Por ella

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La vida no era tan dulce como uno se imagina que seria, con veinticuatro años ya estaba de regreso luego de seis años de servicio en el ejercito, bueno, no iba a resaltar las dificultades que tuvo durante esos años y tampoco iba a negar que no tenia consecuencias de ello.

Cuando llego a su vieja residencia suspiro, todo había cambiado, veía más niños y todo lucia tan colorido en el barrio, al dejar el bolso en su casa quiso llamar a alguien pero recordó que el teléfono tenia muerta la batería y simplemente no quiso cargarlo, bebió la cerveza que compro de camino y se sintió extraño, no tener sus espadas a todo momento le hacia sentir vació, no estar entre la tierra y su vestimenta habitual lo hacia verse a si mismo como un desconocido.

“Zoro, cuando este niño nazca ¿Cómo quieres que se llame?-“

Abrió los ojos y miro la escalera, no se atrevería a subir, no mientras estuviera vivo.

Decidió tomar una siesta para calmar su cabeza e incomodidad, el sillón estaba sucio pero no tan sucio como aquella celda hace dos años…

--Durante su infancia no tuvo amigos, solo estaba Kuina, quien participaba en el Dojo que su tío había fundado pero el cual nunca estaba presente por sus servicios al país, en ese lapso esa niña se convirtió en lo más cercano a un amigo, fue su rival y podría decir que inconscientemente sus encantos llegaron a cautivarlo.

Con catorce años ya sabia lo que iba a ser de su vida -¿el ejercito?- ambos caminaban hacia su casa luego de un largo día de estudio -¿tu tío regreso?- negó pero luego hablaría con el cuando regresara -oí que fue emboscado ¿esta bien?- no moriría, de eso estaba seguro, ese hombre era su meta -¿Zoro?-

No era un chico de muchas palabras así que Kuina no era la excepción -me iré a los diecisiete-

Menuda sorpresa fue oír eso y sonrió de lado -entonces iré contigo-

No lo expreso, pero le había hecho feliz oírla, ambos a pesar de todo eran bastante unidos.

Pasaron tres años y ya era un muchachito que hacia lujo de su fuerza y capacidad en el Dojo, Kuina se había hecho una muchachita digna de envidia, ella ya había ingresado al frente del ejercito y esperaba con ansias la llegada de quien seria su compañero de lucha.

Luego de un mes Mihawk volvió y no fue sorpresa escuchar la petición del peliverde -esta bien- se quito las prendas y le dio la espalda -pero no es fácil- estaba listo para ello y no fue impedimento ser menor de edad, en solo dos semanas emprendió marcha junto al mayor.

Los entrenamientos y castigos eran tan cotidianos en su vida que no le afectaron, rápidamente impresiono a los superiores y llego a lo más alto que pudo en poco tiempo, ese chico era un orgullo y se lo demostró a su rival quien sonrió encantada y algo molesta, pero a pesar de todo eran amigos.

Con el tiempo a su lado sentimientos que desconocía brotaron en su pecho, su compañía y su risa le hacían feliz, protegerla en el frente y entrenar juntos era un deleite, no podía ponerle nombre a lo que estaba sintiendo entonces Mihawk fue directo -te enamoraste- bebió de su café viendo con gracia como la expresión de su sobrino cambiaba, en verdad que era un idiota en esos asuntos -ya pasaron dos años estando juntos, no puedes ser tan despistado-

Se puso de pie y se retiro de su oficina, cuando estuvo solo se tapo la boca y el sonrojo en su rostro era muy visible, mierda, eso era nuevo, en verdad que su estomago se sentía extraño estando con ella -¡Zoro!- venia corriendo y sujeto su mano -ven conmigo- apretó sus labios y disfruto del momento. Estuvieron bajo un árbol y ella se veía sonrojada ¿acaso podría ser que iba a-?

-¿Para que me trajiste aquí?- toco su Katana nervioso -debo entrenar-

-Sera unos minutos- estaban de pie, esperando, la brisa meneaba su cabellera -debería cortar mi cabello-

Antes de ingresar al ejercito su cabellera era larga y eso en parte le gustaba aunque fuera una debilidad -¡Yo-Yo creo que te que-queda bien el la-largo!- sonrojado confeso algo que le gustaba de ella.

-Gracias- el sol le daba un gran aire de belleza, en verdad que este sentimiento era molesto pero no le desagradaba, aaah, al parecer Mihawk acertó, esto es amor, ella a pesar de ser tan fuerte era tan frágil y debía de protegerla a toda costa, era el momento de confesarse, era el ahora o nunca.

-¡Kuina!- el grito la había sorprendido pero presto atención a su compañero, estaba rojo y nervioso pero debía de ser honesto, por lo menos con ella -tu me gus—

-¡Al fin llegas!- un chico le beso su cabellera y lo saludo -Zoro-

Su corazón latía de una forma frenética ¿Por qué permitió que le besara la cabeza? -¿el es…?- apretó su puño y espero la respuesta, no debía de alterarse, aun no había dicho nada concreto.

-El es Saga, mi novio- se miraban de una manera tan directa, se transmitían muchos sentimientos y el se sintió opacado en un segundo -quería decírtelo cuanto antes-

Su labio tembló y su mano se aflojo -vaya- mostro una media sonrisa -no puedo creer que encontraras pareja, debes tenerla difícil Saga- golpeo con su puño el hombro del chico -es una mujer complicada-

-¡Zoro, no le digas eso!-

El moreno asintió -pero ella es la mujer que amo así que es perfecta, me hace feliz conocer a su pequeño hermano de corazón-

-Si- una aguja perforo su corazón y palmo su hombro -cuídala por favor, es muy preciada para mi-

-¡Roronoa! ¡Te llaman!- se alejo de ambos chicos regresando a su deber, Mihawk de pie a su lado lo acompañaba a su destino pero se detuvieron -eres fuerte Roronoa, no lo olvides- sus hombros temblaban, Kuina no lo sabia pero había roto su corazón y sentía ganas de llorar, aunque se viera fuerte el tenia un corazón muy frágil y apenas podía asimilar en verla con alguien mas que no fuera él -ve a tu cuarto, nadie te llamaba-

El mayor había querido proteger a su sobrino y lo hizo como pudo pero al alejarse sintió que debió haber hecho algo más que solo darle palabras -lo hiciste bien Mihi- el pelirrojo de pie a su lado observo a su pareja -Zoro es fuerte y el podrá superar esto ¿Qué te preocupa?-

-La manera en como piensa superar esto- no se equivoco, en poco tiempo el peliverde tomo una de las peores misiones, no muchos tenían los huevos de irse de cabeza a una base enemiga, era un afrontamiento suicida, no había chances de sobrevivir a ello.

-¡Estas loco! ¡¿no quieres vivir?!- la peliazul entre lagrimas sujetaba su mano, no tuvo el tiempo de convencerlo, todo fue repentino -¡Zoro!- Saga a lo lejos veía a ese grupo de suicidas, todos eran temerarios y lo peor es que eran apoyados por sus superiores -por favor- de un manotazo alejo su mano, aun seguía quemando.

-No llores, tu no eres así de débil, no seas patética- herirla, quería herirla -si no tienes esta clase de voluntad en este suelo, no tienes derecho a ser parte de nosotros- frialdad, debía ser más frío con ella.

-Es suficiente- Ojos de Halcón detuvo esto antes de que fuera peor -vete Roronoa, Trafalgar- el moreno lo miro -te los encargo- el ojeroso asintió y subió al helicóptero.

-Zoro- lo llamo en vano, el moreno le dio la espalda y avanzo, si debía de morir, era el momento. La joven se quedo llorando, no quería perder a su mejor amigo.—

Se despertó al escuchar ruidos, ya era tarde y no había hecho nada de lo que pensó en el camino, su estomago gruño y decidió salir a comprar, portaba sus Katanas y las calles estaban oscuras pero aun lucían sus comercios abiertos, compro unos panes y un par de cosas poco nutritivas, se veía sospechoso ante muchos ojos pero poco le importaba, hacia frio así que regresaría lo más rápido posible.

Vio un chico, no, era un niño caminando a prisa hasta un lugar abandonado, se veía de mala muerte y tenia pésima pinta, iba a ignorar lo que vio pero de golpe Kuina vino a su cabeza ¿Por qué? Camino y se metió, eran puros escombros y de suerte vio algo de techo, estaba alli riéndose y jugando con sus manos, tenia una cabellera demasiado llamativa, parecía el de un ángel y sin creérselo el cuchillo se deslizo por su brazo dejando un hilo de sangre, ese chico quería morir y estaba en todo su derecho de hacerlo.

“¡¿Por qué quieres que viva?!”

Cerro los ojos ¿Por qué? Eso fue estúpido de preguntar -¡Detente!- lo sujeto de la muñeca, era muy delgado, tan delgado que dudaba que comiera bien, empezó a decir estupideces e intento besarlo, sentía la calidez de sus labios en su mentón, este niño estaba drogado, por sus adentros se rio al oírle decir que era fuerte y en cuanto pronuncio a su madre en verdad que no mentía, tuvo que ejercer más fuerza de la que quiso al sentir que en cualquier momento se le escaparía de los brazos, no tuvo opción, tuvo que golpearlo para que se calmara, apoyo su nariz en aquellos cabellos y lejos de todo pensamiento que tuvo, olía bien, se quedo alli con el cuerpo del menor entre sus brazos ensimismado en su llamativo aroma, era delgado, fuerte pero a la vez frágil y sobre todo, era un gran adonis.

-Que suave- susurro, era la primera vez en mucho tiempo que se sentía cómodo aunque la posición no lo favorecía -niño...vive-

Lo cargo en brazos y se cruzo con dos oficiales los cuales amablemente le indicaron la casa del problemático chico, no sin antes preguntar la clase de problemas en los que se metió, tuvo que mentirles por el momento, mentiría solo una vez….

Toco el timbre y el rubio mayor lo atendió -¡renacuajo!- había estado jodidamente preocupado, el peliverde lo recostó en su cama y bajo -agradezco que lo trajeras ¿quieres comer algo?-

-No, yo—su estomago gruño y se maldijo por ello, el rubio mayor se rio y le ordeno que se sentara.

-Ten, soy Zeff-

-Zoro- se llevo un bocado a la boca y mierda que sabia bien -¿su hijo?-

Negó -mi nieto- tenían parecido así que estaba bien, gozo de aquel plato y mostro su satisfacción al estar con intenciones de dormirse, Zeff noto las placas en su cuello y no pudo callarse -¿eres militar?-

-Si- bostezo -acabo se regresar y me tope con su chico-

-¿Estas bien?- se quedo viendo al viejo, comprendió su pregunta y no dio respuesta alguna, podría fácilmente mentirle pero no era honesto ni con el, ni con el mayor -no me respondas, eres un buen chico, agradezco que trajeras a Sanji-

Así que su nombre era Sanji, le quedaba, le quedaba jodidamente bien, suspiro y sonrió de lado, en parte le hacia feliz saber su nombre -no fue nada, nos vemos- salió de la casa y sintió algo en su cuerpo, era una clase de satisfacción, hacia mucho que no se sentía así y no pudo evitar recordar algunas cosas, recogió sus katanas y regreso a paso lento a su casa.

--La misión duro dos semanas y la angustia consumía el cuerpo de la joven, Saga había sido enviado en búsqueda del grupo, había oído de la victoria pero nada más, por lo menos….por lo menos quería el cuerpo de Zoro, en su habitación oyó el sonido de un helicóptero y corrió, fue una alegría ver a Saga con Zoro a su lado, lo abrazo con fuerza, estaba bien, su hermano de corazón estaba bien.

-Zoro ¿Cómo-?- se quedo helada y su mandíbula tembló, Zoro la miraba de una forma aterradora -Zoro ¿estas bien?- no recibió respuesta y eso la asusto -¿me recuerdas?-

-Kuina- el moreno la tomo de los hombros alejándola de su amigo -no te le acerques- susurro

El peliverde avanzo siendo seguido por Trafalgar, Kid, Ace y Robin ellos eran el grupo suicida que sobrevivió al ataque, eran los demonios.

Akainu apareció frente a ellos -Estoy orgulloso de ustedes, acabaron con el enemigo sin dudar y le dieron victoria al país- sus palabras eran vacías para los que llenaron de sangre sus manos -espero verlos de nuevo y que su siguiente lucha sea una victoria-

-¡Si!- los cinco saludaron al sujeto y continuaron su camino.

Mihawk recibió a su sobrino, era notorio el cambio en el peliverde y trato de hablarle sin afectarle -tu misión fue un éxito, estoy orgulloso- apretó los labios -Roronoa, no pienses en ello- se agacho y cubrió su rostro, su alma estaba bañada en sangre, no se reconocía, estaba preparado…creyó que lo estaba, no emitió sonido alguno y tras quedarse alli unos minutos volvió en si, no era su culpa, solo cumplió su misión.

-Lamento haberte mostrado este lado- de pie acaricio sus espadas y suspiro relajándose, cuando estaba con ellas recordaba un poco de su yo antes de irse -afecte a Kuina, me siento culpable-

-Ella lo entenderá- lo acompaño hasta la sala comedor, todos los soldados estaban reunidos y parecía que el tiempo se detuvo, todos lo miraban.

-¿Que te pasa?- Law a su lado leía unas pequeñas notas, recordaba esa libreta, fue cuando… trato de no pensar en ello y avanzo a su lado -parecemos bichos frente a estos idiotas-

El pecoso se colgó del hombro de Trafalgar -¡Hey! ¡¿Qué van a comer?!-

-Quítense de mi camino pedazos de basura- hablo el pelirrojo tras ellos

-No es buen carácter Eustass- hablo la pelinegra.

Era el grupo especial, el grupo suicida, todos se alejaban temerosos, eran inhumanos, ya no eran los mismos de siempre -por suerte el ruido disminuyo- murmuro, mordió la manzana y siguió leyendo, estaba sentado junto al resto, ninguno interactuaba mientras comían, era la muerte misma estar alli.

-Zoro-

Apretó los ojos, quería hablar con ella pero aquí no, frente a todos no, iba a echarla pero Law se adelanto -eres molesta mujer ¿no ves que estamos comiendo?-

-No hable contigo- fue directa, no le temía a este hombre -Zoro- sonrió de lado, esa mujer tenia agallas

Kid se carcajeo y se puso de pie enfrentándola -las mujeres como tu son las que me gustan- la sujeto de la muñeca y la atrajo -¿quieres tener una cita conmigo?-

Saga no pudo siquiera avanzar un pie ya que Shanks lo detuvo.

-¡Seria una deshonra salir con una escoria como tu!- Robin trato de simular su risa y Ace venia la situación con indiferencia y la boca llena de comida ¡Zoro, te estoy hablan-! ¡Duele!- estaba apretando con fuerza su muñeca, esa no había sido una buena respuesta para el Gran Eustass Kid -¡Suéltame!-ni siquiera lo pensó, levanto su pierna encestándole una patada en el mentón pero el hombre no se había inmutado, una sonrisa se asomo en su rostro aterrando a la peliazul, la arrojo de una bofetada contra el suelo.

Iba a pisarle la cara cuando la espada de Zoro rozo su mentón -no lo pienses- sonrió y se aparto, era inusual verlo así -ponte de pie- hablo mientras apoyaba su espada en su hombro -rápido-

Con sobreesfuerzo lo hizo y miro con dolor al moreno -Zoro-

-No me avergüences Kuina- se volteo y la dejo alli, su mejilla comenzó a hincharse y se pregunto el porque todo dio un giro tan abrupto, sin poder evitarlo lloro, ese ya no era su hermano de corazón, ni siquiera se asomaba a su amigo de la infancia, era un monstruo.

-¿Qué fue eso?- pregunto el pelinegro al verlo salir -la dañaste aun más-

Apretó su katana y se contuvo -me di cuenta que…es por su bien- soltó dolido, si se quedaba a su lado solo pasarían cosas malas.

Aun amaba a Kuina y se dio cuenta que para que esos sentimientos desaparecieran debía alejarla de cualquier manera, aunque se lastimara, aunque la hieran, debía hacerlo.

El tiempo paso y su amistad se vio quebrajada por la indiferencia que el mismo provocaba, Saga era la fuerza de su amiga y eso era suficiente, Shanks observo el pesar del peliverde y tuvo intenciones de intervenir pero Ojos de halcón no se lo permitió, no era momento para involucrar sentimientos.

Sus manos temblaron al oír la nueva orden, Zoro, Kid, Robin, Law, Ace y Kuina, ese grupo tenia la nueva misión de ataque, una misión suicida.

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