Capítulo 8: Más que cómoda.

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Alison's POV.

Cuando el avión aterrizó en New York estuve a punto de devolver el desayuno.

El Estado significa tanto para mí.

Familia.
Recuerdos.
Traumas.
Terapias.
Universidad.
Traumas.
Mamá.

Me temblaban las piernas y sentía que casi no podía respirar, la ansieda estaba a punto de tomar el control sobre mi cuerpo.

«Es mas fácil afrontar los recuerdos cuando estás drogada.»  Me digo a mi misma.

Sentí unas suaves manos entrelazar las mías. Solté un gran suspiro y la  reconocí al verla. Sus dedos apretaron los míos y pude sentir como la ansiedad iba desapareciendo.

Levanté la cabeza y todo lo demás se esfumó cuando mis ojos se encontraron con los azules de ellas.

—Todo estará bien. —Susurró cerca de mi mejilla derecha, a los segundos sentí sus labios sobre esta dejando un tierno beso.


El resto del día la pasamos de un sitio a otro. Las estaciones de radio a la cual llegamos estaban repletas de personas esperando afuera por ambos hermanos, sumándole una sección de fotos poras de dos largas horas.

Fue para mí el día mas agitado de todos, estaba tan cansada que tuve que tomar mas de  cuatro cafés durante el transcurso de este. No quieran imaginar a Billie y Finneas, a leguas se les notaba que necesitaban respirar tranquilamente por lo menos seis minutos.

Cada vez que podía le robaba un pequeño beso a Billie, por lo que recibía otro como respuesta y eso nos relajaba mucho más que el café.

Cuando llegó la noche estaba preparando a Billie para la grabación de una entrevista, Finneas y el chico de la batería —el cuál aún no lograba recordar su nombre— ya estaban listos, por lo que solo esperaban a su hermana.

—¿Pasaremos la noche juntas? —Me preguntó. Solté un suave suspiro ante su voz.

—Ya tengo una habitación Billie. —Le aclaro mientras termino de peinar su cabello. —Además debes descansar, mañana ti...

—Sí, sí. —Reí por lo bajo.

Le di los últimos toques a su cabello y finalmente al maquillaje. Al finalizar me detuve frente a ella.

—Por favor Ali. —Reí ante el apodo. Ella hizo pucheros, a lo cual no pondría resistencia.

—Está bien. —Acepté. Ella sonrió y besó fugazmente mi mejila. —¡Oye! El gloss.

A los minutos salió del camerino junto a su hermano. Claudia y yo les seguimos hasta donde nos era permitido para luego sentarnos entre el público presente.

—¿Cómo lo has soportado tanto tiempo? —Le pregunté a la pelinegra sin disimular mi cansancio. Ella sonriendo se encogió de hombros. —Para ti debe ser más difícil. Tienes que hacer tu trabajo también.

La escuché reír, es una risa contagiosa y agradable.

—En tu lugar me habría rendido. —Concluí.

En mi pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora