6. Momentos intermedios.

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Kiara estaba tocando el ukelele, yo estaba tarareando la letra de alguna vieja canción que se me vino a la cabeza. Nos encontrábamos en el muelle de la casa de John B, después de lo que acababa de pasar necesitábamos un momento de relax.

— ¿Cuanta pasta había? —. Cuestionó de repente JJ. Kie dejó de tocar y yo de cantar.

— 500 millones —. Respondió John B sin mirarlo.

— ¿Cómo lo vamos a repartir? —. Volvió a decir el rubio — Y antes de que digáis a partes iguales, recordad que soy el único que puede defendernos en condiciones de los matones que nos perseguían —. Dijo levantando la pistola — La protección sale cara.

— No te lo creas tanto, rubio, ni siquiera tienes formación —. Comenté mirando el silencioso mar.

— ¿Alguna objeción? Me lo imaginaba —. Contestó.

— ¿Que harías con 100 millones, Pope? —. Cambió de tema Kie.

— Pagar la carrera por adelantado, y también los libros de texto, son súper caros —. Dijo tras pensar un poco.

— ¿Y tú, Kie? —. Preguntó el rubio.

— Sí, ¿qué hace una socialista cuando es rica? —. Insistió Pope.

— Sacaría un álbum doble, sobre Outer Banks, los pogues... como Catch a Fire, que hablaba de Kingston. Grabarlo en el estudio de Marley, con Peter Tosh de productor.

— Peter Tosh está muerto —. Comentó el moreno.

— Lo sé, pero su espíritu no morirá jamás —. Aseguró levantando la cerveza.

— Yo ya sé lo que haré —. Intervino JJ — Tendré una mansión en Figure Eight y me uniré a los kooks. Pondré una escultura de mármol de mí y un estanque con carpas. Meteré un porrón de peces.

— No iré a verte —. Reí yo.

— ¿Tú qué harías, princesita? —. Cuestionó él, suspiré y lo pensé unos segundos.

— Huiría —. Admití — Lejos de mi familia, donde nunca me puedan encontrar. Algún lugar que no llame la atención. Me gustaría tener una vida normal. Creo que donaría la mayor parte a asociaciones para ayudar a las personas más desfavorecidas. Lo demás sería una reserva para cuando tuviera que volver a huir.

Podía sentir la mirada de todos clavada en mi, pero no me importaba, era la mayor verdad que había dicho en mucho tiempo.

— ¿Qué harías tú, John B? —. Cuestionó Pope.

— Por nuestra entrada en los kooks —. Dijo el chico tras pensarlo un rato.

— Por nuestra entrada en los kooks —. Dijimos todos mientras levantábamos las cervezas.

Seguimos charlando un rato largo, entre bromas y cervezas. Cuando la cosa se fue calmando anuncié que debía irme a casa.

— Yo voy a ir tirando, chicos, que como mis padres se percaten de que no estoy, me puedo dar por muerta —. Bromeé, aunque fuera algo verídico.

— ¿Sabes llegar? —. Preguntó Kiara.

— Sí, no os preocupéis, no está tan lejos. ¡Mañana nos vemos! —. Me despedí.

Los chicos se despidieron de mí y yo eché a andar hacia mi hogar, si es que lo podía llamar así. Llevaba tan solo unos minutos andando por la arena cuando escuché que me llamaban.

— ¡Ira! —. Gritó una voz conocida, yo me giré para ver a un rubio muy guapo corriendo hacia mi, cuando llegó a mi altura volvió a hablar — Hey, te acompaño a casa.

¿El paraíso o el infierno?||Outer BanksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora