I

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La luz traspasaba la ventana, el sol ya había salido y los pájaros trinaban una dulse canción anunciando el inicio de el dia.

Un niño de lindos y brillantes ojos verdes miraba la ventana frente a su cama, viendo el pasar de algunas personas. Con alegria se levantó de su cama, para después salir de su habitación.

Una vez en los pasillos de el templo, comenzó a caminar con rapidez y cuidado de ser visto, la mirada de él niño se desvío inmediatamente a la marcó de la entrada de la cosina. Caminando a urtadillas a la entrada, pudo ver a uno de los monjes de el templo frente al horno y la parrilla de la cosina. Al verlo este se escondió detrás de un barril de uvas junto a la puerta. Una vez que el monje salio de la cosina, se dirigió rápidamente a las alacenas en busca un frasco de barro repleto de alargadas y planas barras de masa horneada.

-Rubén el frasco de galletas no esta en esa alacena... - la voz burlona y ronca de el viejo monje le asusto. El pequeño giro su cabeza en dirección al viejo y con una mirada nerviosa le sonrió.
-hola superior... -  hablo el niño con nerviosismo mientras escondía sus pequeñas manos tras su espalda.
- te dije que robar es malo... - dijo el monje reprovatoriamente, más con un tono dulce y comprencibo.
-pero yo vivo aquí, esas galletas también son mías... - contestó el castaño con un poco de molestia.
-pero... ¿que te eh dicho siempre? - dijo el viejo acercándose con lentitud al niño para luego posar su mano es su cabezita.
- que debo preguntar antes de tomar... - dijo el niño con pena y un leve sonrojo en el rostro.
-anda, ve a bañarte, y alista te para almorzar y que vayas al salón... - el hombre le sonrió, el niño corrió mientras sonreía, y se fue a bañar.

||en otro lugar||

-¡Samuel! - gritaba un hombre peli negro de ojos azul violáceo.
- ¡ya voy papá! - la voz un niño de brillante pelo negro y de llamativos ojos púrpura alarido dentro de una habitación de aquella casa.
- anda, date un baño y alista te, tienes que correr para ir a la escuela... -
-¡SI!-

El peli negro corrió hacía afuera,  con un pan en mano. Este se dirigió al centro de el pueblo, donde se encontraba el gran templo de los Dioses. Una enorme edifificacion, tan grande que tenía en el centro de el había un gigante y hermoso árbol, de el cual colgavan papeles con plegarias a los Dioses.

-¡Mangel! - se escucho una voz dulce y chillona en la distancia. Al momento de escucharla, su vista se dirigió velozmente hacia un pequeño niño castaño de brillantes ojos verdes con una bonita túnica verde, su mirada inmediatamente se iluminó, el peli negro corrió en direccion al castaño y con una sonrisa le saludo con la mano alsada, el castaño le miró y sus ojos verdes se llenaron de emoción.

-¡hola Sam! - dijo el castaño con una sonrisa, la cual era capas de calentar hasta al más frío corazón.
-hola Rubén... ¿Buscas a Miguel?- pregunto el pelinegro aún algo abombado.
-si, hace un rato que no lo encuentro, es que no lo vi en el desayuno... - la linda expresión confundida de el castaño sonrojo levemente al peli negro.
-¿quieres que te ayude a buscar?-pregunto inocentemente el más grande.
- ¡si! -

Los niños corrieron a el interior de los salones de el templo en busca de uno de sus amigos. 

-¡ Rubén, Samuel! hola chicos - dijo un niño de cabellos rojisos los cuáles caían delicadamente sobre sus hombros.
-¡ hola Lolo! - dijo el peli negro con simplesa - ¿has visto a Mangel?- preguntó con algo de duda, pues sabía que el pelirrojo casi siempre le perseguía.
-está con el superior, lo están regañando por averse llevado un tarro de mermelada de la cosina... - dijo el pelirrojo algo preocupado.
- ay... - el castaño suspiro, sabía que no debía meter a su mejor amigo en ese mundo de tomar sin pedir, después de todo no era algo bueno segun el superior.

||ººº||


Desde que el castaño había llegado al templo, los monjes habían dejado de ser tan seberos, pues la sola precencia de el castaño tranquilizaba a pesar de su extraña apariencia según algunos.

Aunque muchas de sus amistades fueron gracias a lo llamativa que era su apariencia, pues lindas orejas de oso que portava en su cabecita llamaban mucho la atención de todo el que le viera por eso el niño era conocido por el osito de el pueblo.

El día que llegó, este se había concentrado en poder hablar y comunicarse normalmente, ya que al llegar el no sabía hablar en el idioma que los demás hablaban. Después, a decisión de los monjes este fue llamado Rubén, ya que este venía de un idioma antiguo que significaba "mira, ¡un hijo!"  lo cual encajaba perfectamente en la forma en la que el castaño había llegado a sus vidas.

Pero a pesar de que pequeño atraía mucho las buenas intenciones,  atraía por minoria a las malas personas, después de todo no avían sido pocas las veces en que alguien intentó robar al niño, más este nunca se dio cuenta de ello, pues los monjes se encargaban de que no lo hiciera.

||más tarde||

Ya llegada la hora de la salida el peli negro corrió en busca de el castaño, pues tenía que darle algo que su madre la avía pedido al día anterior que le entregará, y aunque no sabía lo que era, lo entregaría, aunque en cierta forma lo hacía para ver al castaño.

El peli negro hiba caminando por cerca de el árbol de las plegarias, cuando de pronto sintió unas manos tapar sus ojos, estas emanaban el olor de galletas de avena recién horrneadas lo cual, hiso inmediatamente a quien pertenecían aquellas manos, era el hijo de los panaderos de el pueblo.

- hola willy.. - dijo el niño de cabellos negros divertido y orgulloso, lo cual hiso a un pequeño de cinco años bufar.
-¿como sabías que era yo? ¡no es justo Samu! - dijo un pequeño de cabello albino con ojos verdes esmeralda.
-es que hueles a galletas - dijo mientas soltaba una pequeña risita, le gustaba ese olor que emanaba, más había algo que le gustaba aún más.
- ¡ey! ¡Chicos! ¡Por aquí!- grito un energético Cataño, este estaba corriendo en dirección a el peli negro y el albino. - vengan vamos a jugar afuera -dijo sonriendo mientras apuntaba hacia un pequeño círculo de niños los cuales eran el resto de sus amigos. El peli negro miró con ojos brillantes al castaño, más el pequeño albino al ver llegar al castaño, hizo un puqueño puchero, lo cual logro que jalara levemente la orilla de su camisa.

Ay, pero que se le va a hacer, eran unos pequeños niños que no sabían de amor, sentimientos profundos como esos eran algo aún por descubrir.

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Editado...

1150 palabras.

BAJO TU MIRADA //rubegetta//CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora