Capítulo XVII

165 22 5
                                    

Llego a casa después del trabajo. Han pasado tres días desde que comenzamos a ser una pareja, estoy agotado, quiero subir a mi habitación para descansar, pero las risas de la sala de estar me desvían del camino. Suena a Natasha, lo cual es raro porque debería estar en el trabajo. Cuando entro a la sala me encuentro a mi hermosa novia riendo y bebiendo mientras Paul y Richard están a su lado.

—¿Y esto? —digo al verla sumamente ebria.

—Madre mía Christoph, —Paul se levanta hasta estar frente a mí, está preocupado y alterado— le ha pasado algo feo, que bueno que estás aquí.

—Paul, Paul, Paul, yo me encargo —dice ella, levantándose y caminado a mí mientras de tambalea, me acerco para sostenerla antes de que caiga, puedo ver que ha recibido golpes—. Hola guapo, ¿vamos a descansar a tu habitación?

Me guiña el ojo y me sonríe.
Observo a Richard y él levanta los hombros.

—Te explico en un minuto, tú ve con ella.

Yo la levanto del suelo en mis brazos, y así comienzo a caminar con ella hasta mi habitación.

—Pero que hombre tan fuerte, eres demasiado sexy cariño. Cuando nos casemos tú cargarás las bolsas de las compras —esto me hace sonreír.

Llegamos a la habitación y la recuesto en la cama, yo me siento en el borde, para tener mayor contacto con Nat, comienzo a acariciar su rostro, su mejilla, sus labios y su mentón, que es donde está golpeada.

—¿Qué te paso?

Ella niega con la cabeza mientras me sonríe triste, con lágrimas en los ojos. Aún tiene su uniforme del bar, pero está húmedo y sucio, roto de algunas partes.

—Sólo quiero estar contigo, sentirte, Christoph tienes los ojos más hermosos que alguna vez haya visto. ¿Quieres dejar de verme con lástima y recostarte a mi lado?

Yo hago lo que me pide mientras ella se recorre en la cama, en cuanto me recuesto ella sube a mí, de nuevo se sienta sobre mi miembro, mientras trata de acomodarse crea fricción y hace que mi erección aparezca, maldita necesidad sexual. Cuando parece sentirse cómoda se inclina para poner su cabeza sobre mi pecho, entonces la escucho llorar.

—Mi vida es una mierda, no sé como no terminé antes con este sufrimiento, pero ahora te tengo a ti —dejo que se desahogue mientras acaricio su espalda hasta llegar por arriba de sus glúteos—. Es que ahora no entiendo qué fue lo que me mantuvo de pie por tanto tiempo ¿por qué nos aferramos a la vida, Christoph? Nada es satisfactorio, estamos viviendo en el infierno, pero tú me confortas. ¿Cómo diablos haces para hacerme sentir que aún existe algo por lo que debo luchar? Es que no lo entiendo.

Tomo su cabeza entre mis manos, ella se ve obligada a levantarla para verme. Puedo ver como sus pesadas y calientes lágrimas se deslizan hasta llegar a mi pecho.

—En verdad tienes uno ojos hermosos.

Yo sonrió, ella se acerca y me besa. Enseguida vuelve a recostarse en mi pecho, yo sólo la abrazo.
Pasan los minutos hasta que noto que su llanto para, sé que está dormida. Con cuidado la giro para recostarla, acomodándola de lado, para evitar accidentes. Beso su mejilla y salgo, después de apagar la luz.

—¿Qué ocurrió? —digo llegando a la sala, sentándome en uno de los sofás, lejos de Paul y Richard.

—Llegó muy mal, llorando, golpeada y temblando. Yo estaba solo, dijo que te esperaría, llegó Richard con cerveza, él le invitó, una vez que estaba totalmente ebria dijo que su ex novio Karl fue al bar, pidió ser atendido por ella, su jefe la obligó a hacerlo, ella no tuvo opción. Él la insultaba constantemente, conforme se iba embriagando. Cuando estaba lo bastante ebrio intento besarla, ella lo apartó, él la golpeó muy fuerte —a este punto estoy hirviendo de coraje—. Al final su jefe le dio el día libre.

Todos son unos hijos de puta. El estúpido Karl, sus compañeros quienes seguramente vieron que se sentía incómoda, los que estaban al rededor viendo al asqueroso de su ex novio, y el imbécil de su jefe por obligarla.

—Estamos seguros que ella no hubiera hablado de no ser por el alcohol, la conocemos —dice Richard—. Queremos lo mejor para ambos, sólo no la presiones si no quiere hablar, sabes que es alguien con muchos enigmas. La conoces mejor que nadie.

—¿Estás celoso por lo nuestro? —pregunto sin rodeos, es que sus expresiones me hacen pensar que lo está.

—Christoph, es una mujer espectacular, cualquiera daría lo que sea por estar con ella, pero debes dejar las cosas donde están y aceptarlas. Me siento feliz por ustedes, sobre todo por ti, ahora sientes lo bello del amor, no lo asfixiante de la obsesión de Evi por ti. Ahora yo tengo otros asuntos con otra persona, no te preocupes por mí y vive tu vida.

—Gracias Richard —digo sonriendo.

—Es el alcohol Christoph, en 10 minutos no sabrá ni que idioma habla.

Yo sonrió cansado. Enseguida me levanto.

—Creo que iré a dormir chicos y a poner cómoda a Nat, nos vemos mañana y espero que descansen.

—No son ni las diez Christoph ¿no vas a esperar a Ollie? —me pregunta Richard.

—Imbécil, no va a dormir, va a desatar sus pasiones carnales con su novia.

Yo suelto una risita.

—Ojalá estuviera despierta —digo guiñando un ojo a Paul—, la verdad estoy agotado chicos, y debo cuidarla.

Enseguida subo. Al llegar enciendo la luz y me quedo observándola por un momento. Si que me da rabia saber que ese imbécil le ha pegado, ella es un ángel, el mundo no la merece y no están preparados para admirarla, a ella y su talento.

Yo decido entrar a la ducha, trato de hacerlo rápido. Ahora ni siquiera tengo apetito para cenar. Al terminar salgo con la toalla en la cintura, comienzo a buscar ropa con la luz encendida. Entonces de la nada siento su cuerpo que me gira, se para de puntillas para alcanzar mis labios y comienza a besarme. Sujeto sus glúteos, ella salta hacia mí, enredando sus piernas a mi cadera y yo la sostengo, comienzo a caminar hasta pegarla a la pared, ahí mis labios no tienen control, se deslizan para saborear la piel de su cuello, permitiendo que mi olfato también se deleite con su exquisita fragancia, que toma mayor fuerza ante su excitación.

Comienza a gemir, yo no la detengo. La toalla de mi cintura a caído al suelo, dejándome completamente desnudo. Dejo de besarla para encontrarme con sus ojos, están perdidos. No quiero hacer esto si ella no esta consciente.

—¿Quieres hacerlo? —pregunto.

—Eres demasiado sexy, ¿te parece que no quiero hacerlo?

La llevo a la cama. Me deshago de su playera rápido, bajo su falda y sus bragas. Separo sus piernas y mi boca va directo a su tentadora zona, comienza a gemir sólo como ella sabe hacerlo. Siento que los movimientos de mi lengua son torpes, mientras su espalda de arquea y sus blancas manos se aferran a mi cabello. No me interesa nada.
Sé que ha tenido suficiente cuando esas piernas intentan cerrarse y su boca no para de gemir, entonces me levanto y comienzo a penetrarla mientras me inclino para besarla. Ella me rasguña, me muerte mientras comienza a gritar, pongo mi mano en su boca para ahogar el sonido. No pasa mucho cuando ella se corre, haciéndome llegar al orgasmo a mí también.

Ella se recuesta debajo de las mantas, yo apago la luz y enseguida hago lo mismo.

FERNWEH |Christoph Schneider|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora