Capítulo XV

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La velocidad con la que cambio de posición la hacen sonreír un poco, entonces noto que sus ojos se encuentra dilatados, analizando mi rostro, esto me prende. Estoy entre sus piernas, sus brazos se deslizan para abrazarme pero yo los detengo con mis manos y coloco la suyas por arriba de su cabeza, no espero más y comienzo a atacar sus labios con los míos, de una forma violenta y torpe. A este punto no me interesa de que forma la toco, sólo quiero sentirla.

Mis pantalones están flojos, y se resbalan por mis piernas hasta llegar a la mitad de mis muslos. De esta forma nuestras zonas hacen un contacto directo que sólo nuestra ropa interior interrumpe, yo comienzo a moverme, frotándome en su entrada y su zona, puedo sentir la forma de su feminidad, y lo húmeda que está. Seis meses sin sexo me han hecho una bestia salvaje. Entonces comienza a gemir sobre mi boca, incapaz de seguir besándome por mis movimientos, noto como su espada se arquea y su piel se eriza ante nuestro contacto, yo sólo puedo sonreír. Me pongo de pie, ella se mantiene recostada, con sus manos sobre su cabeza y tener esa imagen me enloquece. Su camisa es un desastre, algunos de sus botones han desaparecido, ahora puedo ver ese sostén azul que cubre sus senos, esa falda ha dejado de cubrir lo que debería, está por arriba de sus caderas y puedo ver sus bragas negras, y ese par de piernas espectaculares. Necesito hacerla mía ya, que gima mi nombre, que grite por todo lo que siente por mí. Me quito el pantalón, estoy a nada de quitarme la playera cuando los recuerdos me persiguen.

<<Conserva la playera Christoph, ver tu torso delgado deja de ser excitante para mí>>

Con mi autoestima por los suelos, vuelvo a subir a la cama, con menos entusiasmo.

—¿Qué ocurre? —pregunta ella, consternada, levantándose y poniéndose de rodillas, frente a mí— ¿Quieres que yo la quite por ti?

—No —digo con un intento de sonrisa, su ex novio Karl era sumamente fuerte, yo no—. No me gustaría quitármela.

—¿Por qué no? ¿Qué hay de malo?

Yo me siento en el borde de la cama, esto se ha vuelto incómodo, no quiero que me vea.

—No me siento cómodo sin ella, espero que lo entiendas y esto no impida que terminemos de hacer esto.

—Christoph —ella sube a mi regazo, con sus piernas a mi lado y mi erección de por medio, me abrazo a esa cintura— ¿a esto te referías cuando dijiste que bajó tu autoestima sexualmente? Chris, yo no soy Evi —la observo a los ojos y ella a mí, acaricia mi rostro—, logras excitarme con tan sólo pararte en el umbral de la puerta. Quiero verte tal cual eres, sentir cada parte de tu cuerpo en contacto con el mío, eres perfecto, sé que lo eres.

Ella sujeta mis manos ahora, y las lleva a sus senos, yo los toco y me excito aún más, si eso se puede.

—Es que yo no soy tan fuerte como otros chicos.

—¿Y eso qué? Yo estoy enamorada de ti y de todo lo que te compone. Sólo mira tus brazos, tienes unos fuertes músculos de baterista, y unas grandes manos, perfectas para asfixiarme —yo suelto una risita y ella sonríe—. Tu cuerpo es perfecto, y a no ser que quieras dejar de conquistarme, entonces respetaré tu decisión y te dejaré conservar la playera. Hoy sólo puedo salir más enamorada de ti.

Le sonrío y ella hace los mismo, me acerco a sus labios para besarlos lento mientras mis manos buscan los botones restantes de su camisa. Cuando me deshago de esta, Natasha desliza sus manos de mi cuello hasta la parte baja de mi abdomen donde comienza a jugar con mi bóxer, y toca el espacio entre mi miembro y mi obligo, logra hacer que la adrenalina viaje a todo mi sistema, gimo sobre sus labios. Ella sujeta el borde de la playera, y enseguida comienza a subirla. Entonces nuestro beso se rompe mientras me despoja de esta.

—Estoy enamorada de ti —susurra mientras sus manos acarician mi abdomen, yo sonrío y vuelvo a besarla, para enseguida quitar su sujetador y cambiar de posición, dejándola debajo de mí.

Mis ojos están abiertos, y mi erección necesita ser consolada porque comienza a ser doloroso para mí. Me separo de ella, puedo ver esos majestuosos senos al aire libre, mientras ella me sonríe, jamás vi unos igual. Yo quito mi bóxer, y cuando este está en el suelo, ya no puedo soportar más, hago a un lado su falda y bajo sus bragas lo más rápido que puedo, enseguida meto mi pene. Ni siquiera le di tiempo para que ella lo viera, sólo lo siente entrar. Observo sus facciones y mientras lo voy deslizando puedo ver que su boca tiene una forma de "o", cuando lo meto completamente, ambos soltamos un gemido. Me inclino hacia ella, necesito devorar sus labios mientras mis movimientos de pelvis me acompañan, Nat gime en mi boca, intenta que sus labios sean abrazadores a los míos, pero es imposible, sus uñas se encajan en mis brazos. Siento dolor pero esto me hace querer seguir más, aumento la velocidad de mis embestidas. Mis gemidos y los suyos hacen una pareja perfecta, tanto como ella y yo. Ahora beso su cuello, y esa muestra de cariño va bajando hasta que dentro de mi boca tengo uno de esos jugosos pezones. Lo beso, lo chupo, lo muerdo, lo acaricio con mi lengua mientras mi otra mano acaricia su seno libre. Esto la hace gritar, y yo aumento mi velocidad a propósito.

—¡Chris, carajo! Voy a venirme —dice con su respiración agitada.

Yo me levanto, necesito observar el momento en que se corre para mí. Mi velocidad aumenta, no oculta sus gemidos. Estoy de rodillas frente a ella mientras sujeta sus senos que se mueven incontrolablemente. Su rostro blanco está sonrojado, finas gotas de sudor aparecen, sus ojos están cerrados mientras su boca se abre para gemir, y ahora sólo para gritar, pareciendo que va a llorar. Estoy ante la mayor obra de arte que nunca nadie pudo crear jamás. Sus facciones se tensan, su pared vaginal me abraza fuerte y entonces siento su líquido saliendo y mojándome. Jamás una chica se había corrido por mí.

Yo sonrío. Verla de esta forma ha sido majestuoso, estoy a nada de venirme, pero dejo de estimularme, por pararme a observarla.

Ella se incorpora, se levanta sólo para recostarme y enseguida sube a mí, se frota contra mi pene y de la nada vuelve a meterlo en ella, pronto comienza a deslizarse sobre él. Nuevamente tengo frente a mí la bella imagen de Nat, llena de placer. Yo he dejado de hacer movimiento alguno, pronto ella apoya sus manos en mi pecho para darse más impulso. Su cabello y senos saltan, yo no puedo más.

—Alto, es mi turno, me vengo.

Ella saca mi pene, retrocede un poco, sólo para tomar entre sus manos mi miembro y comenzar a estimularlo rápido. Cierro los ojos, gimo, me aferro a las sábanas negras y en poco tiempo me corro, manchándome de mi propio semen en el abdomen. Cuando he terminado, y mis piernas comienzan a temblar, abro los ojos, sintiendo que se acerca a mí, se inclina y busca mis labios, sólo para besarme. Pronto se separa y me sonríe, siento que el mundo se detiene sólo para que esa sonrisa salga a la luz. Suelta una risita y vuelve a recostarse en mi pecho.

—Nunca pensé que estar lejos de casa se sintiera tan bien —susurro.

Ella vuelve a levantarse sólo para llenarme de besos el rostro.

Evi era mi hogar, ahora estoy lejos, y es lo mejor que me ha pasado.

FERNWEH |Christoph Schneider|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora