Me desperté, cansado y abatido a pesar de tener buenas noticias acerca de la página de donaciones. Caminé hasta la habitación de mis padres, donde mi mamá se maquillaba sentada en el borde de la cama.
-Mamá.
-Dime, amor.
-¿Tienes una pastilla para el dolor de cabeza?-ella paró de sombrear sus ojos y me miró, con una chispa de alarma en lo profundo de sus pupilas.
-¿Te sientes mal?
Hice silencio, arrugando un poco el ceño.
-No lo quiero para eso, mamá. Solo me duele la cabeza, en serio-murmuré, ella sacudió la cabeza.
-Lo siento, Dyl.
-Descuida.
Al bajar las escaleras, acomodando mi chaqueta azul, sentí los largos dedos de Nani apretar mi brazo. Volteé un poco.
-¿Vas al hospital?
-Sip.
-Te... Te ves bien hoy.
-Gracias, Nani-sonreí.
A pesar de haber pasado ya dos semanas desde mi pelea con Angie, mi niñera seguía sintiéndose culpable por el hecho, así que intentaba sacar cualquier tema de conversación para subirme el ánimo, incluso alabarme si era necesario.
La verdad era que yo sabía que se estaba esforzando en hacerlo, así que le desmostraba lo agradecido que me sentía por sus intentos, aunque por dentro aún los pedazos de mi corazón siguieran clavándose en las paredes de mi pecho.
El señor Doubront recibió con alegría las noticias que le llevé, empezando a llamar tanto a los donadores como a los padres de los niños. Al entrar a la sala junto a unas enfermeras, los niños gritaron de alegría al saber las noticias, y aunque faltaban algunos, todos se veían felices. Me senté en mi ya común sillita de madera verde junto a la mesa blanca, Diana entornó los ojos.
-¿Ahora haces promesas vacías?
-¿Te parecen vacías?
-Sí, pronto los donadores dirán "uy, lo siento, cambié de opinión", y se irán.
-Ah...
Ella alzó una ceja.
-No voy a creer tus estúpidas palabras hasta que logres conseguir mi prótesis-sentenció.
-Es difícil. Dame tiempo.
-¿Cuánto? ¿Lo que le queda a tu amigo?
La miré con las cejas juntas y ella sonrió. Le pregunté cómo sabía eso y tan solo floreó su mano, alegando que lo había escuchado un día de unas enfermeras.
-Deberían suicidarse juntos.
-Alan no haría eso.
-Pero tú sí, ¿no?-rió-. Dime, niño rico, ¿cuánto crees que durará todo esto? Digo, un día te cansarás de vernos y decidirás, no lo sé, ir a tener sexo con tu novia.
Desvié la mirada.
-¿Y esa mirada...? ¡Oh, imposible!-su carcajada sardónica retumbó en mi oído-¿Ya no tienes? Oye, eso es horrible. Pobre niño rico, se encontró con un problema que el dinero ni la posición social puede arreglar.
-¿Y eso a ti en qué te afecta?-gruñí.
-Bueno, no realmente, pero, ¿cómo crees que confiaremos en ti con algo así como nuestras vidas si ni siquiera puedes conservar una relación? Qué porquería.
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El monstruo dentro de sí
Teen FictionAlguien una vez me dijo que la vida es un escenario, que un escenario es un cielo lleno de estrellas, y que las estrellas somos nosotros. Pero ¿qué sentirías si tu estrella preferida empezara a apagarse y no pudieras hacer nada para salvarla? ¿Te qu...