23. ¿Más enemigos?

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Fui directa a casa de John B, esperando encontrarme a alguno de los chicos allí; en especial, al propio dueño del Château. Mientras bajaba a paso rápido la calle donde estaban algunas de las casas más ricas de todo Outer Banks, me fijé en un coche aparcado frente lo que solía ser mi hogar. 

La curiosidad me podía, así que decidí acercarme. Sabía que podría ser alguien peligroso, pero cómo no, me dio igual. Inspeccioné el vehículo de cerca; era un 4x4 negro, no parecía precisamente barato. Me acerqué a la casa y traté de escuchar algo que me indicara que había alguien merodeando dentro, aunque no oí nada.

Entré de manera silenciosa y revisé con cuidado la planta baja, todo estaba precintado, la policía había estado allí, como era obvio. Todo parecía en su sitio, si es que se puede llamar así a tener la casa echa unos zorros. Estaba acercándome hacia las escaleras para subir, pero unos apresurados pasos hicieron que me escondiera en la cocina; debajo de la mesa. Era de estas que estaba cerrada por tres lados, como si fuera un escritorio de oficina pero a lo grande y de mármol. Los pasos se fueron escuchando cada vez más cerca; estaba bajando las escaleras. 

- No hay rastro de la chica -. Dijo una voz grave mientras dejaba de andar.

- Tiene que estar en algún sitio -. Escuché que decía una segunda voz. Esta estaba como robotizada, parecía provenir de un walkie talkie o algo así.

- Lo primero es saber si sigue viva, con Ward en la casa de al lado y Demien merodeando por la isla, no estoy yo muy seguro de que haya sobrevivido -. Comentó de nuevo la primera voz.

- Ni si te ocurra pensar que está muerta -. Espetó el segundo a través del comunicador - Es muy fuerte, tiene los genes de su padre, por amor a una madre. No la subestimes. Sabes lo que puede hacer.

- En verdad no lo sé -. Se quejó el contrario. Se volvió a mover, para mi desgracia, hacia la cocina - Esta chica es un maldito secreto. No hay datos de ella que nos sirvan para conocerla, tan solo testimonios de las atrocidades que hizo Fran con ella.

El silencio se hizo presente en la sala, excepto por los cada vez más cercanos pasos del hombre que estaba en mi casa. No frenó hasta que estuvo apoyado en la mesa; en la misma en la que yo estaba escondida. Traté de calmar mi respiración para que nada pudiera parecer sospechoso o me encontraría en seguida.

- Conozco sus entrenamientos, ya sabes que yo era muy cercano a la familia Novalee. Te aseguro que con un arma entre sus manos puede ser un arma de máquina si se lo propone. Una puntería increíble, es ágil, rápida, y sobretodo inteligente -. Comunicó al fin la otra persona.

Y no se equivocaba. Papá me educó para defenderme por mí misma, y aunque el ataque cuerpo a cuerpo no fuera lo mío, las armas sí. Es verdad que no me atrevería a disparar una, acabé teniendo un trauma con ellas.

- De acuerdo -. Acabó por decir el que estaba literalmente encima de mí - Pero eh, deberías de dejar de ocultar secretos. Esa mierda no es sana, hermano.

- Tú tan solo cállate y vuelve aquí -. Espetó el del walkie malhumorado.

- Y dices que el de mal despertar soy yo -. Suspiró - Estoy allí en diez minutos.

Tras informar eso, el individuo se alejó. Cuando escuché el sonido del motor del coche arrancar, me permití salir de debajo de la mesa. No tenía ni la menor idea de quiénes eran esos tíos, pero no pensaba ir desprotegida por ahí.

Cogí el libro de anatomía y el pasillo de la última vez se abrió. Bajé apresurada y encendí la luz al llegar a la sala donde había encontrado aquellas fotos y documentos. Me dirigí directamente al estante que había lleno de armas de fuego y armas blancas. Tras observar durante un par de minutos lo que había, me decanté por lo más sencillo; a fin de cuentas, no veía factible lo de llevar una ligera por la calle.

¿El paraíso o el infierno?||Outer BanksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora