Capítulo XXV

109 17 32
                                    

Termina el concierto en Berlín, sólo nos faltan dos semanas más de shows en el extranjero y podré estar de nuevo con Natasha, en Leipzig. Paso los camerinos, la gente nos pide fotos y constantemente debo firmar la portada de nuestro disco, no es molesto, me agrada conocer personas, pero es difícil cuando no la tengo para compartir todo esto.

Camino por los pasillos, listo para quitarme este traje, cuando Maddison se aparece de nuevo y me prohíbe el paso. ¿Qué le ocurre a esta mujer? Ni siquiera la gran cantidad de personas que caminan alrededor de nosotros le interesan. Intento moverme de un lado a otro, pero ella me bloquea el paso.

—¿Qué quieres? Creo que dejé muy en claro que no quería volver a verte en mi vida.

—No puedes huir de tu deseo sexual. ¿Crees que puedes soportar demasiado sin sexo? Nadie puede —se acerca a mí y comienza a masajear mis hombros—. Sólo vamos a tu camerino, nadie lo notará. ¿Acaso no te gustan estas tetas?

Yo las observo, si son grandes, y su escote no deja nada a la imaginación, pero observo su rostro enseguida.

—No quiero nada contigo, Maddison.

Suelta una risita burlona, y cuando menos lo espero la tengo de nuevo sobre mí, besándome y pegando su cuerpo al mío. He tenido suficiente con esta mujer. La separo de mí.

—¡Oops! —dice sonriendo sin despegar su vista de un punto fijo detrás de mí. Yo me giro.

Todo el pasillo se ha paralizado, la gente nos observa, pero todo se desmorona cuando veo a esa chica de cabello rojo, con un vestido corto y entallado a su cuerpo, observándonos fijamente. Ella simplemente se gira y comienza a caminar.

¡Joder! Que ganas de echar a perder las cosas tienen algunas personas.

—Nat, espera —me sorprendo por el hecho de que se detiene, y me encara, espera a que llegue frente a ella. Todos saben lo nuestro, y por lo mismo están expectantes a lo que pasa.

—Debemos hablar —me dice, seria, no puedo esperar mucho por esto.

—Nat, yo te amo, lo sabes y...

—Ve a cambiarte. Te espero en tu habitación de hotel, sé donde está.

Se gira y comienza a caminar para salir del lugar. Soportando todas las miradas clavadas en mí, voy casi corriendo a mi camerino, encontrándome con Maddison de nuevo y su sonrisita descarada que no soporto.

—Creo que nos vio —menciona.

—¡Vete a la mierda! —entro al camerino, me cambio lo más rápido que puedo, siento que pierdo el tiempo. Paul entra.

—Encárgate de ordenar este lugar —digo una vez que me he vestido.

—Sé la razón por la que está aquí, ella no quiere que te lo diga. Tú ve, pero no esperes mucho.

No sé a que se refiere, pero no tengo tiempo para escucharlo.

En menos de 15 minutos llego al pasillo que revela la puerta para entrar a mi habitación, ahí está ella, recargada en el muro.

—Natasha, yo no la besé, ella se abalanzó sobre mí, la quité enseguida. No sé cuánto viste, pero...

—¡Basta Christoph! Esta mañana me sentía una mierda por lo que vengo a hacer, pero ya no, sé que estarás bien.

—¿Qué?

No la entiendo, intenta ocultar sus sentimientos, lo sé. No puede decirme que no ha sentido nada después de lo que vio.

—Es que fui una idiota y ya. Siempre lo sospeché, y mientras estaba como una estúpida en Leipzig, mientras esa mujer los acompañaba a todos lados, fui una ingenua al pensar que resistirías sin sexo, pero a eso no vengo. Tenemos que terminar.

—¿Qué? No.

Está enfadada, eso a veces te hace decir cosas que no piensas realmente. Me acerco a ella, acaricio su rostro, Natasha no hace otra cosa más que observarme.

—Sí Christoph, ambos no podemos con esto, tú tienes necesidades y yo no puedo seguirte en cada ciudad que pisas, no tengo la vida resuelta como esa mujer, debo trabajar y...

—Es broma ¿no? —yo estoy al borde del colapso—. Vamos adentro.

—No, ya te he dicho lo que debía decirte —me dice retante.

—Pero yo no, y me dejarás hablar, joder.

Abro la puerta, tomo su mano y entramos.

—¿Es por Madisson? ¿Acaso no podemos estar felices por un momento? Finalmente nuestros horarios coinciden ¿quieres que exista una pelea?

—Debiste pensarlo antes de besarla.

—¡Yo no la besé! —finalmente saco toda esta desesperación con un grito ahogado y con lágrimas. Antes de cualquier cosa la tomo por los hombros y la acerco para besarla.

Esta sensación es especial, después de tanto tiempo sin sentirla, se siente mágico, como una especie de paz. No puede negarse, sus manos sujetan mi nuca con fuerza. Bajo mi tacto hasta sus glúteos, entonces hago que sus piernas se abracen a mi cadera. Nos besamos con fuerza y pasión. Así la llevo hasta el sofá de la habitación, ahí me pongo cómodo mientras siento su exquisito cuerpo. Pero entre el beso se separa, me observa con lágrimas.

—Jamás besaría a alguien que no seas tú, cuando sé que te tengo. ¿Acaso no ves que te amo? Ella ha estado así conmigo un largo tiempo atrás, le pedí que parara, pero no sé que pasó hoy.

Sus ojos analizan mis rasgos, sus dedos tocan mis labios.

—Durante este mes me aburrí en Leipzig. Recuerdo todas las noches en que me pedías intentar audicionar. Me han dado un papel como protagonista en una película independiente, mañana me voy a Australia.

—¿Qué? —esto no me alegra en lo más mínimo, no por mí.

—Había llegado demasido lejos como para decir que no. Decirlo por teléfono no sería bueno, Christoph. No hay forma de que esto pueda continuar. Estás en contacto con demasiadas mujeres hermosas, tienes un contrato para lanzar un segundo álbum, tienes giras, cada día te salen nuevos proyectos, sesiones de fotos, te será imposible dejar Berlín y yo no regresaré aquí hasta que termine el rodaje.

—Sé que es broma Natasha —estoy desesperado, sé lo bien que actúa, esta es una de esas ocasiones—. ¿Acaso no ves que te amo? Tú me amas. ¿Vas a dejar que la distancia se interponga entre nosotros?

—No me siento segura

—¿Segura a qué? —le grito logrando hacer que comience a llorar.

—A soportar la incertidumbre del no saber qué es lo que haces, si pasas el tiempo con otras mujeres, estar del otro lado del mundo como una idiota enamorada sin saber si sientes lo mismo por mí. Siento que te amo y te necesito, pero no necesito esto en mi vida, no quiero depender de ti y de tu amor porque no sé qué sería de mí Christoph.

Yo sólo la abrazo fuerte mientras siento como se rompe a llorar. ¿Cómo debo contradecir eso? No puedo, no porque yo me sentiría de la misma forma, con ella del otro lado del mundo, estando en contacto con gente poderosa y actores atractivos. Mi inseguridad es más fuerte, no puedo, pero no quiero perderla.

FERNWEH |Christoph Schneider|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora