Capítulo 14.

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ADVERTENCIA ANTES DE LEER:
Este capítulo tocará temas como el abuso sexual y escenas algo crudas.
Léase bajo su propia responsabilidad.
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Al salir del salón de práctica junto a mis compañeras, nos detuvimos frente al ventanal del salón de Evan cuando escuchamos quejas de sus alumnos.

—Evan, maldición, ya me duele el culo—lloriqueó el más bajo de los bailarines; un chico de piel oscura y pestañas larguísimas.

—Izquierda, derecha, arriba y abajo, Dio.

Observé cómo los cinco bailarines doblaban las rodillas y daban golpes de un lado a otro con sus caderas al son de la canción puesta en los parlantes.

—¿Están practicando...twerk?—preguntó entre murmullos una chica.

—Robert, tu espalda no está bien arqueada. Se ve terrible—Dijo el adulto, picando la espalda baja del muchacho con un tubito de metal.

—Sí, profesor...

Los únicos que no parecían estar muriendo internamente eran dos chicos de cabello largo que casi no se distinguían entre sí. Pude observar la vergüenza de Robert y la del chico llamado Dio, porque tenían las caras rojas y sus cuerpos estaban tensos. Otro chico de cabello negro también parecía muy familiarizado con los movimientos de caderas, desprendiendo aires de ser el líder del grupo.

—¿Qué hacen aquí abarrotando el pasillo?—regañó nuestra profesora, Evan alzó la cabeza con emoción y salió del salón a saludar a Kelly.

—¡Princesa!—el hombre la recibió con beso en los labios y la abrazó—. Hoy te ves radiante.

—Sí, claro, sudada después de práctica—dijo ella con sarcasmo.

—Igual te ves preciosa—sonrió él, Kelly disimuló su sonrisa y tiró de uno de los mechones del cabello largo de su esposo.

—Te veo en la tarde.

—¡Bien!

Después de pagar la mensualidad en la recepción, me compré un jugo y quedé de pie esperando a que Nani pasara por mí. Sentí la presencia de dos miradas clavadas en mí, y luego unos pasos se me acercaron; dos chicos realmente altos se apoyaron de mis hombros con fraternidad, y distinguí que eran dos de los estudiantes de Evan. Miré con confusión a los gemelos, pero antes de poder preguntar algo, ellos iniciaron la conversación.

—¿Eres de la clase de Kelly, verdad?—dijo el primero.

—Ah, sí...

—¡Já, te lo dije!—le habló el segundo—. Esos traseros son de mano de esa mujer.

Me quedé callado unos segundos, pero ellos siguieron hablando de mi trasero, como si fuera lo más banal del mundo.

—Por cierto—dijo el segundo—. Me llamo Alex, y él es mi hermano, Alekey.

—Somos gemelos—reafirmó el primero.

—Sí, me di cuenta—dije entre dientes.

—Y, dinos, ochentero, ¿eres gay?—preguntó Alex.

El monstruo dentro de síDonde viven las historias. Descúbrelo ahora