—¿Qué quieres Richard? —pregunto de muy mala gana. Me ha despertado, aún no dan ni las ocho de la mañana y se atreve a llamar.
—Tranquilo viejo, supe lo que pasó. ¿Todo bien?
—La mujer que amo está casi muerta, ¿te parece que debo estar bien? —estoy muy molesto que levanto la voz. ¿Cómo se atreve a preguntar semejante estupidez?
—Entiendo que te sientes mal pero eso no te da derecho a gritarme —puedo escuchar su voz a la defensiva pero dolida—, o a tratarme mal. Vamos a ir a verte, para que no te sientas solo.
—No Richard, no merezco la compañía de nadie. No vengan porque no pienso abrir.
—Tenemos llave de tu casa, imbécil. Así que queremos que tengas una maldita sonrisa en ese feo rostro.
—Richard, tú eres un... —ha terminado la llamada. Maldigo en voz alta.
Me giro un poco para ver donde ella duerme y me doy cuenta que ahí no está Evi, no fue un sueño. ¿A dónde van los corazones rotos? ¿A dónde debo ir y qué debo hacer? Esto es peor que cualquier otra cosa, saber que ambos nos correspondemos pero por mi culpa estamos lejos, esta es una verdadera tragedia.
Para cuando escucho esos pesados pasos recorriendo el pasillo cerca de mi puerta, puedo notar que ha pasado una hora desde que llamó Richard, y mis lágrimas no han parado de salir. La puerta se abre y ahí está ese trozo de mierda. No me molesto en darle una sonrisa o en limpiar las lágrimas.
—Les dije que era mala idea venir —dice Flake una vez que me observa.
—Lo que menos necesita es estar solo, puede cometer una locura —menciona Oliver.
—Le hace falta salir, llevémoslo al parque —dice Paul de una forma tonta.
—Dejen de hablar de mí como si no estuviera aquí, idiotas.
Todos me observan sorprendidos, yo sólo los observo con ira, Till se acerca hasta sentarse frente a mí, en el borde de la cama.
—Christoph, no puedo entender tu dolor ni un poco, pero eso no impide que no nos interese tu estado de salud. Evi no te dejaba tener amigas, lo cual es una desventaja porque no sabemos como ser cuidadosos para tratarte, los hombres no se encargan de esto pero haremos nuestro mayor esfuerzo. Nos interesas, por eso estamos aquí. No me imagino el grado de frustración y tristeza que debes sentir, sé que si pudieras estarías sacándonos a patadas ahora mismo, pero no puedes cuidar de Evi si no cuidas de ti.
Yo comienzo a llorar aún más. Tiene razón, maldita sea. Él se asusta y sólo siento que se acerca hasta mí para abrazarme con esos fornidos brazos.
—¿Pueden llevarme a la ducha y después al hospital?
Se observan entre ellos, puedo notar la expresión de enojo que Richard mantiene, ante las expresiones de tristeza de los demás.
—Yo no pienso lavarte los testículos —menciona Paul, tratando de ser gracioso, pero su pequeña risita es ahogada por las expresiones de enojo de todos, sólo se queda serio.
Till quita las mantas de mi cuerpo, Oliver se une para ayudarlo y entre ambos me llevan al baño. Comienzan a llenar la bañera. No mencionan palabra alguna. Afuera escucho a los chicos susurrando, es obvio que hablan de mí.
Enseguida me dejan ducharme. Cuando termino de vestirme escucho sus voces en la planta baja de la casa. Tomo las muletas, Natasha tiene razón, debo comenzar a practicar bajando estas malditas escaleras. Tardo 10 minutos en bajarlas, es muy complicado hacerlo. Para cuando estoy abajo ya estoy agotado, aún así me esfuerzo para llegar a la cocina, que es donde se encuentran.
Están cocinando, pero parece que han hecho un desastre total.—¿Qué hacen, torpes? —pregunto molesto tratando de llegar a una silla para descansar ahí y hacer a un lado las muletas.
—Estos torpes te preparan el desayuno y la comida, por nada —dice Flake molesto, mientras sigue lavando lo que los chicos van ensuciando.
—El omelette de la nevera está delicioso. ¿Cómo es que lo hiciste? —dice Till sentado frente a mí, con la boca llena y devorando ese platillo.
—¿Omelette? Yo no hice ningún... —ahora recuerdo, Natasha me había preparado comida, maldición. —¡Till! Ese era mi desayuno.
—Te lo dije —menciona Oliver volteando lo que parecen ser salchichas. Al parecer fueron a comprar comida para prepararla aquí.
Me llega un olor a café, el mismo que prepara Paul, Evi siempre hacía café por las mañanas. Comienzo a llorar.
—Felicidades Lindemann, mira lo que provocas —dice indignado Richard.
—¿Yo? —menciona Till aún con la boca llena que sus palabras parecen ser incomprensibles—, yo que iba a saber. Está muy bueno y...
—Dáselo ya, lo haces llorar. Debemos consentirlo —pide Christian desesperado.
Till me da el plato, con una pequeña porción de omelette y pan tostado con crema de maní.
—Lo siento —me dice con una expresión triste sin dejar de ver el plato, mis lágrimas no dejan de salir—. Estás sensible, lo lamento pero no pude resistirme, disfrútalo.
—No Till —todos han parado de hacer sus actividades sólo para verme llorar, como si jamás hubieran visto a un hombre triste— es Paul y su patético café. Puedes terminar el omelette, no tengo apetito.
Lindemann vuelve a jalar el plato hasta él. Todos observan mal a Paul, yo pongo mis manos sobre la mesa, me inclino para esconder mi rostro ahí y comenzar a llorar.
—¡Basta Christoph! No puedes estar toda tu maldita vida así —dice Paul, parándose a mi lado.
—Tú que sabes el dolor que siento, animal —arremeto contra él— jamás lo sabrás, eres un tonto. No me dirás como sentirme porque no sabes lo que se siente ¿acaso fuiste tú quien vio a su novia en el suelo, inconsciente mientras sangraba? No, y jamás me entenderás, así que cierra la puta boca.
Todo se queda en un silencio mientras mi llanto es lo único que lo llena.
—Vaya dolor del corazón —menciona Till, ha perdido el apetito, ya ni siquiera observa con deseo el poco omelette en el plato.
Yo lloro aún más, gritando de desesperación. Paul sólo se quedó mirándome asustado mientras descargué ira sobre él. No hay más ruido que el del aceite friendo salchichas.
Alguien llama a la puerta, Paul se mueve de mi lado para ir a abrirla. Ellos no debieron venir, sólo están aquí para molestar.—Buen título para nuestro álbum—dice Richard en un susurro audible para todos.
—Al diablo el álbum, al diablo la banda, a la mierda la música. No ha hecho nada más que causar males en mi vida. Ahora tengo la pierna jodida, en mi vida podré volver a tocar la batería —siento ira. Nada puede controlar los latidos rápidos de mi corazón, la punzada en mi cabeza y mi boca que habla sin pensarlo. Odio a estos imbéciles.
—Christoph, estás exagerando —Christian se acerca a mí, mientras seca sus manos en su ropa—, estás mal, lo sabemos, tú amas la música, amas la batería. Todo va a mejorar.
—¡No! Al diablo con ustedes. Debí hacerle caso cuando dijo que dejara la estúpida banda.
Todos se quedan en un silencio, observando a mis espaldas, un tanto apenados y tristes.
—Llegué en un mal momento —dice una voz femenina, es Natasha. Limpio mis lágrimas.
Flake camina detrás de mí.
—Por favor no, esta situación se ha salido de nuestras manos, necesitamos a una mujer que hable con él —ruega Christian.
—Si pero —veo que Flake la trae sujeta por los hombros hasta sentarla entre mí y Till— ustedes están con él y yo no sé lo que ocurre...
Me giro para observarla, ella me dedica una sonrisa ligera que después desaparece para llevar una mirada hacia Flake, quien la ha metido en esto.
—Dejemos que hable con Christoph —dice Paul autoritario. Enseguida todos salen rápido, dedicándole una sonrisa en forma de agradecimiento a pesar de no conocerla.
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FERNWEH |Christoph Schneider|
FanfictionFernweh: palabra alemana usada para expresar el sentimiento opuesto a cuando extrañas tu casa, tu hogar: demostrando un sentimiento de anhelo por un lugar en el que jamás has estado antes. Vaya palabra, comienza a tener un significado para mí. Neces...