Capítulo 25.

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Axel's POV

Los dos hombres que tenía en frente no reaccionaron a tiempo. Dos balas impactaron en sus respectivos cráneos y cayeron desplomados al suelo.

El callejón en el que nos encontrábamos era grande, así que divisé un hueco en la pared donde podía ocultarme para ver cuántos hombres más aparecían y así poder atacar.

El sonido del coche se apagó y cuatro hombres armados aparecieron. Era uno contra cuatro, pero no me importaba. Iba a salir ileso de esta.

Joe me entrenó para ser una bestia. Cerré los ojos y escuché los pasos de mis enemigos para saber exactamente a cuanta distancia se encontraban de mi. Cuando lo supe, abrí los ojos para ver a través de la oscuridad. Joe me lo enseñó.

Había progresado mucho en los entrenamientos. Eso era lo que Joe me decía. Con el paso del tiempo, noté que me estaba volviendo más frío, calculador y violento.

No sabía que estaba pasando conmigo, pero sabía que había algo que estaba mal. Algo estaba mal conmigo porque ese comportamiento no era normal en un niño.

Después de empezar a entrenar con Aaron, me atreví a cuestionar a Joe una vez más. Joe nunca me puso una mano encima, a diferencia de su mano derecha. Aprovechó un día que no estaba y vino a buscarme a la celda. Me sacó de allí y me pegó la paliza de mi vida. Nunca me había sentido tan vulnerable e indefenso como aquella vez.

Cuando Joe se enteró casi lo mata, pero decidió dejarle vivir. Después de eso, me enseñó a escuchar a mis adversarios, a saber donde se encontraban dando unos simples pasos. Me enseñó a no mostrar mis debilidades, me enseñó a ser fuerte. Me entrenó para ser un asesino a sangre fría.

Era muy importante conocer la posición de tu enemigo porque sólo así, estarás un paso por delante de él y ganarás.

—¿Dónde está?—Habló uno de ellos.

Estaban por delante de mí y me estaban dando la espalda. No me gustaba matar por detrás, pero no me quedaba otra opción. Eran ellos o yo.

Eliminé a dos de ellos y apunté a los otros dos con el arma. Ambos me estaban apuntando con sus respectivas armas.

—Tirad las armas y saldréis de aquí sin un rasguño.—Dije con tono autoritario.

—Tira tú el arma y quizás salgas vivo de aquí.—Respondió uno de ellos.

Estallé en carcajadas.—Mira a tu alrededor. ¿Estás seguro de lo que dices?

—Cualquiera es capaz de ganar si mata por la espalda.

Esbocé una sonrisa.—Esta bien. Cara a cara a ver quien gana.

Ambos hombres estallaron en carcajadas.—Creo que no has contado bien. Somos dos contra uno. Y para darte opciones de ganar, vamos a luchar sin armas.—Tiraron sus armas al suelo.

Esbocé una sonrisa ladeada y dejé caer mis armas. Acababan de cometer el mayor error de sus vidas.—Acabáis de sentenciar vuestra muerte.

Uno de ellos se abalanzó sobre mí y comenzamos a forcejear. Le di una patada en el estómago e inmediatamente puso las manos en su abdomen debido al dolor que le había causado. Ipso facto, el otro hombre que estaba viendo la escena desde la distancia, acudió a su rescate. Le propicié un puñetazo en la cara al que se estaba retorciendo de dolor y cayó al suelo. Seguidamente, el otro hombre intentó pegarme un puñetazo, pero lo esquivé. Agarré su brazo y lo retorcí hasta que soltó un gruñido de dolor. Pasé el brazo alrededor de su cuello y se lo partí. Su cuerpo inerte cayó al suelo.

El otro hombre que estaba en el suelo, se levantó y consiguió alcanzar un arma. Me apuntó con ella.

Sabía que iba a apretar el gatillo, así que esquivé la bala y llegué hasta él. Iba a volver a dispararme, pero fui mucho más rápido que él. Así que agarré su mano y apunté a su pecho justo cuando disparó. El hombre, que tenía una mirada asustada, cayó desplomado al suelo junto con un enorme charco de sangre.

Solté un suspiro pesado y me quedé en el lugar porque sabía que aún no había terminado. No había pasado ni un minuto cuando, por fin, se dignó a aparecer. La ira se apoderó de mí porque no creía que hubiera sido capaz de hacer algo así. Hace unos años estábamos en el mismo bando.

—Ya era hora de que dieras la cara.—Me acerqué a él. Solo estábamos los dos solos. No había nadie más.

—Supongo que tendrás muchas preguntas. Déjame decirte que todavía puedes unirte al bando ganador.

Solté una sonora carcajada y negué con la cabeza.—Me necesitáis para ganar y déjame decirte que no me voy a unir a tu bando. Acabas de traicionar mi confianza y eso es algo que vas a pagar muy caro, Markus.

Pronuncié su nombre con rabia. No sabía por qué había decidió ir contra mi. Él desapareció del mapa porque tenía a todas las organizaciones buscándolo. Nos dejó a Aaron y a mí sin respuestas.

—Huiste como un cobarde, como lo que eres.

—Se que quieres respuestas, pero tienes que confiar en mí.

—¿Confiar en ti? ¿Es que acaso te has golpeado en la cabeza?—Soné sarcástico.

Markus estalló en carcajadas.—Veo que tu sentido del humor sigue intacto.

—Y yo veo que has cambiado a peor. Te has equivocado y vas a arrepentirte de esto.

Negó con la cabeza.—El que está muy equivocado eres tú, Axel.—Pronunció mí nombre con desprecio.—Primero, caerá Rebecca y con ella, por fin, Christopher Hunter. Por último, caerás tú al equivocarte de bando. No me obligues a meter a Aaron, o mejor dicho, a su familia dentro del saco.

En cuanto sus palabras salieron de su boca, me acerqué hasta él y le di un empujón tan fuerte que se tambaleó hacia atrás. No hizo nada para defenderse. Estaba buscando provocarme y lo había conseguido.

—No te atrevas a tocar a Aaron ni a su familia porque lo pagaras muy caro.—Amenacé.

—Tranquilo, están bien, pero tuvimos que amenazarle con su preciosa hija para que tú aparecieras aquí.—Respondió mientras recuperaba la compostura.

—Eres un cabrón.—Apreté mis puños con tanta fuerza que los nudillos se me pusieron blancos.—Voy a acabar contigo.

—Suerte con eso.—Contestó con tono amenazador.—Acaba conmigo antes de que yo lo haga contigo.

Esbocé una sonrisa ladeada porque su amenaza no había causado ningún efecto sobre mi.—Después de todo el tiempo que estuvimos trabajando juntos aún no te has dado cuenta de quién soy yo.—Señalé con el dedo para que se diera cuenta de que no quedaba ninguno de sus hombres vivo.

—¿Desde cuándo pones tanto empeño en buscar a alguien?—Ignoró mi respuesta. Sabía que se refería a Rebecca.—¿Es que acaso el amor te ha cegado?—Dijo con tono burlón.

Negué con la cabeza y esbocé una sonrisa.—Ándate con cuidado, no vaya a ser que toda la mierda te explote en la cara, Markus.

—No te enteras de nada. Es hora de que te des cuenta de que estás peligro, Axel.—Dio media vuelta para marcharse del lugar. Estaba muy equivocado si creía que iba a dejarme con la palabra en la boca.

Negué con la cabeza y volví a sonreír. Markus, El Halcón y quien más fuera que estuviera detrás de todo esto, iba a arrepentirse de haberse metido con Axel Collins, de haberse metido con la bestia.

—No estoy en peligro.—Contradije con una sonrisa ladeada y giró sobre si mismo para mirarme. Terminé la frase y lo dejé descolocado. Finalmente, me marché victorioso de aquel encuentro.—Yo soy el peligro. 

BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora