Capítulo VI

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—No podemos mantener más a Evi en el hospital. Comenzamos a perder dinero desde que inició el año, Christoph. Por esa razón hemos venido a pedirte que desalojes nuestra casa, tienes una semana para buscar donde quedarte. Pensamos venderla para arreglar lo que tú has roto.

—Está bien —ni siquiera se disculparon. Yo no puedo decir nada. Esta casa ellos la compraron para Evi, no me pertenece y supongo que es lo justo.

—Otra cosa más —dice ese hombre antes de retirarse— hemos considerado lo que ocurrió ayer. Tú y Natasha tienen prohibido volver a pisar el hospital para ver a mi hija, por favor Christoph, no me hagas el malo de la historia. No me quiero ver forzado a sacarla del estado o del país. Que tengas un buen día.

Y ambos se van. Si Natasha no hubiera abierto la boca, nada de esto pasaría. Me llevan las diez mil putas.

Yo me quedo sentado en el sofá, esperando a que la puerta sea tocada, mientras mantengo entre mis manos una fotografía de Evi sonriendo, misma que yo le tomé cuando le pedí ser mi novia. Es como si hubiera desaparecido y su simple fantasma me atormenta.

La puerta es tocada. Por la hora no me queda duda de quién es. Cuando la abro sus ojos me dicen lo angustiada que está, pero no logran conmoverme. Regreso al sofá con mucha dificultad, ella me sigue.

—Christoph, no es justo. Me amenazaron con cambiarla de estado, son unos imbéciles.

—No —digo sin poder verla a los ojos— hacen lo necesario por su hija. Lo que cualquier padre o madre haría.

—Claro que no —contesta algo sorprendida por mi indiferencia ante lo que dice—. Ellos me van a escuchar, —comienza a caminar de un lado a otro frente al sofá donde estoy—. Son idiotas al pensar que pueden prohibirte verla.

—Basta Natasha. No hay nada que hacer.

—Claro que sí, yo...

—¡Maldita sea, para! —ella se sorprende, se queda parada frente a mí, observándome sorprendida por haberle gritado, pero no me detengo—. Tú fuiste la culpable, si tú no hubieras dicho esas cosas horribles nada de esto estaría pasando. Querías ser la heroína de este cuento de amor, pues lo echaste a perder todo. Fue tu plan y salió mal. Por ti no volveré a verla jamás, ¿puedes comprender lo que te digo?

Simplemente me cubro la cara con mis manos y comienzo a llorar.

—¿Por mi culpa? —dice molesta, con lagrimas al borde de esos espectaculares ojos verdes—. Tú eres un imbécil mal agradecido. ¿Cuál era tu plan? Pasar unos días dentro de una estúpida celda, quedarte callado mientras ese hombre te insultaba cuando tú jamás has sido el culpable de algo. Basta de culparte y culparnos a los demás. Afronta la realidad. Aquí estás atormentándote por cosas que no puedes cambiar y que jamás podrás. Quieres dejar de odiarte a ti mismo y ahora buscas a alguien más quien culpar y no lo voy a permitir, conmigo no Christoph porque yo ayer hice lo que tú debiste haber hecho desde que conociste a esos señores: dejarles muy en claro que ellos no pueden pisotearte sólo por el hecho de ser los padres de Evi, mujer la cual te maltrata, y no hace falta que lo discutas, es obvio lo que ella te hacía, pero si quieres defenderla es tu problema.

—¡No hables así de ella, yo la amo!

—¡Y yo también lo amaba como mi hermana! Pero eso se acabo. Las cosas se marchitan, despierta finalmente del estúpido cuento de hadas en el que estás y comienza a trabajar en ti, porque si Evi no ha despertado en 4 semanas, probablemente no lo haga en años. Despierta ya Christoph, antes de que pierdas a las personas que te quieren tal y como eres, aún con esa venda en los ojos y lo descortés que eres. Pierdes a tus amigos y ellos realmente te aman, harían cualquier maldita cosa por ti, pero no puedes ver más haya de Evi, no es porque la amas, es porque estás obsesionado con ella. Lo que sientes no es bueno, te está arrastrando al agujero más profundo de la perdición y lo peor es que no quieres salvarte.

FERNWEH |Christoph Schneider|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora