Capítulo XXVII

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—Me casé dos veces, ahora tengo dos hijos maravillosos, la familia que siempre quise, y creo que nunca había ganado tanto dinero en una sola noche.

Suelta una risita volviendo a poner su copa en la barra.

—Me casé una vez —dice triunfante— tengo una hija, mayor que tus chicos, y creo que nunca había estado tan vieja.

Esto me hace sonreír.

—Olvidé decir lo mismo.

—Me alegro por ti Christoph, es decir, cuando llegué a Australia creí que te vería muy pronto, en la premiere de la película, como lo prometiste.

A pesar de recordar esto mantiene una sonrisa sincera.

—Estuve pendiente de ese día —soy sincero pero me siento terrible—. Teníamos una presentación en Austria. Fue imposible estar contigo, hice todo por estar ahí. Y con todo esto de la tecnología y los teléfonos celulares, fue inútil volver a comunicarme. Pero me alegro que te haya ido bien, es decir, te ves fantástica.

—Eso es cierto, pero es que yo jamás me drogue —esto me causa demasiada risa, no sé si es el alcohol de por medio—. Quizá un par de veces, pero mirate; tu fotografía aparece en las cajetillas de cigarros junto al letrero "no fume".

Ambos reímos. Está justo de la forma en que imaginé que estaría algún día, sólo que la vida nos ha dado demasiadas vueltas. Suelen decir que el mundo es demasiado pequeño, a mí no me parece así, no cuando he tardado casi 25 años en encontrarla de nuevo.

—¿Hiciste algún intento por buscarme? —ella parece enfadada.

—Por supuesto que sí, pero no lo logré a pesar de todos mis intentos escapándome del trabajo. Nunca conseguía entrada a tiempo para el Meet and Great. No podía llegar con los chicos de seguridad y decirles que me permitieran el paso. Desde el escenario es imposible que me hayan reconocido alguna vez. Sólo dejé de buscarte cuando me enteré que tenías una relación con una rusa, buena elección. Yo encontré a otra persona, creí que era señal para dejar de aferrarme a lo que alguna vez tuvimos. Nada dura para siempre ¿no?

—Pues tus ojos siguen haciéndome estremecer, tu voz y tú.

Ella me observa por unos segundos.

—Chris, los dos estamos casados, por favor para —recuerdo a Ulrike. Dios tiene razón, ¿qué estoy haciendo?

Estoy coqueteando con una mujer que desconozco, es decir, estoy muy seguro que ella no es ni un poco de la Natasha de quien me enamoré algún día, y yo no soy aquel chico del que ella se enamoró. Sólo somos dos desconocidos tratando de encajar en el lugar que ya no es nuestro.

—¿Te hubiera gustado que todo esto fuera diferente?

—Claro que sí —me dice sonriente—. En este momento sería tu ex esposa, porque mentiría si te digo que Ulrike no es hermosa. Incluso yo te hubiera dejado por ella.

Yo vuelvo a reír y ella sonríe.

—Me gusta la forma en que te tomas esto —su mano se coloca en mi rodilla.

—No ganaría nada si me arrepintiera de no tenerte en mi vida, te tuve y eso me basta. Claro que fue muy corto el tiempo, y me hubiera gustado estar contigo toda mi vida.

—Basta o me harás llorar —digo con una sonrisa, realmente si estoy intentando guardar mis lágrimas.

—Vamos, sólo dime que ocurrió con Richard y Paul —dice sonriendo.

—Su final fue por la razón contraria al nuestro. Simplemente tenerse el uno al otro cada hora del día fue agotador. Cuando hacíamos nuestro álbum Mutter la banda entró en crisis por ellos dos. Se amaban, y aún puedo ver un poco de esa chispa, pero a veces necesitas un poco de tiempo para ti, para estar con tus amigos. Ellos jamás marcaron los límites.

Ella hace una expresión cansada.

—Entiendo Christoph, debió de ser difícil. Creo que los finales felices sólo son exclusivos para algunas pocas almas al azar.

Sonrío y asiento. Ahora busco algo para romper el silencio.

—Olvidé mencionar a Evi. Se presentó a muchos shows, me pidió perdón, yo lo acepté; después no hablamos.

Ella sonríe.

—También habló conmigo. Es una pena que haya muerto.

—El cáncer es un hijo de puta. No fui a su funeral por sus padres.

—Usé el mismo pretexto —contesta avergonzada y sonriente.

Tiempo después la acompaño a su habitación de hotel, me invita a pasar mientras conversamos en el sofá.

—Fue agradable verte de nuevo.

—Aquel día —digo observando su rostro— no debí dejar que me abandonaras.

Los años han pasado sobre nuestros cuerpos, pero esta emoción por verla sigue aquí; intacta, sólo hacía falta desempolvarla un poco porque aún ahí sigue todo el poder que tiene sobre mí, aunque eso no sea correcto para lo que hemos hecho de nuestras vidas.

—Opino lo mismo, no debiste dejarme subir a ese avión.

No quiero quedarme con remordimientos, prefiero arrepentirme de algo que hice, que por algo que jamás hice.

Me acerco a ella y la beso, ella continúa con este beso, tierno y lento. Lo hace como recordaba, aunque sus manos con rastros de la edad acarician mi rostro. Esa sensación de adrenalina aparece en mi estómago, pero hay tanto que ha cambiado que mentiría si digo que los sentimientos se mantienen intactos.

Al teminar nos separamos completamente.

—Estoy satisfecha con eso —yo le sonrió.

—Espero poder mantener comunicación contigo.

—Espero que sí, y por esa razón registra mi número de teléfono antes de que te vayas.

Ahora que salgo de esa habitación siento algo extraño. Es una mezcla de sentimientos. Claramente no puedo cambiar el pasado, hay cosas de las que me arrepiento, por las que debí luchar más, pero ahora esta es la realidad que tengo. Todo lo que soy es la mezcla de sucesos que me hicieron crecer como persona.

Quizá lo mío con Natasha Romanova estaba destinado a fallar, o quizá habría estado con ella por toda mi vida, pero es algo que no quiero pensar.

Pasé días llenos de depresión por su partida, pero aprendí demasiado con ella. Estoy satisfecho con todo, y este beso era lo que necesitaba para comprender que ella tenía una misión, y esa era hacerme sanar de cosas horribles que una persona cruel me hizo. Yo aún no tengo idea sobre mi misión con ella, tal vez lo sabré en mi lecho de muerte.

Al final lo único que puedes hacer es aceptar lo absurdo de la existencia y lo poco que importan los sentimientos cuando se trata de lo que quieres en tu vida.

Seguir adelante es lo único que queda.

FERNWEH |Christoph Schneider|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora