Capítulo 12.

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Miraba con fastidio cómo Nani curaba la cortada de mi brazo, estaba molesta por mi desobediencia, pero no lo decía. Apoyé mi cabeza sobre la mesa para encontrarme con su mirada.

-Lo siento-murmuré.

-Sabes que no puedes tomar los antidepresivos, y menos sin avisarnos.

-Pensé que podían ayudar...

-Sabes que no, Dylan-se llevó un mechón despeinado tras la oreja-, ¿no recuerdas cuando el psiquiatra te dijo eso?

-No...

Nani me miró con frustración unos segundos, pero luego acarició mi rostro.

-Dylan, necesitamos que pares todo esto.

-Es difícil. Créeme que lo intento.

-Sé que lo haces, pero...no es suficiente.

Fruncí el ceño.

-Si estás cansada de mí, puedes irte-mi voz sonó más dura de lo que quise, tanto que dejé a mi niñera en una posición silenciosa.

-¿Cansada de ti, Dylan?-bajé la mirada-. Te he cuidado desde que tienes siete años, maldición. He estado a tu lado, abrazándote cuando llorabas, he curado tus heridas, te he llevado al hospital incluso-me encogí entre mis hombros cuando la escuché sollozar-. Tengo alarmas que me despiertan en la madrugada para ir a ver si no estás intentando matarte, ¡incluso anclé tu celular al mío para saber a dónde vas!

-¡Suena como si me estuvieras reclamando!-estallé-¡Ya sé que te quito la vida, ya sé que desearías no cuidarme y...!

Nani le dio un golpe a la mesa y me callé.

-¿No querer cuidarte? Mierda, Dylan, si yo no quisiera cuidarte, me hubiera ido-Sus grandes ojos café refulgian como las brazas de un fuego intenso-. Dylan, yo te amo como no imaginas.

Me levanté de la silla cuando ella se apoyó de la mesa, cansada y llorando.

-¿Sabes? Mi novio me dijo un día que debía elegir entre tener una vida con él, o envejecer cuidándote...

Yo la miré.

-¿Qué dijiste...?-pregunté, asustado. Ella giró el rostro hasta mí; me miró con los ojos hinchados y la cara roja, pero me dedicó una sonrisa.

-Te elegí a ti, Dyl... Siempre te voy a elegir a ti.

Aunque últimamente estaba haciendo bastante calor, un aire gélido se impregnó en mis huesos con insistencia hasta dejarme sentado en la silla del comedor con lágrimas corriendo hasta mi mentón. Nani me miró unos segundos, ojerosa, caminó hasta mí y me envolvió entre sus brazos delgados.

-Temes que si te vas, moriré, ¿verdad?

-No-susurró-. Temo haberme ido cuando mueras...

[...]

Era lunes, no podría olvidarlo, pues me levanté con el sonido de mi celular recibiendo una llamada de Briana. La muchacha sonaba realmente frustrada tras la bocina, me pedía entre regaños que fuera de inmediato al instituto de forma urgente.

-Pero ya presentamos los exámenes...No quiero ir a las reuniones de fin de materia, no hago nada ahí...-dije tallando mis ojos.

-¡Dylan Alejandro, te vienes o te arrastro!

-¡De acuerdo, iré, maldita dictadora!

Cuando llegué arrastrando los pies por las baldosas crema de la escuela, mi amiga morena y su novia me interceptaron, sacándome del pasillo con ahínco. Briana buscó ferozmente algo en su celular mientras Angie llegaba preocupada con nosotros.

El monstruo dentro de síDonde viven las historias. Descúbrelo ahora