Capítulo 13

993 118 58
                                    

Algo innegable era que esos dos viejos zorros tenían una intuición monstruosa.

Apenas regresaron, Sengoku le preguntó a Rosinante qué ocurría, pero quizá fuese porque no podía ocultar su preocupación y se le notaba en cada una de sus expresiones. Fue honesto y les dijo que debían hablar con ellos dos. Le pidió a Law que esperara en su cuarto porque no sabía cómo sería esa conversación y qué reacciones esperar.

Ace estaba nervioso, cabizbajo, y seguramente esperando que ese momento no llegara nunca. No podían ocultarlo y era mejor no hacerlo. ¿Cómo podrían de todos modos? Vivían juntos. Además, Garp era el tutor legal de Ace. Había varias cosas que él debía hacer y autorizar.

Respiró profundo y decidió poner las cartas sobre la mesa. En realidad, puso unos papeles.

—¿Qué se supone que es esto? —espetó Garp sin ganas de ver todo eso. Apenas acababan de volver de un largo viaje de trabajo, lo que menos quería era ponerse a revisar papelería.

A diferencia de él, Sengoku sí se puso a mirar. La cara del hombre se transformó viendo que se trataban de análisis clínicos y peor fue cuando vio a quién pertenecían.

—¿De dónde sacaron esto? —preguntó Sengoku mirándolos a ambos.

—Son míos —aclaró Ace llamando la atención de los dos adultos y desvío la mirada.

—Llevé a Ace al médico porque no se estaba sintiendo bien —explicó Rosinante—. Hicieron algunas pruebas pensando que podía ser anemia o algo así, pero los resultados...

—Oh santo cielo... —murmuró Sengoku impresionado cuando llegó a la parte que le dio los resultados positivos de un embarazo y los detalles de una ecografía.

Garp le arrancó los papeles y no necesitó que nadie le explicara para entender. Mientras Rosi hablaba sintió miedo porque fuera algo muchísimo más grave, pero aun así era un problema.

—¡¿Pero qué hiciste?! —vociferó tirando los papeles sobre la mesa y levantándose molesto—. Se supone que debías cuidarlo, Rosinante.

—¡No fue su culpa! —Ace también se levantó casi tirando la silla hacia atrás—. Yo lo hice...

—Me di cuenta y me imagino con quién —A la mente de Garp llegó la cara de ese muchacho que era tan cercano a Ace. No quiso ver las señales y pensó que nada pasaría, pero se equivocó—. Buscaré a ese mocoso y lo haré pedazos.

—Claro que no —interrumpió Sengoku para que el otro hombre se calme—. Lo importante es Ace y qué haremos con esta situación.

Rosinante también ayudó a calmar a Ace para que no se gritaran, porque eran otras cosas las que debían discutir. Garp volvió a sentarse con los brazos cruzados a regañadientes y Ace hizo lo mismo.

—¿Y qué quieres hacer? —preguntó Garp mirando a Ace, quien miró a Rosi en búsqueda de apoyo y éste le sonrió.

—Lo daré en adopción —informó decidido.

No podía terminar de creer lo que oía. Sintió culpa por lo que estaba pasando ese mocoso, pero era imposible para él admitirlo. Quizá si hubiera ido a ver a Ace más seguido, pero su trabajo se lo impedía. Tampoco podía llevarlo a vivir con ellos porque no tenía un lugar fijo, recién ahora logró hacerse cargo un poco mejor de él. Debería poner tras la rejas a Dadan por no cuidarlo bien, pero Garp sabía que era su responsabilidad.

Él adoptó a ese chico y lo protegió de todos los que le desearon el mal. Sin embargo, tal vez no le dio la suficiente atención que necesita un niño en ese afán por querer esconderlo del mundo. Jamás tuvo idea sobre cómo se criaban los hijos y el niño que debería haber criado ahora estaba por tener un bebé con sólo catorce años. Esto era un desastre, pero, como dijo Sengoku, lo importante era Ace y que estuviera bien.

DisforiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora