Capítulo II

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Si el dolor y la desesperación pudieran hablar ¿qué dirían? ¿serían tan crueles como lo que te hacen sentir? No lo sé, pero quiero que desaparezcan de mí. La culpa se mezcla con la angustia, juegan cómodamente, se pasean frente a mí, se burlan y me escupen en la cara. Prefiero el dolor físico, antes que los pensamientos torturosos que no me dejan libre.

El automóvil se detiene, ni Natasha, ni yo mencionamos palabra alguna. Ambos nos sentimos vacíos, no hace falta expresarlo con palabras cuando nuestras expresiones nos delatan. Limpio mis lágrimas, no me queda nada más que hacerlo. Ella baja de su auto y lo rodea para ayudarme a bajar, enseguida se encarga de cerrarlo y, sirviéndome de apoyo, avanzamos a la casa.

Sé que peso demasiado, los suspiros y gemidos que lanza en algunas ocasiones la delatan, sólo me queda agradecerle por hacer esto. Me ayuda a subir las escaleras, quiero ir a mi recamara para al menos recostarme y dormir hasta perderme del mundo, pero sobre todo, de mí mismo.

Me ayuda a recostarme, se encarga de ponerme cómodo, moviendo algunas almohadas y elevando un poco mi pierna fracturada.

-¿Quieres algo más, Christoph? ¿Tienes hambre? ¿Quieres dormir? ¿Necesitas agua, una ducha, enciendo el televisor?

Agradezco su amabilidad.

-Natasha, has hecho mucho por mí hoy, por favor ve a casa a descansar, yo me encargaré del resto.

-¿Estás seguro? Sólo quiero ayudarte -está de pie, a un lado de la cama, con sus brazos cruzados y una expresión tranquila- sé que podrás hacer muchas cosas sólo, de hecho lo mejor es que comiences a hacerlas, pero recién sales del hospital y estás agotado. Puedo preparar algo y después irme, te costará mucho llegar a la planta baja.

-Eres muy amable Natasha, jamás podré agradecértelo. Por favor sí, tengo hambre y sed.

Asiente, ni ella ni yo podemos sonreír, se mueve por la habitación, buscando algo, enseguida toma un objeto que reposaba en uno de los muebles, cuando se acerca de nuevo y me lo da puedo ver que es el control del televisor. Ella enseguida sale. En un intento por calmar los pensamientos que me destrozan la enciendo. Cambio de canales viendo que todo es una mierda.

Ayer regresábamos de ver a sus padres, nuevamente todo había terminado en un desastre.

-Tal vez todo hubiera salido bien si pudieras hablar de deportes, de política o ciencia. Aburres a mi padre Christoph, sólo hablas de música y lo estresa -sus gritos me estaban alterando, la fuerte lluvia me mantenía nervioso. El limpiaparabrisas se movía lo más rápido que podía, y aún así no podía ver con mucha claridad.

-Evi, lo lamento cielo pero no me interesa nada de lo que parece interesarle a tu padre, cada día hago un esfuerzo por interesarme en eso, pero lo encuentro soso, sin gracia o sentido. Entiendo que otros adoren esos temas, pero yo no soy ellos.

-Jamás has puesto de tu parte para llevarte bien con mi padre, sabes lo mucho que él significa para mí y te vale una mierda.

-Basta Evi, nunca me ha importado poco, cada día trato de ser bueno contigo y con él, pero comienzo a cansarme. Te amo, lo hago con todo mi ser pero eso no es suficiente para ti, ni para tu padre.

-Esas cosas no se reprochan Christoph. Y si tanto comienzas a cansarte de mí, entonces bájame aquí, no debes estar soportando más de mí -en ese momento ella se quitó el cinturón de seguridad, eso me alteró aún más.

-Basta Evi, no pienso dejarte aquí, en medio de la nada, a mitad de la autopista.

Ella ya estaba llorando. Me odie, yo siempre era el culpable de esas lágrimas, mis discusiones siempre la hacían llorar. ¿Por qué no simplemente guardé silencio y acepté todo lo que ella me decía? Evi tenía razón, yo debía esforzarme con su padre. Era un tipo frío, pero al final era un humano ¿no? Tendría sentimientos.

-¡Bájame de este asqueroso automóvil! Christoph Schneider voy a saltar si no lo detienes.

No pensaba seguir sus ordenes.

-Estás mal, no voy a detenerme y tú no vas a saltar del automóvil -lo dije seguro pero estaba aterrado, sabía que era capaz de hacerlo, a pesar de eso no me detuve, fue mi culpa.

Ella abrió la puerta, un vehículo venía hacía nosotros, no pensé mucho, la situación se me fue de las manos. Sujeté con fuerza el brazo de Evi, pero ese movimiento tan brusco hizo que perdiera el control del volante. Golpeé al otro auto, salí de la carretera para estamparme contra uno de los grandes árboles que custodiaban la autopista. Perdí la consciencia. No sé cuanto tiempo pasó, una ambulancia llegó. Estaba aturdido y un fuerte dolor en mi cabeza, abdomen y pierna no me dejaban tranquilo, eso dejó de importarme cuando recordé que Evi iba conmigo. Ella no estaba en el asiento copiloto, el parabrisas estaba destrozado. Traté de levantarme, su cuerpo estaba a unos metros frente el auto destrozado. Quería salir para saber si estaba viva. Los paramédicos me subieron primero a la ambulancia. Ese choque ya había ocasionado un fuerte tráfico. Intenté levantarme mientras la camilla era subida a la ambulancia, luchaba contra los paramédicos. La vi tirada mientras la lluvia caía sobre su cuerpo, creí que estaba muerta. Después de tanto luchar volví a desmayarme. Pronto me enteré que fue un milagro que Evi sobreviviera, el hombre que iba en el otro auto salió con unas lesiones en el cuello, sólo eso ya que mi carro golpeo la parte trasera del suyo.

Natasha aparece con un vaso de agua y un plato. Le agradezco y comienzo a beber y devorar como si no existiera un mañana. Ella se sienta en el borde de la cama, lejos de mí, para darme privacidad y ver la televisión. Me preparó comida sin mucha grasa: huevos hervidos, acompañados de una ensalada y un trozo pequeño de carne.

-Fue todo lo que encontré -dice disculpándose mientras sigue dándome la espalda.

-Gracias Natasha.

No puedo decir si le quedó bueno o no, mi hambre no me permite degustar como debe de ser.

Al terminar se lo agradezco. Ella se levanta del la cama, tomando el plato vacío. Nuevamente se queda frente a mí.

-Necesitas tiempo para descansar. Traeré un recipiente con agua para que no tengas la necesidad de bajar. Aproveché para prepararte el desayuno, lo dejé en el refrigerador. Para mañana ya tendrás fuerzas para poder bajar. Estoy segura.

Sólo asiento. Ella sale de la habitación. Puedo darme cuenta que el sol se ha ocultado ya. Observo el reloj a un lado de mí, en la mesita de noche, son las 10. Sólo quiero despertar de esta pesadilla.

FERNWEH |Christoph Schneider|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora