Capítulo 10.

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Chris's POV

El guardia había venido a buscarme porque tenía una visita. No me había dicho quién era, así que la única persona que me venía a la mente era mi hija, a pesar de que le había dicho muchas veces que ya no podía venir a verme porque era peligroso.

La puerta de la sala de visitas se abrió y el guardia me señaló la mesa donde estaba mi visita. Suspiré aliviado al ver que no era Rebecca.

Caminé con paso lento y me senté en frente de ella.

—Soy Alison Wood.—Se presentó.—Tu abogada.

—Sé quién eres, he oído hablar de ti. Pero...—Pausé.—Yo no te he contratado.

—Ha sido tu hija.

Puse los ojos en blanco.—Agradezco mucho que estes aquí, pero no hay nada que puedas hacer.—Me levanté para irme cuando su voz me detuvo.

—Esta vez si.—Me mostró un sobre. Por un momento dudé, pero al final me volví a sentar.—Voy a sacarte de la cárcel. Después ya veremos como solucionamos lo de los Donovan.—Dijo mientras yo abría el sobre.

Me quedé sorprendido. Esas pruebas demostraban mi inocencia.—¿De dónde has sacado esto?—Fruncí el ceño.

—Ha sido Rebecca.

—¿Te ha dicho cómo las ha conseguido?—Negó con la cabeza repetidas veces.

Algo no me gustaba. No tenía ni idea de que estaba pasando, pero conocía a Rebecca demasiado bien y sabía que se había metido en algo muy turbio y todo por salvarme a mi. Si en algún momento le pasara algo, yo no podría con el sentimiento de culpa. No podría volver a soportar algo así.

Desde la traición de Damien, me costaba mucho confiar en alguien, pero ahora mismo la única persona en quién confiaba, a excepción de Becca, era Víctor. Y tenía que decirle que no le quitara ojo de encima. En cuanto saliera de aquí, me iba a encargar personalmente e iba a dejar claro que Christopher Hunter era el mismo de siempre o incluso se había convertido en alguien mucho peor y nadie amenazaba a la persona que más quería en el mundo.

—Antes de nada quería hablar contigo y ver si estabas de acuerdo en que solicite un nuevo juicio, porque con estas pruebas, estas fuera de la cárcel en un abrir y cerrar de ojos.

Asentí.

—En cuanto tenga noticias, te lo haré saber.

Le di las gracias y me levanté para volver a mi celda. De camino me crucé con Jax, quien me miraba fijamente. Así que le mantuve la mirada.

—¿Qué pasa, Hunter? ¿Te han dado malas noticias?—Y ahí estaba otra vez el guardia más tocacojones que existía.

Lo miré fijamente con cara de póker y decidí seguir caminando sin decir una palabra.

—¿Estás triste porque no viene tu hija a verte?—Continuó. Si no quería llegar a su casa con un moratón en el ojo, lo mejor era que se callara.

Al ver que no respondía, soltó una sonora carcajada. Estaba empezando a cabrearme. Así que me giré y caminé hasta quedarme a escasos centímetros de él.

—Voy a salir de aquí, así que ten cuidado no vaya a acabar otra vez en la cárcel por haber cometido TU asesinato.—Recalqué.

El guardia se puso blanco y parecía que le costaba tragar saliva. Había estado todos estos años tocándome los cojones así que por una vez sonreí victorioso.

Lo primero que iba a hacer en cuanto saliera de aquí, era averiguar en qué cojones se había metido Rebecca.

Rebecca's POV

Había quedado para reunirme con Víctor en la cafetería de siempre.

Cuando decidí encargarme de La Mafia, Víctor y yo elegimos esa cafetería como un punto de encuentro seguro al estar situada en las afueras de Los Ángeles y desde entonces seguíamos reuniéndonos ahí.

Eché el azúcar al café y lo removí.—Mi padre va a salir de la cárcel.

—Lo sé. Se ha puesto en contacto conmigo para decírmelo.

Sonreí. Siempre había dicho que no confiaba en nadie, pero lo cierto era que Víctor siempre había estado ahí.

—Nunca hemos hablado de esto, pero ¿por qué no te marchaste de Los Ángeles como todos los demás?

Víctor se encogió de hombros y sonrió.—Conozco a Chris desde que éramos niños. Además, le prometí que cuidaría de ti.—Pausó.—Aunque sé que sabes cuidar de ti perfectamente.

Sonreí de nuevo. Víctor era la definición de lealtad. Mi padre solo había cometido un error en su vida y yo no iba a cometer el mismo. Por eso, estaba siendo cautelosa.

—¿Cómo has conseguido las pruebas?

—Me llegó un sobre anónimo a la puerta de casa.

—¿Y no te pareció extraño?

Sabía lo que estaba haciendo Víctor. Estaba intentando averiguar si ocultaba algo, pero en este mundillo no te quedaba otra que sonar creíble.

—No.—Dije convincente. Había aprendido del mejor maestro, de Chris.

—Entonces ahora solo tenemos que pensar cómo vamos a librarlo del nuevo juicio.—Dijo refiriéndose al caso Donovan.

—No sé que pruebas van a salir, pero obviamente son falsas.—Ambos lo sabíamos. No teníamos ni idea de quién odiaba tanto a mi padre. Al principio pensamos en Gabe, pero él ya tuvo su momento triunfante delante de todos los ciudadanos de Estados Unidos, así que lo habíamos descartado.

—No sé, Rebecca. Todo esto me huele muy mal.—Víctor era una persona que casi nunca se equivocaba. Cuando tenía un presentimiento se cumplía casi siempre.

—A mi también.—Dije.—No me gusta nada.—Esta era una muy buena oportunidad para contarle a Víctor mi encuentro con Damien, pero quería ser cautelosa y no precipitarme. Si Damien me la estaba jugando, quería dejarle creer que lo estaba consiguiendo. Así que, decidí no contar nada todavía.

—Si tienes noticias, avísame.—Se despidió Víctor de mi.

Asentí y me quedé a terminar el café antes de volver a la oficina.


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Estaba sentada en la silla de mi despacho, tecleando en el portátil. Encendí un cigarrillo y expulsé el humo lentamente mientras leía otra vez la noticia de los Donovan. Si antes sospechaba que Mike Donovan no había tenido la iniciativa de reabrir el caso, ahora estaba completamente segura de ello. Alguien quería ver a mi padre sufrir y eso era algo que no iba a permitir.

Seguía pensando cuando me sobresaltó el sonido de mi móvil. Era un número oculto. No sabía si descolgar o no, hasta que después de unos eternos segundos, por fin, lo cogí.

—¿Sí?

—Rebecca Hunter, escucha atentamente este mensaje: el sábado en South Central a las 0:00. Ven sola y si no te presentas habrás sentenciado tu muerte.—Dijo una voz modulada.

No me dio tiempo a responder, ya que quien fuera que estuviese al otro lado de la línea, colgó. Quedaban cinco días para el sábado y no tenía ni idea de que estaba pasando, pero tenía muy claro quien era yo y ya no podía controlar más a la bestia que estaba a punto de ser liberada. 

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