II

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En el sentro de el patio de una casa se escuchaban ruidos de varas de madera chocando entre ellas, seguidas el leve silvidode flechas disparadas y clavándose en cualquier lugar menos el correcto.

-¡SAMUEL! endereza tu postura,¡ así jamas podrás cazar nada! - decía un hombre peli negro mientras apuntaba con una vara de madera a su hijo.
-¡PAPÁ, ESTOY CANSADO, QUIERO DESCANZAR! - decía un peli negro de ojos púrpuras de dieciseis años, mientras apuntaba con un arco a un saco de paja con un blanco pintado en el centro.
-Samuel, te llevaré a cazar el primer día de el mes, necesito que sepas hacer bien esto... -
-pero ya se todo lo que me has enseñado, se manejar el hacha, la espada y la ballesta, ya controlo el arco... Solo déjame descanzar-

El hombre vio a su hijo de forma seria, y con unos pasos hacia su costado quedó cerca de su hijo y le dijo - el entrenamiento duro... Es para aquellos que no saben defenderce... - aquello lo había dicho el mayor de forma burlona, el sabia que su hijo estaba listo, pero también tomaba en cuenta que si se desesperaba no podía controlar ce. Al momento de terminar aquella oración, el hombre acercó una vara a los pies de él muchacho, y al momento de mover con fuerza la vara hacia adelante, el muchacho calló de bruces contra el suelo.
-por esto entrenamos hasta caer, para que acabes con tu presa antes de que ella acabe con tigo - el joven vio a su padre enojado, este se puso de pie,  y con la espalda un poco adolorida se endereso.
-yo quiero descanzar...ya estoy listo - aseguró con enojo.
-no es verdad... - dijo el padre burlon.
- ¡SI, LO ESTOY! - grito el joven con persimonia.
         El peli negro se lanzó a atacar a su padre, más este solo tomó el brazo de su hijo y en un movimiento ajil lo volvio a tirar al suelo....
- no, no lo estas... - el hombre se volvió a burlar.

El más joven se levantó de el suelo, mientras se sacudía bajo la risa burlona de su padre.

- ¡señor Marco, Samuel! ¡Hola! - se escucho una vos externa a aquella conversación, acompañada de una precencia familiar para ambos pelinegros.
-hola Rubén, ¿como estas, y el superior? - dijo el hombre acercándose a las vallas de el patio.
-bien gracias por preguntar, y el superior está mucho mejor le dije que solo era una simple tos de polvo, pero no quería creerme... - dijo el castaño de forma divertida, después desvío su vista hacia el ojivioleta. -y... ¿como van con el entremaniento Samuel?-  este se encontraba en el mudo ante la mirada de él castaño, el no sabía por qué sus ojos eran tan inocentes, y aunque ubiera una razón aparente por el cual la mirada de él castaño le hipnotisaba, realmente no le tomaba mucha importancia.

-¡SAMUEL! - grito el castaño con una vos molesta.
- si, ¿que paso...? - su vos salió entrecortada y algo nerviosa, incluso un pequeño gallo salio de su garganta.
- te estaba preguntando si querías venir al templo, necesito que alguien me diga como me queda la túnica... - el peli negro acintio frenéticamente, una idea de el castaño usando una tunica de monge como la de los efebos le iso sonrojar.

El castaño sonrio y con permiso de el hombre este se llevó al peli negro, este le sujeto de un brazo y lo jalo hasta llegar a él templo.

Después de todo si le había dado el descanso...

Al llegar al templo el castaño se detuvo frente al pelinegro con una sonrisa algo tímida, lo cual desconcertó al mayor.

-Samuel, cuando me nombren Efebo quiero que tu me ayudes a encontrar un apodo para mi, quiero que tu me lo pongas... - dijo el castaño mientras miraba al peli negro directo a los ojos.
-si, yo hago todo lo que quieras... - dijo el peli negro sin pensar, lo cual hiso reír al castaño, el peli negro al notar su descuido el calor subió velozmente a sus mejillas. 

Al llegar a el cuarto de el castaño, el pelinegro entró en pánico, el simple hecho de tener al castaño tan cerca siempre le ponía nervioso, y el estar en su cuarto le ponía aún peor. Algo lo hacía sentir sucio, pues en primer lugar el castaño era un aspirante a monje de el templo de las plegarias, no podía enamorarse o comprometerse con nadie que no fueran los Dioses, ambos tenían objetivos totalmente diferentes y el castaño aún no llegaba si quiera a los quince años para poder ser prácticamente un hombre. Pero el castaño tenía un encanto es su apariencia, sus sentimientos, en su pensamiento en cuanto al mundo, que el sólo hecho de su existencia parecía una alucinación, y le molestaba un poco que el no fuera el único que lo pensara.

BAJO TU MIRADA //rubegetta//CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora