Inhalar y exhalar, era lo único que hacía a las 5 de la mañana en el balcón de un hotel en París después una larga rutina de ejercicios.
Tras regular mi respiración recogí lo que había usado para devolverlos a sus respectiva maleta. Me di una ducha y me vestí para salir a caminar un poco cerca del hotel.
Las calles estaban transitadas, como la primera vez que estuve aquí con Kayla. Estuvimos un día en París y al siguiente viajamos a Lyon, Niza y por último Cannes, en ese entonces cursaba mi último año de universidad.
La verdad fue divertido en su momento, nos emborrachamos, tuvimos sexo con diferentes chicas, hicimos amigos los cuales olvidamos al tomar el avión de regreso a América. Realmente fue un desastre. Podría decir, que lo único bueno que saqué de eso, fue conocer el país y mejorar el idioma.
Tras varios minutos de caminar decidí comer algo. Entré a una cafetería pedí un capuccino y galletas de avena. Me senté junto al cristal que da hacia la calle, a los minutos una chica dejó mi orden sobre la mesa.
—¡Buenos días! —Saludó un señor con el tan reconocido acento francés. Se siente bien poder entender ese hermoso idioma.
Era un señor de unos setenta años, caminaba con energía mientras se acercaba a la barra. Llevaba una camisa blanca, pantalón color hueso y un bonito sombrero. En la cafetería parecían conocerlo, porque inmediatamente saludó los trajadores gritaron su nombre mientras sonreían.
—Se os acabó la espera. —Sonreí, obviamente no me hablaba a mí, pero su energía era contagiosa.
Devolví mi atención a mi comida. El capuccino aún estaba caliente, por lo que temía quemarme la lengua.
—Disfruta de tus años, Laertes; tuyo sea el tiempo y emplea tus buenas prendas a tu gusto. —Era el señor enérgico. Estaba sentado frente a mí.
—Shakespeare. —Susurré con la taza cerca de mis labios, llamando la atención del señor.
—Interesante. —Dijo sonriendo. —¿Podría decirme alguna?
—¿De Hamlet? —Le pregunté. El asintió. —Sabes que es ley común: lo que vive, morirá, pasando por la vida hacia la eternidad.
Su expresión cambió, ya no sonreía, más bien se notaba algo triste, entonces creí que le estaba pasando algo, ¿pero que podía hacer? Quería levantarme y sentarme junto a él, pero luego vi que forzó una sonrisa.
—¿Se siente bien? —Le pregunté. El solo asintió.
—Solía leer Shakespeare con mi esposa. Ella solía repetir la frase que acabas de decir, pero con el tiempo parecía que la olvidó. —Bebió de su taza y luego soltó un suspiro. —Duramos un tiempo sin leer juntos, hasta que ella enfermó, no volvimos a leer algo de Shakespeare, quería leerle algo mas esperanzador.
Era como ver al abuelo que nunca conocí, tenía la sensación de ternura para con él.
—Ella antes de morir, me susurró “Sabes que es ley común: lo que vive, morirá, pasando por la vida hacia la eternidad.” —La nostalgia se hizo presente ante sus facciones, pero me sorprendió con una sonrisa por sobre esta—Los jóvenes tienen la tendencia de pensar mucho las cosas que creen importantes, pierden el tiempo en otras cosas, tienen miedo, y creen que la vida es larga.
Me llevé a la boca el último trozo de las galletas mientras lo escuchaba intentando no despegar la mirada de él.
—Pero créame señorita; la vida es más corta de lo que pensamos. —Tomó la taza entre sus temblorosas manos. —No le tememos a conocer el mundo, ni a hacer amigos o hacer mas de una carrera, pero si nos aterra algo tan importante como el amor, a dar un paso más, también a no ser correspondido o a no poder mantenerlo estable, pero, ¿sabe qué? ¿Cómo lo sabrá si no lo intenta?
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En mi piel
FanfictionElla se convirtió en todo para mí, pero fue solo cuestión de tiempo para quedarme en la nada. Creo que he sido bastante clara para decir que la perdí.