Recopilación de correos enviados hasta el [07/07/2017]
Memorias de Alan Laurens
Definitivamente había sido una total sorpresa para mí llegar al instituto y encontrarme con que alguien grabó un vídeo un día antes del recital, donde me dediqué a besarme con Robert a escondidas en la abandonada sala de impresiones. Y aunque muchos me detuvieron a llenarme de preguntas vergonzosas y uno que otro insulto, no dejé que me afectara; yo había disfrutado ese día, allá ellos que tenían envidia.
Después de una muy divertida extorsión que mi madre le dedicó al director, alegando con seguridad que ella disponía de pruebas para arruinarlo, cuando en realidad no las tenía, regresé a casa.
Las notas de mi exposición final llegaron, cayendo como balde de agua helada sobre mí. Había fracasado. En una exposición de trabajo final no había excusas para un chico con solo un pulmón, que de paso era gay—porque el director era un jurado—. Recuerdo haber estado apunto de arrugar la hoja de calificaciones, pero relajé los hombros e intenté acompasar mi agitada respiración. Luego llamé a Robert para que se quedara en mi casa.
Estábamos acostados en mi cama, y yo hacía espirales con mi índice sobre la piel de su pecho, una de mis piernas se escondía bajo uno de sus muslos, las yemas de sus dedos acariciaban mi espalda con suavidad. Clavé la mirada en su vientre, donde justo bajo el ombligo nacía una línea de vello muy claro que descendía hasta perderse en la oscuridad de las sábanas.
—Robert.
—¿Hm?
—¿Puedo hacerte una pregunta íntima?—volteé a verlo cuando se le escapó una risilla. Él me arregló sobre su pecho y yo sonreí.
—Alan, estamos desnudos, ¿qué más íntimo?
Ahora fue mi turno de reír. Deshice la sonrisa y acaricié su rostro.
—¿Me amas…?
Robert parpadeó dos veces, impactado. Luego se tensó bajo mi cuerpo y desvió un poco la mirada con expresión culpable. Después de unos instantes, me miró, apoyando su rostro en mi palma.
—...No.
Me temblaron las cejas, solo un poco. En cuanto bajé la mirada, él me abrazó y giró sobre el colchón hasta acorralarme bajo su cuerpo.
—Pero…¿tú me amas a mí?
Ahora yo era el callado. Sostuve su mirada, pensando, y giré el rostro hacia mi izquierda; nuestras manos estaban entrelazadas, la suya mucho más grande que la mía. Tomé valor y volví a mirarle a los ojos, pero no le respondí, tan solo lo atraje hacia mis labios con mi mano libre.
[...]
—Me llevó a un parque y estuvimos largo rato allí. Fue bastante lindo. Ay, Alan, adoro a Dylan—suspiró mi hermana.
—Lo sé—susurré.
—Claro, estúpidamente toqué el tema de su hermano y lo hice llorar—ella apretó sus mofletes y pateó al aire—. Soy una tonta.
—Bueno…—empecé, ella giró el rostro hasta mí—, a Dylan le hace bien llorar en compañía. Me alegra que estuvieras con él.
Angie sonrió después de unos segundos y pellizcó mi brazo. Mi padre salió a la cocina con un libro en mano y se sirvió café, sin dejar de leer. Se rascó el tobillo con ayuda de su otro pie antes de sentarse a la mesa.
—Menos mal nunca cambio las cosas de posición, o un día terminarás sirviéndote jabón en vez de café—comentó mi madre.
—No harías eso. Si me muero, será difícil encontrar a alguien tan guapo como yo, y ni hablar de lo otro—soltó él con picardía.
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El monstruo dentro de sí
Teen FictionAlguien una vez me dijo que la vida es un escenario, que un escenario es un cielo lleno de estrellas, y que las estrellas somos nosotros. Pero ¿qué sentirías si tu estrella preferida empezara a apagarse y no pudieras hacer nada para salvarla? ¿Te qu...