Capítulo 7.

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Pesadillas.

Pesadillas.

A veces sentía que mi subconsciente me odiaba como el hielo odia al fuego. Siempre era lo mismo.

En las penumbrosas horas de las madrugadas, me despertaba sudando e incluso, a veces, hecho un mar de lágrimas imparables. Mis constantes parálisis del sueño y esas burdas pesadillas habían transformado a mis noches en un rotundo desastre. Agradecía que en mi familia nuestros rostros supieran disimular las ojeras, pero era evidente al verme al espejo que existían unas pequeñas bolsas oscuras bajo mis ojos.

Esta vez mis temores y traumas del pasado se habían unido para mostrarme una cuna que se balanceaba con sutileza en la esquina de mi habitación. Había un bebé adentro. Pero a pesar del bamboleo grácil, el bebé se retorcía de manera extraña.

Conocía a ese bebé.

Dion, mi hermano menor de tan solo dos años de edad; con sus enroscados cabellos negros, mejillas redondas y rosadas, y los ojos verdosos de mi madre. Parecía sufrir un dolor mudo. Yo sabía qué tenía.

Intenté apartar la mirada, pero sus espasmos se intensificaron hasta el punto de que todo su cuerpo convulsionaba de forma brusca y exagerada. Solté un sollozo ahogado cuando unas manos salieron de las sombras y me estamparon contra los barrotes de la cuna, tirándome al suelo de rodillas.

La escena no se desvanecía. Estaba viendo a mi hermano morir entre ataques de epilepsia. Su epilepsia.

Pesadillas.

«Basta de pesadillas, por favor.»

El insomnio me llevó a caminar descalzo por la casa, deteniéndome frente al jardín interno. Separado de la cocina por un ventanal, el lugar procuraba darle una vibra fresca y acogedora a la casa, con los tragaluces de su techo, las dos hamacas paralelas en el centro rodeadas de dos árboles en macetas, y flores. Para todas las visitas que llegaban a la casa ese era un lugar mágico y lleno de vida. Para mis padres y para mí, era el recuerdo perpetuo de la primera vez que intenté suicidarme.

Con un escalofrío recorriendo mi espalda, giré sobre mis talones y fui a preparar un poco de café. Vi el reloj de la cocina, que marcaba quince minutos antes de la media noche. Después de tomarme una pequeña taza de café, subí hasta el segundo piso y me senté de piernas cruzadas frente a la habitación de mi hermano mayor, miraba de reojo el reloj de mi cuarto.

11:58

Di un suspiro y sentí las lágrimas acalorar mis ojos. Me dejé llorar en silencio mientras giraba el rostro una vez más hacia el reloj.

12:00

18 de Abril.

Alcé la vista y sonreí al leer el nombre de mi hermano en la madera pulida.

-Feliz cumpleaños, Dani...

[...]

-¿Mandarás a hacer el trabajo final?-me preguntó Alan, incrédulo.

-Sí-Giré sobre el colchón y acerqué mi celular a mi oreja-. A estas alturas no me dará tiempo hacerlo por mí mismo.

-Ya, pero al menos dime que elegiste el tema por ti mismo.

-Sí.

-A ver, dime.

-El impacto económico sobre los padres de niños con cáncer en la región.

Alan hizo un sonido a través de la bocina.

-¿Elegiste el cáncer...?-soltó en un hilo de voz, yo le confirmé-. Dylan, eso es muy lindo.

El monstruo dentro de síDonde viven las historias. Descúbrelo ahora