Capítulo XX

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—Christoph, estoy perdidamente enamorado —dice Richard cuando él y yo estamos solos, mientras los demás hacen bromas.

—¿Tú? —digo burlándome—. ¿Richard Kruspe enamorado?

—Ya basta —dice muy molesto—. Odio esa sensación en la boca del estómago, las ganas de no parar de sonreír, o el deseo incontrolable de querer tomarlo entre mis manos y besarlo. ¿Cómo haces para evitarlo con Natasha?

—¿Te parece que lo evito? —él niega.

—Me refiero a cómo haces para no quitarle la ropa y hacerle el amor frente a todos.

—Pues lo hago en privado, sé que si espero la recompensa será grande.

—Eso no me sirve —dice molesto—. Es que Paul me tiene dando vueltas todo el día, tan sólo obsérvalo —yo lo hago, él habla con Till mientras hace caras graciosas como cuando imita a alguien, mientras Lindemann ríe—, es tan y sociable, y yo un amargado que aprovecha el primer momento para estar solo.

—Así que es Paul, yo creí que era Till, tú sabes, está fuerte y...

—Sí, me enamoré de Paul, sólo olvídalo y no se lo digas, estoy en apuros. Siento que hay una tensión entre los dos. Él se habla mucho con Natasha, ¿por qué no le preguntas a ella quién le gusta? No creo que sea gay o bisexual.

—Estás jodido amigo —él suelta una risita.

—Lo sé, y ninguna chica en mi cama puede sacarlo de mi mente.

Estoy frente a la puerta de su apartamento. Más temprano de lo que le he dicho. Estoy agotado. Hoy no hicimos nada más que tocar una y otra vez, discutir sobre la música, nunca llegaremos a un acuerdo, al menos no en uno donde todos podemos estar felices.

Natasha me abre, pero está sorprendida.

—Te esperaba más tarde —dice envuelta en una toalla, completamente mojada.

Yo sonrió.

—Pagarás lo que hiciste hoy.

Entonces tomo su cintura y entro al apartamento.

—Chris, espera —entonces la pongo contra el respaldo del sofá, está dándome la espalda, sus glúteos están haciendo presión con mi erección, yo sujeto sus manos en su espalda baja, para evitar que se vaya, la tengo sometida.

—¿Qué pasa? —pregunto sin soltarla.

—Yo estaba en la ducha, iba a depilarme pero llegaste, si me das 5 minutos puedo hacerlo.

—¿Me ves con ganas de esperar?

—¿No te importa? —se gira un poco para verme, puedo ver su expresión preocupada.

—¿Por qué me importaría?

Ella sonríe, comienzo a besar su espalda y cuello. Entonces tomo sus manos, la llevo al sofá quito su toalla, me siento y ella enseguida también lo hace, sobre mí, dándome la espalda, pero de lado, permitiéndome ver su exquisito cuerpo. Abro sus piernas, y con mi dedos comienzo a acariciar su zona cubierta por bello. Mi brazo se abraza a su cintura, pero pronto comienzo a acariciar sus senos.

Sus manos sujetan mi rostro, comienza a besarme mientras me gime en la boca, sabe que esto me prende demasiado. Entonces meto dos de mis dedos, ella muerde mis labios, y comienza a gemir mi nombre. Sus ojos observan directamente los míos, yo no puedo hacer otra cosa más que penetrarla y ver sus expresiones, es una diosa.

Se sujeta fuerte a mi playera, la cual está húmeda por el contacto con su cabello mojado. Cierra los ojos, observa al techo, mantiene sus labios cerrados, los abre para gemir, los muerde, y enseguida vuelve a verme con una mirada suplicante, mientras siento como se mueve para intentar penetrarse más rápido. De pronto su cuerpo tiembla, no hace falta que me lo diga, sé que va a llegar al éxtasis, entonces dejo de estimularla, la hago a un lado y me pongo de pie.

—¿Qué putas Christoph? —pregunta molesta, toda sudorosa y sonrojada, sólo para mí.

—Termina —digo mientras comienzo a quitarme los zapatos, ella sonríe pícaramente.

Abre sus piernas, permitiéndome verla mejor, su mano comienza a acariciarse y penetrarse, mientras la otra toca su cuerpo. Sus ojos no se apartan de mí, su velocidad aumenta, yo me quito la playera mientras comienza a gritar, su cuerpo se mueve de un lado a otro, sintiendo esas oleadas de placer. Su mirada cómplice y seductora desaparece, sus ojos se cierran con fuerza, entonces expulsa su líquido, lo hace una y otra, llegando a mojarme. Yo ya estoy desnudo, completamente dispuesto a entrar en ella, con mi pene sumamente hinchado.

Hago que se levante, mientras intenta recuperarse por ese orgasmo. Entonces hago que se gire, me da la espalda, la empujo un poco, sus rodillas se apoyan en el sofá, su vientre se sostiene por el respaldo del sofá mientras me da la espalda y su entrada queda dispuesta para mí. Sin decir algo comienzo a penetrarla, en cuanto lo hago ella grita. Sujeto sus manos y las coloco en su espalda baja, está bajo mi control. No me detengo y mis gemidos tampoco. Ni siquiera el sonido del teléfono que debe ser atendido me detiene. A ella también no le importa. Pronto esa llamada termina, mis manos comienzan a golpear esos glúteos, ella ha dejado sus brazos en su espalda baja, a pesar de que ya no los sujeto.

Ambos gemimos y gritamos, llego al orgasmo cuando de nuevo el teléfono suena. Yo me detengo, mientras mantengo mi respiración agitada.

—Debe ser importante —dice tratando de recuperar el aliento, sonrió. Entonces hago que se incorpore para besarla con cariño y ternura, enseguida me regala una de esas sonrisas que me estremecen.

Voy al teléfono y lo contesto.

—Nat ¡Richard me besó!

—¿Qué? —pregunto extrañado, extasiado, cansado— ¿Paul?

—¿Christoph? —pregunta mi amigo.

—¿Paul? —dice Natasha.

—¿Richard qué? —ignoro a Nat, estoy sorprendido y feliz.

—¿Richard? —vuelve a preguntar mi novia, levantándose y llegando a mi lado.

—¿Me pasas a Natasha?

—No. ¿Richard te besó? Tienes que decírmelo —ella grita de felicidad, mantiene una gran sonrisa.

—¿Natasha te dijo que Richard me gusta? Maldita sea, no puede guardar un secreto —dice molesto.

—¿Nat lo sabe? No, yo lo sé por Richard, es decir, le gustas.

Mi novia está sorprendida, muy emocionada ante lo que digo, muero de felicidad por verla así.

—¿Qué carajo? Bueno te explico. Nos quedamos solos en casa, hablábamos de ustedes. Le pregunté por Natasha, sabes que andaba detrás de ella: dijo que no era nada especial, es guapa, hasta yo lo sé, pero dijo que estaba enamorado, por primera vez en su vida. Me acerqué a él, le pedí que me lo dijera, yo insistí y entonces me besó. Joder Christoph, sabía a cerveza y cigarro, pero fue hermoso. Esos jodidos labios son el cielo. Yo no pude decir algo y salió corriendo ¿Pueden venir? Es que estoy solo y necesito aclarar mi mente.

—Claro, vamos para allá.

Cortamos la llamada.

—¡Joder! ¿Lo besó? —pregunta emocionada, yo asiento de la misma forma.

—Sólo que ahora nos necesita, te lo contaré en el camino, vamos con Paul.

Ella asiente mientras se va a su habitación para buscar ropa.

—¡Chris! —me grita.

—¿Qué pasa cariño?

—¡Que buen pene, joder!

No puedo evitar soltar una risita y enseguida comienzo a recoger mi ropa del suelo.

FERNWEH |Christoph Schneider|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora