Capítulo XIV

181 21 48
                                    

Tres días desde aquel encuentro que no ha hecho otra cosa más que quitarme el sueño y hacerme suspirar cuando lo recuerdo. Natasha no me contesta y la desesperación me come vivo, los chicos me recomendaron visitarla. Al menos ya sé donde vive, y eso es justo lo que hago en este momento.

Por la hora, ella debe haber llegado del trabajo ya. Cuando toco su puerta, tarda unos segundos en abrir, en cuanto me ve sonríe triste, por esta razón mi sonrisa enorme se apaga. Le doy un abrazo y beso su mejilla. Me invita a pasar y enseguida me siento en el sofá negro.

—¿Qué ocurre Nat? Parece que estás escondiéndote desde ese día, ignoras mis llamadas y los mensajes que te dejo en la contestadora, quiero saber cómo estás. Es como si hubieras cambiado de un día para otro, como si las palabras que dijiste cuando me confesaste tu amor hubieran sido falsas.

Ahora me doy cuenta que en la mesa de centro hay una botella de vino y una copa con su labial rojo que tanto la distingue.

—Lo siento —dice viéndome a los ojos, está un poco ebria—. Es que estoy muy confundida Christoph. Te amo pero no sé si es correcto lo que quería hacer aquel día, Evi sigue siendo mi prima.

—Ella te quitó a tu prometido ¿por qué piensas las cosas tanto? Creí que pensabas que debemos vivir la vida, para mí tú eres ese vivir.

Estoy desesperado, viendo esas enormes ojeras y el cansancio de sus hombros.

—No quiero escuchar palabras cursis. Sólo quiero convencerme de que podré estar contigo sin pensar en ella. No sé si podré hacer lo correcto a cambio de lo que me hace feliz. Quiero saber que realmente piensas que valgo la pena como para dejar a la chica por la que sufrías hace unos meses.

—¿Qué debo hacer para que lo creas?

—Todas esas cosas no se piden —ella se estira para alcanzar la copa de vino y servirse de nuevo— perderían su sentido romántico y tierno.

—Nat, yo quiero estar contigo.

—Entonces bésame.

No me lo pide dos veces cuando estoy cerca de ella, tratando de devorar sus labios con un sabor a vino exquisito que me hacen morderlos y hacer mi beso más rápido. Después de más de medio año sin sexo, mi pene no puede soportar ni 10 segundos de un beso tranquilo. Ella sigue sentada, toma mi mano y me sorprendo cuando la coloca en uno de sus senos, para que yo pueda acariciarlo, y lo hago. Esta pasión no para hasta que puedo sentir que está llorando. Rápido quito mi mano y termino el beso.

—¿Qué ocurre?— digo asustado viendo con cuidado las facciones de su rostro envuelto en llanto.

—Me siento completamente jodida, más que antes. Durante mi vida he aprendido ha vivir sin querer hacerlo, ahora siento que nada de lo que haga podrá valer la pena. Los hombres en mi trabajo se quieren sobrepasar con nosotras, estos días he intentado conseguir un trabajo en lugares decentes, pero nadie quiere contratarme. Cada día de mi vida debo estar en un lugar con personas horribles, estoy siempre con una sonrisa, esperando el día en que mi vida cambie, pero parece que no lo hará, desde los 10 años ya estaba destinada a ser un fracaso. Tengo 29 años, me siento sola, nada logra tranquilizarme, sólo quiero dormir Christoph.

Ella está muy ebria, pero me parte el corazón escuchar y ver todas esas expresiones llenas de dolor.

Nat se levanta, toma mi mano, y tambaleándose me lleva a su recámara, sin siquiera encender las luces. Aún sostiene mi mano cuando ella se recuesta, me veo obligado a hacer lo mismo mientras quito mis zapatos. Estoy despierto, mirando hacia el techo aunque lo único que veo es obscuridad. Ella se mueve a mi lado, tratando de encontrar refugio en mis brazos, se recuesta en mi pecho, justo donde mi corazón late y se abraza a mi torso.

—Le hice mucho daño a Karl —me dice con su voz entrecortada— pero no pude evitar enamorarme de ti, lo mejor era terminarlo. El problema fue que él estaba enamorado, eso no justifica que haya entrado aquí y te haya golpeado. Yo le dije que necesitaba espacio, que estar con una pareja era asfixiante, y estar con él si que lo era. Amenazó con quitarse la vida, yo le dije que hiciera lo que quisiera. Me siento una basura.

—Siempre debes hacer lo que crees mejor para ti. Un poco de egoísmo de vez en cuando no es malo.

—Por favor no te vayas esta vez Chris. Quiero sentir tu calor cuando despierte.

Trago saliva, la vez pasada tuve que irme por una llamada de Richard, preguntando donde estaba. Me sentí apenado y la dejé, sola.

—No me iré Nat.

Entonces todo se queda en silencio hasta que siento su respiración tranquila. Enseguida yo caigo rendido.

Un placer me invade de pronto, alguien acaricia mi erección, no puedo evitar sentir placer. Sé que no es un sueño cuando siento un cuerpo subiendo a mí. Despierto no puedo pensar nada cuando veo a Natasha inclinándose para comenzar a besarme. Puedo ver que es de día, pero no razono cuando siento sus labios buscando mi cariño y pidiendo calor. Entonces se aparta, abro los ojos, me concentro en la bella imagen de ella, sobre mí, haciendo presión en mi erección. Aún conserva su uniforme, está despeinada y me sonríe con esos labios libres de labial, cubiertos con su color natural. De pronto comienza a frotarse de nuevo mientras sus manos se apoyan en mi pecho, las mías acarician sus piernas desnudas. Siento la fricción, cierro los ojos y me dejo llevar. Aún moviéndose ella se inclina y comienza a besar mi cuello, sus movimientos son más que suficientes para hacerme venir, su cuerpo es tan caliente y ella tan sensual.

—Por favor haz lo que quieras conmigo —dice viéndome a los ojos, luciendo sumisa y dominante, al mismo tiempo— quiero ser la estimulación de tus sentidos, tu desahogo sentimental, y también el sexual. No tengas miedo de azotarme, de atarme, o de dejarme llevar la iniciativa, no temas por lo que puedo pensar o decir, sólo quiero que me tomes.

No debe decir nada más. Enseguida giro en la cama, la pongo debajo de mí.

FERNWEH |Christoph Schneider|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora