Capítulo IV

227 27 41
                                    

-Bien Christoph. Puedes decirme que es todo lo que sientes. Usa malas palabras si lo deseas, se hiriente con quien tengas que serlo. Sólo habla, deja que el nudo salga de tu garganta, no tengas miedo de llorar o de que tus palabras no tengan sentido.

Respiro, es difícil para mí tener que desahogarme con alguien a quien siempre le deseaba un buen día y ya. No conozco a Natasha para nada, ni siquiera sé sus apellidos, su edad, la razón de su amistad con Evi, pero justo esto es lo que me da confianza para decirle lo que siento. No nos conocemos de nada, lo que le diga será irrelevante para su vida.

-Todo es una mierda. Cada segundo aquí me recuerda a ella. El espacio vacío de la cama huele a ella, el olor del café, el color azul regado por toda la casa, las salchichas quemándose también me la recuerdan -Natasha observa la estufa y va a apagarla por el humo que sale de ese embutido ya negro en la sartén, enseguida regresa y toma asiento donde estaba-. Su padre es un hijo de puta, un imbécil que sólo la presiona por quererme. Su madre es una golfa que engaña a ese hombre pero ¿quién no lo haría con ese carácter de mierda? Entre los tres le hemos destrozado la vida, yo terminé por matarla, la he asesinado yo. Es que soy un imbécil que no pude hacer lo que ella me decía -mis lágrimas no me permiten ver más, Natasha se vuelve mi conciencia, me estoy desahogando-. Sé que la intención de esos imbéciles afuera es buena pero no quiero ayuda, no la merezco. Se esfuerzan demasiado por hacerme sentir bien cuando nunca lo lograrán. Quiero que me consuma el silencio, necesito desaparecer de este lugar, regresar a ese día y hacer las cosas diferente. No me queda energía ni ganas para caminar si quiera. La vida no es vida sin ella. Sólo necesito soledad, Natasha.

Ya no puedo decir nada más, recargo mi espalda en el respaldo de la silla y limpio mis ojos. Ella sujeta mi hombro, dándome palmadas con esa blanca mano.

-Hablaré con tus amigos y perdónanos. Nos sentimos mal por Evi y por ti, pero no tenemos la menor idea de como ayudarte, a veces podemos sonar fuera de lugar o hacer cosas inapropiadas. Sé que debes lidiar con tu dolor, estás pasando por un proceso de duelo, estaremos aquí Christoph, para lo que sea que necesites. Haremos lo que has dicho, sólo ten un poco de paciencia por nosotros.

-Gracias -me es imposible dar una sonrisa, pero hablar con ella me ha tranquilizado. Puedo respirar por unos segundos.

Ella sale de la cocina, todos tardan algunos minutos afuera, supongo que hablando.

-Christoph -menciona Natasha, todos entran detrás de ella-. Entendemos tu necesidad por querer soledad, pero en este momento, y si no te importa, nos gustaría poder tomar el desayuno contigo, antes de que todos vayamos al trabajo, pero si te niegas lo aceptaremos. ¿Quieres que te hagamos compañía?

Yo asiento. Ya tendré tiempo de sobra para estar solo.

Ella ayuda a servir la comida, igual que todos los demás, cuando terminan todos estamos al rededor de la mesa, pero hay un silencio muy incómodo. Entre todos se observan mientras mastican comida.

-¿Cuál es tu nombre? -suelta Paul observando a la chica de ojos verdes.

-Oh, cierto -ella limpia su boca un poco y sigue hablando- Natasha Romanova.

-¿Eres rusa? -pregunta Till.

-Nací en Ucrania, pero no recuerdo nada de ahí. Mi madre era estadounidense, mi padre era ucraniano.

-¿Eran? -pregunta Oliver.

-Eran -su semblante cambia. El ambiente de tristeza vuelve a intrigarnos.

-Lo lamento -menciona Richard.

-Gracias, supongo -la última palabra la susurra para después quedarse un silencio de cubiertos chocando con la porcelana de los platos.

-Chicos -digo perturbando el silencio- ¿Podrán llevarme al hospital después de esto?

Entre todos se observan, como si supieran algo que desconozco, esto me pone los nervios de punta.

-Christoph -habla Natasha al ver que nadie planeaba hacerlo-. Los señores Meyer me llamaron ayer en la noche. Dijeron que no querían volver a verte ahí, o llamarían a la policía -esos hijos de puta, no pueden separarnos-. Creí que sería buena idea no protestar porque tengo un plan. Hoy me dejarán cuidarla cuando salga del trabajo. Puedo pasar por ti para que la veas por un par de horas mientras ellos regresan al hospital.

-¡Que imbéciles! -no puedo evitar golpear la mesa con las palmas de mis manos-. Esos infelices no pueden hacerme esto.

-Christoph, comprendo lo injusto de la situación. Sé que te gustaría estar con ella todo el día, para ser tú quien la reciba cuando ella despierte, pero debemos ser razonables y más inteligentes que ellos. Por favor piénsalo. Pero tus amigos y yo no te llevaremos al hospital para que vayas directo a prisión. Será cuando yo regrese.

Estoy molesto, pero no puedo protestar nada ante eso, no a Natasha.

Pronto ellos se deben marchar.

-¡Hey, Romanova! ¿Quieres que te lleve a tu trabajo? -menciona Richard levantando las llaves de su auto en su mano, para mostrarlas, antes de que la chica salga de la cocina.

-Cerdo, ¿cómo nos llevarás al nuestro? -alcanzo a escuchar a Till susurrándole a Richard.

-Gracias emm... -ella se queda callada, observando a Richard con una expresión que pretende recordar algo.

-Richard -responde Flake con una sonrisa burlona.

-Si, eso Richard -puedo ver a todos burlándose de él mientras su rostro es de confusión y decepción total. Le dio justo en el ego Kruspe al no recordar su nombre-, pero en autobús llegaré en 10 minutos, así que no te preocupes y lo agradezco.

-Yo insisto -Richard no se cansa, y no lo hará hasta llevarla-. Podrás llegar en 5 minutos conmigo, sólo vamos.

Él camina para salir.

-Adiós Natasha -dice el hombre que se comió mi desayuno.

-Adiós Till y adiós chicos. Espero verlos pronto.

Los demás se despiden y ellos dos se marchan.

En cuanto la puerta principal se cierra, Oliver comienza a reír fuerte, seguido de todos.

-La expresión de Richard cuando ella recordó el nombre de Till, fue arte-dice Flake mientras todos se burlan, yo saco un intento de sonrisa, fue gracioso.

-Si, si, pero Richard tiene una hija y una novia. Debe respetarlas -dice Till un poco dolido.

-Vamos viejo -habla Paul-. Olvida a esa mujer. No duraran con Richard haciéndole ojitos a cualquier persona que se le cruza enfrente.

Richard regresa a los 10 minutos mientras todos ordenaban la cocina, enseguida los lleva a sus trabajos y yo me quedo solo. Va a ser un largo día de mierda. Voy a la sala de estar, sin poder desprenderme de las estúpidas muletas, me acerco a la mesa de centro y tomo un retrato de nosotros. Me tiro en el sofá mientras la observo y analizo su rostro, su cuerpo. ¿Algún día despertará? ¿Va a amarme después de lo que le he hecho? ¿Me va a perdonar? Son tantas dudas y demasiado dolor que me parece cegador, no veo las cosas con claridad, no puedo sentirme bien porque son tantas las posibilidades y ninguna certeza, que todo me aterra. Esto no pudo haberle pasado a ella, tan joven. Teníamos un futuro por delante y yo me encargué de sepultarlo.

No, jamás la dejaré ir porque ella no puede estar pasando por esto, no lo merecía, soy un idiota.

FERNWEH |Christoph Schneider|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora