Capítulo XXVI

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—Eres una egoísta —sé que yo estoy siendo egoísta.

Levanta su vista, limpia sus lágrimas y se pone de pie, esta corta distancia me quema.

—Espero que seas exitoso Christoph, que tus giras logren llegar a decenas de países, lo lograrás, era lo que siempre querías. Tú alguna vez me dijiste que no importaba la edad que tuviera, el talento siempre iba a brillar. Dime ahora quien es el egoísta ahora.

Simplemente me da la espalda y tiene intenciones de irse, sin más. Voy detrás de ella, la tomo por la cintura, la giro y besándola camino hasta pegarla a la pared.

—No me vas a dejar —le susurró y ella intenta quitarme, estoy seguro que no quiere salir.

Veo dentro de esos encantadores ojos verdes, son demasiado poderosos para mí, y esa mirada triste me pide que no la deje ir, a pesar de los intentos que su cuerpo hace. Sólo la cargo en mi hombro para llevarla a mi habitación mientras hace un vano intento por golpearme.

—Te ordeno ahora mismo que me dejes ir Christoph Schneider, no estoy jugando, maldita sea.

Deja de hablar cuando la dejo caer en la cama. Se queda sentada en el borde, observando como comienzo a quitar el botón de mi pantalón, en cuanto lo hago me lanzo a ella, devorando sus labios. Estoy seguro que esta no será la última vez.

Con sus movimientos me invita a recostarme sobre ella, mientras acaricia mi cabello. Sus delgadas manos siempre han sido perfectas para palpar mi cuerpo, como si yo estuviera hecho justo a su medida, sólo para ella. Comienzo a gemir cuando comienza a estimularme, yo sabía que no quería irse, la conozco demasiado bien, maldita sea.

Sé que la desesperación de su cuerpo es imposible de retener cuando tiembla para quitarme las prendas. Ha nacido sólo para tocarme, porque lo hace con un ímpetu que me hace temblar y temer ante lo que puede hacerme.

—Te extrañé demasiado —me dice mientras necesita de una forma urgente que la desvista y la haga mía de nuevo, como todas aquellas veces en que este deseo no podía calmarse con nada.

Toda su ropa está en el suelo cuando entro. Una cálida y agradable bienvenida me recibe para perderme de nuevo en ella.

Una vez que estoy dentro, hace que giremos en la cama. Está sobre mí, sus manos haciendo presión en mi pecho y a veces rasguñándolo, sólo para darse impulso.

Cuando los dos nos corremos paramos todo y nos mantenemos abrazados, sin decir palabra alguna.

—Lo lamento —dice susurrando mientras acaricia mi abdomen.

—Yo no me disculpé cuando te dejé en Leipzig. Yo lo lamento por no saber lo que pasaba, por no apartarme de ella ante sus coqueteos.

—Esto ya no tiene que ver con Maddison —se mueve un poco y me observa, tiene lágrimas en sus ojos—. Se trata de nuestras inseguridades, nuestros deseos y sueños.

—Serás la mejor, y cuando tu película esté lista, iré a la premiere. Quizá ahí te des cuenta que dejarme fue un grave error y entonces vamos a poder estar juntos.

Ella me dedica una sonrisa y vuelve a acomodarse a mi lado, abrazándome.

—Cumple tus sueños por mí.

—Y tú los tuyos, por mí.

Sólo nos acariciamos hasta terminar dormidos. Al día siguiente puedo acompañarla al aeropuerto. Nuestros ánimos están demasiado decaídos, ¿cómo no? La mujer con la que planeaba casarme se va de mi vida, directo a Australia.

¿Qué podía hacer? ¿Prometer que nunca la engañaría? Los dos hemos escuchado esa promesa más de un par de veces, ¿cómo hacer que ella esté tan segura de que la cumpliré? La confianza en las personas jamás debe de ser ciega, lo sabemos.

—Fue lindo, gracias por todo Chris —dice una vez que anuncian que debe abordar su vuelo.

—Gracias a ti Nat, fuiste ese lugar al que siempre había querido ir, pero siempre temía dejar mi hogar. A ti te debo todo lo que soy ahora —ella sonríe.

—Sabes que no es cierto, no me agradezcas cosas que tú lograste solo. Espero verte pronto.

—Nos veremos pronto, listos para estar juntos de nuevo.

Me sonríe y enseguida me abraza, yo también lo hago, esto es jodidamente difícil. No quiero dejarla ir, pero es su sueño, no le cortaré las alas, no soy nadie para hacerlo. Creo que esto es parte del amor que le tengo.

Al separarnos simplemente nos besamos, estoy seguro que esté no será el último, porque haré todo en mis manos para encontrarla de nuevo y hacerla mi esposa. Sin embargo, sus labios tienen un sabor especial esta vez, quizá es el hecho de saber que no la veré dentro de un largo tiempo.

—Te amo.

—Yo también Chris.

Nadie derrama lágrima alguna, me dedica una sonrisa con una mirada llena de sentimientos, toma su maleta repleta de sueños acumulados desde que era una niña y camina lejos de mí.

FERNWEH |Christoph Schneider|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora