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¿Dónde diablos estaba Harry?
Felicity se puso de puntillas para aliviar un poco la presión del brazo. No sentía nada en él. Era como si fuera el de otra persona, o el de un cadáver.
¿Y si no venía? ¿Y si la dejaban allí?
Miró la llave en la mesa. Creía haber pensado en todo. Parecía una buena idea dejarla allí; una irrecusable prueba más cuando encontraran a Styles con ella. Intentó alcanzarla. Imposible. Lo poco que aún podía sentir en el brazo izquierdo hacía acto de presencia como un dolor punzante. La llave estaba a apenas unos centímetros, no más de treinta. Por mucho que se estirara sería inútil.
¡Diablos! ¿Por qué tuvo que pasarse de lista? Tenía que haberse guardado la asquerosa llave en el bolsillo.
¿Dónde coño estaba Styles? Ya debería haber llegado. ¿No le habría dicho aún Charlotte que viniera? No, a la muy puta se le habría olvidado hacer su parte del plan. Lo más probable es que se acordara cuando todos se marcharan. Se acordaría de hacerlo cuando viera que Felicity no estaba allí para subir a los carruajes.
Es lo que esperaba. Desde que llegaron a la fiesta, Charlotte se había estado comportado de forma muy extraña. Estaba inquieta. Con los nervios de punta. Pero hoy había sido todo lo contrario: pensativa, lánguida, como si tuviera la cabeza en otra parte.
¿Dónde? Felicity frunció el ceño. Charlotte le había lanzado varias miraditas a su anfitrión durante la comida. ¿Había algo entre esos dos? Puede. La figurita en la habitación de Charlotte era algo realmente peculiar. Y ahora que lo pensaba, el aspecto de Charlotte era el de alguien que ha estado manteniendo relaciones sexuales recientemente. Pero a Charlotte no le gustan los juegos de cama. ¿O no le gustaban? ¿Le habría hecho Horan cambiar de opinión?
Interesante. Si su queridísima Charlotte no hacía su papel, Felicity se encargaría que Hartford oyera todos los detalles acerca de las actividades de su mujer. El duque era un hombre muy posesivo. No le sentaría muy bien que le pusiera los cuernos con Horan.
¡Maldita sea!
Si Charlotte no hacía su parte, Felicity se quedaría horas atrapada en la mazmorra.
Pudo ver por el rabillo del ojo que algo se movía. Tenía una enorme araña negra avanzando por el codo. Lo movió. La araña seguía avanzando. No podía sentirla. Le dio un golpecito con el dedo de la mano que tenía libre y se la quitó de en medio. No podía sentir ni su propio dedo.
Pero sí podía oír. Había un gran silencio, pero oyó que algo se movía en la esquina más alejada de la mazmorra. ¿Qué demonios era? Entrecerró los ojos. ¿Era el brillo de los ojos de una rata lo que veía?
Refunfuñó. Tenía que largarse de allí.
Tuvo que hacer un gran esfuerzo para poder coger aire. Si gritaba cualquiera podría venir en su ayuda. La señora Larson o lord Dunlee. La estratagema se iría al traste.
No podía dejarse llevar por las emociones. Niall había dicho que la fiesta no duraría más de media hora. Habían pasado unos diez minutos desde entonces, quince como mucho. No tendría que esperar demasiado. Sólo tenía que tener paciencia.
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—Le mataría.
—Niall, por favor. Contrólate.
—Pero es que es *******, Nell. ¿Le has oído? —Horan se esforzó por no alzar la voz. Podía ver la expresión de avidez en el rostro de lady Dunlee con la misma claridad que Nell la veía.
—Sí, le he oído. Es despreciable, pero también es un duque y el marido de su excelencia. No tienes ningún derecho.
— ¡Tengo el mismo derecho que cualquier caballero a ver que a las damas se las trata con respeto!
— ¡Baja la voz! Sí, por supuesto, pero si actúas según ese derecho, levantarás conjeturas sobre los motivos; nunca antes te habías sobreexcitado por defender los sentimientos de ninguna dama.
—Jamás vi que los violentaran tanto en público.
—Y lo que es más, no creo que Charlotte te lo agradeciera. Se fue con Hartford, no te pidió ayuda.
—No, no lo ha hecho. —Eso le había molestado. Tras lo ocurrido la noche anterior, debería saber que podía recurrir a él para que la protegiera.
No obstante, en realidad, Hartford no le había hecho ningún daño. Lo que quería era meramente ejercer su derecho como hombre casado. Había sido demasiado grosero al humillar públicamente a Charlotte advirtiéndole de sus intenciones, pero ése había sido su único pecado. Para algunos ni siquiera era un pecado.
Nell tenía razón. Habría sido algo bastante extraño si hubiera salido en defensa de Charlotte. Más que extraño, sospechoso.
Charlotte quería que todos pensaran que el niño era de Hartford si se quedaba embarazada como consecuencia de sus actividades durante la fiesta de Niall. El pequeño drama ocurrido durante la tarde era perfecto para sus propósitos. Si resultaba estar embarazada, todos los burgueses felicitarían al duque, en especial si lady Dunlee propagaba la historia ocurrida a su llegada, como así haría con toda seguridad.
Era lo mejor, pero odiaba que fuera así. Pensar en las zarpas de ese viejo en el cuerpo de Charlotte, imaginárselo entre sus piernas...
¡Por Dios! Sentía ganas de vomitar.
— ¿Estás bien, Niall?
—Sí. —Se volvió hacia Nell—. ¿Dónde está todo el mundo? Deberíamos regresar.
—No, Niall, aún no.
— ¿Por qué no? La tormenta se acerca. Nadie querrá mojarse. No creo que a nadie le importe si nos marchamos un poco antes.
—A Charlotte le importará.
— ¿Qué?
—Piensa,Niall. Si te apresuras en llevar a todos de vuelta, puede que lleguemos poco después que lo hagan el duque y la duquesa; incluso antes, si metes prisa a los caballos, lo cual diría que tienes ganas de hacer.

El Conde Desnudo - Harry Styles -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora