Capítulo 2

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Varias veces pensó si esto era una buena idea. Todavía no conocía lo suficiente a Sabo como para mostrarle su lugar secreto, aunque éste ya lo había descubierto el primer día. Así que le obligó a prometer como cien veces que no se lo diría a nadie. Sabo lo juró hasta que Ace estuvo contento y finalmente lo llevó.

Se encontraron en el bosque. Hacía varios días que ambos se veían allí. Ace iba siempre después de clases y Sabo cuando podía huir de su casa, aunque aún no estaba seguro dónde vivía. ¿Debería preguntarle? Por más que tuviese curiosidad, no iba a decir nada. Si Sabo quería decirle suponía que lo haría en algún momento. Ace también tenía cosas que no quería contar, pero por suerte ese niño parecía muy alegre y confiado, tanto como para conformarse con sólo saber su nombre. Tal vez fue eso, aquella simpleza, lo que le llevó a sentirse cómodo con él.

Cuando llegaron al árbol indicado tardaron un rato en subir. Sabo había mejorado mucho trepando árboles, pero era imposible que lo llegara a superar. Aun así, Ace sostuvo su mano para que no se caiga. Estarían en problemas si eso pasara, porque el lugar de su guarida estaba bastante alto y una caída desde allí no les saldría gratis.

Ace no había construído demasiado. Sólo tenía un pseudo-piso hecho con maderas que sacó de la basura, más un intento de paredes, y algunos materiales más que recogió del mismo lugar acumulados. A pesar que fuese modesto, Sabo vio ese lugar como si fuera lo más increíble del mundo.

—Woah —suspiró el niño—. ¿En serio hiciste todo esto? ¡Es genial, Ace!

El cumplido le hizo burbujear un sentimiento de orgullo en su interior, pero no lo dijo. Sólo se sentó.

—Aún falta para terminarla —recordó.

—Podemos hacerlo juntos, yo puedo ayudarte —Se ofreció Sabo muy emocionado, pero la mueca sorprendida de Ace lo hizo retroceder—. Bueno... Si quieres, es tu lugar secreto.

Parpadeó unas cuantas veces al oírlo intentando terminar de entenderlo hasta que se rió. Fue extraño ese momento. Ese pequeño espacio en el bosque era suyo, jamás lo había compartido con nadie más y ahora lo hizo con Sabo porque lo descubrió, pero éste se mostró interesado de una forma que Ace no esperó. Que eso pasara no era parte de sus planes.

No terminaba de entender qué lo llevaba a confiar en Sabo. Será porque lo veía agradable, sincero y porque no le hacía preguntas molestas como otras personas. Ace no tenía amigos en la escuela, nunca dejaba que nadie se acerque lo suficiente, pero este niño le había hecho revelar su mayor secreto sin dudar.

—Mmm... Tendremos mucho que hacer —suspiró pensando en todos los arreglos que le faltaban a esa casa y Sabo, al oír sus palabras, sonrió ampliamente mostrando todos su dientes junto con el espacio faltante.

Fue un gesto reconfortante y se sintió a gusto con él, como cada vez que lo encontraba allí.

Tener un amigo podía estar bien y ser agradable, al menos eso estaba aprendiendo.

Estuvo a punto de proponer que fuesen a buscar más cosas para la guarida, pero una tormenta comenzó a arremolinarse sobre sus cabezas. Ace no lo pensó dos veces antes de decirle a Sabo que tenían que bajar e irse.

La lluvia cayó sobre ellos mientras corrían por el bosque. Al menos así no sentían el frío. Tomó la mano de Sabo para guiarlo y que no se perdiera, después de todo él no conocía la zona.

—¿Estás seguro? —preguntó Sabo en la entrada de la casa y Ace suspiró hastiado.

—Ya te dije que está bien —espetó sintiendo que su cuerpo se estremecía—. ¡Pasa de una vez que hace frío!

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