Capítulo XI

193 26 92
                                    

-Es una linda noche ¿no? -digo sentándome a su lado.

-Supongo que lo es. Debería ser especial para alguien en el mundo.

Ahora no sé que decir. Es que ella tiene una forma increíble de cortar la conversación. Es cortante, pero con estilo. La observo mientras las luces de adentro me permiten verla, es hermosa.

-¿Y Richard?

-Se ha sentido mal, fue adentro. No tengo idea de que le sucedió. Actúa extraño. ¿Sabes algo?

Yo niego, esos ojos me paralizan, hacen que sea más cuidadoso con mis movimientos o expresiones.

-Desconozco que se trae entre manos. Pero dime ¿qué tal tú?

Ella sonríe.

-Parece que Evi ha pasado a un segundo plano.

-Sólo ha dejado de doler. He aceptado lo que pasó. No fue mi culpa Natasha, para nada lo fue. Me siento libre, sin una carga de consciencia. Ahora estoy tratando algo nuevo que es el ser feliz.

Ella sonríe ampliamente.

-Eso me alegra Christoph.

Nuevamente nadie dice algo, sólo las risas, voces y música de nuestro al rededor. Ella regresa su atención a las estrellas, yo no puedo dejar de admirarla. Seis meses y aún sigo sin conocerla ni un poco, es un misterio.

-Es hermosa -digo en voz alta, ella me observa y se sonroja, es adorable.

-¿Qué?

-La vida; te hace conocer el dolor para que la felicidad tenga un sabor divino. Así son las personas, unas un asco, sólo para que aquella que valen la pena puedan identificarse y sobresalir, dándoles un valor único y especial.

Ella suelta una risita, coloca el cigarro entre sus labios y toca mi frente y mejillas. Yo me rio por esto.

-¿Qué tan ebrio estás? -pregunta seria.

-Nada ebrio. No sé de donde vino eso, pero no quiero averiguarlo.

Ella vuelve a desviar su mirada, al cielo. Por un momento me quedo observándola, sin decir algo hasta que habla.

-Quería ser actriz -dice de la nada- mi madre solía llevarme a clases, incluso logré hacer un comercial cuando tenía 6 años, en Ucrania y algunas series infantiles. Muchos solían decirle a mi madre que yo tenía un gran futuro, me veían en producciones de Hollywood. Mi sueño iba a hacerse realidad. Me llamaron para un papel secundario en una película con Robert De Niro, pero mis padres murieron. Mis tíos no querían hacerse responsables de llevar a una niña pequeña a Estados Unidos, así que decidieron borrar mi nombre de los contactos en Hollywood. Mi mundo también se desmoronó ahí. Solía actuar en las obras de la escuela, siempre me describían como la mejor, ahora soy el mal chiste de un estereotipo de chica que no logra ser actriz y debe trabajar de mesera mientras consigue un papel grande.

En ningún momento he apartado mis ojos de ella.

-Estamos tan cerca, y al mismo tiempo tan lejos de las estrellas.

-Aún no es tarde -digo tratando de motivarla-. Sólo piensa en mí y los chicos, casi 30 años y estamos logrando hacer algo.

-Ya es tarde para mí, Christoph. Lo he intentado cientos de veces, nadie quiere contratar a una mujer de 29 años cuando tienen a grandes personalidades con carreras gigantescas en Hollywood. Hay algunas cosas para las que no estamos hechos, podemos sentirnos tristes por eso, pero no estancarnos.

De pronto ella vuelve a verme a los ojos, esperando alguna reacción mía, pero no la obtiene porque no sé que decir.

-No sé si esto que estoy sintiendo es lo correcto pero lo siento, y no puedo dejarlo ir por más que intento. Tengo miedo de ti, de todo lo que puedes llegar a ser y convertirte, eres de esas personas que son dañadas y toman el dolor para volverse fuertes. Eso lo admiro mucho de ti -me dice tirando su cigarro extinto al césped y pisándolo.

-¿Qué quieres decir? -pregunto sin esperar lo que pienso recibir.

-Me gustas Christoph. No, no me gustas, creo que te amo. Adoro lo que eres y en quien te has convertido, lo hago demasiado que tengo miedo de ti, y el poder que tienes para destrozarme sin que yo pueda sentir odio por ti. Siempre hablas de Evi, me destroza el alma ver como sigues aferrado a aquello que te atormentó, la amas en serio, pero puedo conformarme con un poco de tu cariño sin pedir nada más.

Simplemente sonríe triste, sin apartar sus ojos de mí, yo no puedo creer lo que me ha dicho.

Las palabras no me son suficientes, por supuesto que no, así que tomo acción, entre mis manos sujeto su cabeza, aferrándome a su cuello y nuca. Esto la sorprende, pero no tengo nada que perder, me acerco a ella, cerrando mis ojos y dejando que el movimiento de mis labios hable primero que cualquier palabra que no tendría sentido para describir mis sentimientos. Sus labios saben a gloria, no me siento digno de poder saborear su exquisito sabor, nadie es digno. Es una profesional en esos movimientos, sus manos están sobre las mías, acariciándolas y esto me da una confianza mayor. Nos dejamos llevar sin importar absolutamente nada.

Después de agotar nuestro oxígeno nos separamos, ella lo hace totalmente.

-¡Diablos! -menciona levantándose, alejándose de mí e impactada, su labial está corrido, puedo jurar que está en mis labios-. Tú no debes besarme, esto no puede ser recíproco.

-Lo es -digo sorprendido por su comportamiento-. No puedes negar los hechos, y mucho menos hacer que mis sentimientos sean diferentes, ni siquiera yo puedo.

-¿Todo bien? -pregunta Richard, acercándose a ambos.

-Todo bien -dice Natasha, observándome a los ojos, con una mirada triste.

-Todo bien -digo limpiando mis labios al ver los de ella, espero Richard no lo haya notado.

-Maravilloso. Bueno Natasha, ¿nos vamos? Te encantará mi apartamento -ella sólo asiente, ahora mi amigo se dirige a mí-. Discúlpanos con los chicos, Doom. Queremos descansar.

-Lo haré, Reesch.

Enseguida ellos se van. Richard se gira para hacerme señales obscenas, que indican penetración. Si van a su apartamento es obvio que no irán a descansar, y esas señas que él me hizo con sus manos me lo afirman. Y ahí va la mujer por la que mi atracción va más allá de lo físico, y con quien quiero estar, no por creer que la necesito, sino porque sólo quiero estar a su lado sin ninguna necesidad de por medio, sólo porque quiero. Ese es el verdadero amor, lo he descubierto, pero ya es tarde.

FERNWEH |Christoph Schneider|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora