tu cuarto, y no se te ocurra salir de ahí —. Mandó agarrándome del brazo herido, a lo que yo chillé de dolor.

— ¡Papá, para! ¡Me haces daño! —. Exclamé mientras él me arrastraba escaleras arriba.

Siguió tirando de mi hasta que llegamos a mi habitación, donde me tiró al suelo y cerró la puerta ante mis narices.
Traté de levantarme, mientras lo hacía, escuché cómo cerraba con llave, dejándome encerrada dentro.

— Te vas a quedar aquí hasta que aprendas la lección —. Aseguró mi padre.

Yo comencé a dar golpes a la puerta, desesperada por salir. No me gustaban los sitios cerrados, y mucho menos cuando no podía salir.
Me eché a llorar y caí lentamente al suelo; dejé que mis sentimientos fluyeran.
¿Por qué mi padre sabía lo que había pasado ayer en las marismas?
¿Tendría algo que ver? Tal vez la señora Lana estaba en lo cierto, quizá lo decía por mi padre.

No podía comprender qué estaba pasando.
El dolor me abrumaba y la ansiedad hacía que respirar fuera cada vez más difícil.
Traté de levantarme torpemente para moverme al baño y revisar la herida, al mirarme al espejo, vi que la camisa estaba completamente ensangrentada. Me la quité rápidamente y pude ver los vendajes igual que la camisa; los quité con cuidado, sintiendo mi piel escocer a cada mínimo movimiento.

Cuando conseguí quitarme las vendas, vi la herida completamente abierta.
Temblando, tomé agua oxigenada y me la eché mientras mordía una toalla, el dolor se estaba intensificando. Cogí una gasa y tapé la herida, para luego enrollar mi brazo con vendajes, los cuales apreté bastante para que la hemorragia se detuviera cuanto antes.

Me moví hacia la cama, dónde me tiré mirando hacia la ventana, y volví a llorar como la niña infantil que era en verdad.
La niña que pasa miedo en cada momento de su vida, la que nunca pudo crecer como una cría normal...
Seguí llorando hasta que el sueño me atrapó.

Los amigos de mi padre estaban en casa, haciendo lo de siempre.

Yo no lo sabía, así que bajé a la cocina a por agua como una persona normal, y me encontré con uno de esos gigantes en frente de mí.
Le miré con los ojos muy abiertos, con el miedo inundándome entera.

— ¿Pero qué tenemos aquí? —. Dijo mirándome de arriba a abajo — Tu eres la putita de la semana de Fran, supongo... no sabía que le gustaban las jovencitas... pero yo no me voy a quejar. Ven aquí, zorra —. Al terminar de hablar, me cogió de la muñeca y me acercó hacia él.

— ¡Suélteme! —. Grité, él sólo me ignoró y comenzó a tocarme, yo tan solo tenía 14 años.

— ¡Eh! ¡Qué haces! ¡Te ha dicho que la sueltes! —. Exclamó Aaron acercándose hacia mi agresor.

— No te metas, chaval, que la he pagado —. Comentó el hombre mientras daba un manotazo al moreno.

— Aaron, el hombre aquí presente tiene razón, ha pagado una... muy buena cantidad por desvirgar a Eira. Ahora es suya —. Afirmó mi padre apareciendo por la puerta del salón.

¿El paraíso o el infierno?||Outer BanksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora