Capítulo 23

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“Oh, Dylan, si llegaste hasta aquí es porque definitivamente eres gay.

JAJAJAJAJA, MENTIRA.

No me sorprende que encontraras esta carta... Bueno, la verdad sí, pero no por ti. Este fue uno de los lugares más locos para esconderla porque cualquiera la pudo haber agarrado y botado o algo así. Peeeero, en caso de que la encontraras puesssss CONGRATULEICHONS

Ahora, poniéndome serio y cursi de nuevo, quiero decirte que, Dios Santo, te amo demasiado. Aquí, como siempre, mientras escribo esta carta de noche justo a esta hora me pongo a pensar: uy qué bonito sería tener a Dylan aquí y que fuéramos novios y nos diéramos besitos mientras nos decimos que vamos a adoptar a dos niñitos.

Ahg, qué dulzuraaaa.

PERO, sé que no sucederá, y sé que es más fácil ser tío. Me quisiera imaginar cargando a tus hijos... Sé que sería feliz con tan solo eso; con verte feliz con tu familia.

Me pregunto si cuando muera podré verte, porque de verdad lo quisiera. Y en caso de que la vida sea como mi teoría del bucle, estaría agradecido de vivir una y otra vez la misma maldita loca aventura.

Tutuuuuuuu, siguiente parada: Carta número 5. La encontrarás en la casa de Robert.

Sí, le dije a Robert que la escondiera en un lugar específico, así queee, ¡suerte! Sé que sabrás dónde está.”

¿Dónde carajos podía estar?

Aunque los días pasaran lentos después de su muerte, las cartas lograban su cometido: entretenerme. Las releía, desdoblaba, ocultaba bajo varios libros para plancharlas, volvía a releer. Sentía que nada de lo de las cartas tenía sentido, al fin y al cabo ai acaso Alan acababa la hoja escribiendo; que sí, mucho de lo que decía me sacudía el corazón, pero no entendía a lo que quería llegar. Casi siempre terminaba en lo mismo: recordarme que me amaba.

¿Eso era todo? ¿Al final solo me recordaría una y otra vez aquella frase poderosa que me descontrolaba el corazón?

¿Acaso ese era mi castigo?

Me miré al espejo del salón de la academia, di una vuelta sobre mi eje. El salón estaba vacío, de nuevo, al igual que yo.

¿Qué hacía el chico de perfecta técnica y cero expresiones faciales sin el chico que enamoraba al público con su pasión?

Había una foto de Alan pegada en la salita donde nos cambiábamos, con varios pares de zapatillas negras viejos colgando a su alrededor. Seguro que yo no era el único que sentía el salón aullar de tristeza cuando el viento atravesaba las ventanas. Miré de nuevo mi reflejo y me di cuenta que había perdido una gran parte de mí al perder a mi mejor amigo.

En la mayoría de las noches que restaron de esa semana, despertaba con un profundo pesar en el pecho; estaba seguro que era culpa. Culpa por no haber sabido que pasaría tan rápido, que él simplemente se iba a quedar dormido.

La vida del chico que nunca flaqueó ante las burlas de otros; el que vio a su mejor amigo desnudo y moribundo en un baño de escuela, ese que atravesó una multitud para darle un puesto de autobuses a sus amigos, el chico qie sobrevivió a dos neumotorax y un paro respiratorio. Ese chico, a quien se le escapó la vida en un suspiro, creyendo quizá que Morfeo tan solo lo llevaría a su mundo, como cualquier otra noche.

Me acerqué hasta el vidrio y reposé las yemas de mis dedos sobre la superficie, mirando eo reflejo de mi mano.

—¿Acaso siempre fui el monstruo de tu historia...?—susurré al aire. Luego sonreí—. En estos momentos estarías gritándome y negándolo...

El monstruo dentro de síDonde viven las historias. Descúbrelo ahora