A veces somos demasiado despistados para darnos cuenta de lo más obvio. Igual que el cerebro hace que ignoremos nuestra nariz, a veces no captamos cosas que están frente a nuestros ojos. Cosas muy obvias.Esa noche casi no dormí. Devoré una bolsa de galletas solo mirando el techo de mi cuarto. Suspiré y fui a parar frente a la puerta de mi hermano, recosté la espalda de la madera pulida mientras masticaba una galleta.
-¿Qué harías tú, Daniel?-le pregunté al aire.
La puerta de la habitación de visitas se abrió cuando Nani se disponía a ir al baño, cuando me vio, espabiló los ojos.
-¿Dylan?-el titubeo en su voz me hirió un poco.
-Tranquila, estoy bien.
-¿Seguro?
-Sí. Prometo no hacer nada loco-sonreí. Ella suspiró de alivió y revolvió mi cabello antes de entrar al baño.
Solía tener muchas pesadillas con mis hermanos. Eran recuerdos bastante duros para míy me costaba olvidarlos, al final, los había amado demasiado; el hecho de que mi madre era casi incapaz de tener hijos, y sin embargo, esforzarse por darme un hermano menor, me enternecía. Pero no todo salía siempre bien.
Habíamos sido en algún momento tres hijos. Me hubiera encantado que, al menos, me llamaran "el hermano del medio", pero al final terminé siendo una especie de hijo único.
Sacudí la cabeza para disipar los pensamientos negativos y golpeé mi sien varias veces.
-No pienses en eso. No pienses en eso. No pienses en eso.
Rasqué mi cuello con cansancio. Quizá era hora de dormir.
[...]
-Básicamente, eso descubrí.
Briana y Venecia hicieron un silenció incómodo a través de la línea.
-Yo lo descubrí hace año y medio-comentó Venecia, Briana resopló una risa.
-Dylan, no me explico cómo no te habías dado cuenta.
-No le prestaba atención-dije entre dientes. Ambas estallaron en risas.
-¡Oh, vamos!
-Dylan, por favor. Esos ojitos brillantes, esa sonrisa inusual, su forma de vestir, su actitud... ¿En serio?
Guardé silencio.
-Bueno, quizás tenía una hipótesis-recogí una lata de refresco que estaba en el piso de mi cuarto, escondida bajo la cama-. Pero como te dije, no le prestaba atención.
-Uy, no quisiera estar en tu posición-se burló la de cabellos negros-. Digo, sabiendo que te ha visto desnudo.
-¿¡Qué?! No, Alan no es así-defendí-. Aunque lo sea..., no lo veo capaz de tener ese tipo de pensamientos hacia mí, ¿sabes?
-Pregúntale-exclamó Briana, yo apreté el celular.
-¿Que le pregunte...?
-Sí, pregúntale si en verdad es gay.
De un momento a otro mi voz empezó a temblar, profiriendo balbuceos sin sentido, haciéndome finalizar la llamada lo más pronto posible por la vergüenza. Me quitaba el sueño imaginarme esa situación tan incómoda acerca de la sexualidad de mi mejor amigo, pero es que todo cuadraba, y todo apuntaba a ese chico de casi diecinueve años.
¿Se gustaban? ¿Eran pareja y no lo sabíamos? ¿Por qué no lo sabíamos?
Tenía que preguntarle. Éramos amigos. No. Éramos mejores amigos, podíamos confiar el uno del otro y contarnos todo, ¿cierto? Éramos nuestra muralla cuando estábamos por derrumbarnos; siempre nos apoyábamos sin importar qué.
ESTÁS LEYENDO
El monstruo dentro de sí
Teen FictionAlguien una vez me dijo que la vida es un escenario, que un escenario es un cielo lleno de estrellas, y que las estrellas somos nosotros. Pero ¿qué sentirías si tu estrella preferida empezara a apagarse y no pudieras hacer nada para salvarla? ¿Te qu...