Capítulo 18

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Algo que siempre supo Ace es que la paternidad era un problema. Desde que comenzó a cuidar a Luffy, tuvo muchos momentos buenos y también angustiosos. Varias veces se había puesto nervioso cuando su bebé de apenas un par de meses levantaba fiebre porque le estaban saliendo los dientes o cuando tenía algún accidente cuando comenzó a caminar.

Luffy ya tenía tres años y su crecimiento era como el de cualquier niño de su edad, pero a veces tenía demasiada energía y Ace no podía seguirle el ritmo. Su hijo ya no sólo caminaba, sino que corría y era imposible que se quedara quieto.

En esta ocasión, tuvieron que ir un viernes a las diez de la noche a la guardia del hospital por un inconveniente. Luffy se había caído mientras intentaba escalar el mueble del televisor y ahora un doctor lo estaba atendiendo. Al parecer, le quedaría una cicatriz debajo del ojo. El niño lloró mucho y Ace se asustó al verlo sangrar. Sin embargo, Luffy ya estaba más calmado luego que el doctor lo curó.

—Es que estaba jugando a Spiderman —le explicó el niño al médico que los socorrió esa noche—, pero me falló la telaraña.

El hombre se rió al oír al niño mientras terminaba de tratar su herida y le acarició la cabeza. Ace sintió vergüenza por lo que su hijo dijo. En su defensa, ese desastre pasó en un segundo donde estaba en el baño. Sólo fue un instante en que ese pequeño mono causó un escándalo sin que nadie lo viera.

Por suerte, ya sabía lo salvaje que era Luffy y no perdió tiempo en ir a la guardia.

—Creo que alguien más deberá cuidar la ciudad —contestó el doctor—. Spiderman va a tener que descansar.

Luffy se cruzó de brazos sin estar conforme pero no dijo nada. Con sus tres años, era un niño que se daba a entender muy bien y resultaba encantador. Ace aún se asombraba cada vez que lo veía conversar de forma fluida con las personas.

—¿El superhéroe estará bien? —preguntó sintiéndose más relajado.

—Quizá le quede una marca, pero no será nada grave.

—Gracias, ehm...

—Marco.

—Claro...

Había olvidado el nombre del médico de tan nervioso que estaba, pero éste le regaló una sonrisa tranquila y Ace se lo agradeció. Probablemente, si no fuera por el ambo que traía, no hubiera pensado que era médico con esa cresta rubia. Aun así, parecía una persona serena y atendió bien a su hijo.

Cubrió la herida de Luffy y le preguntó si estaban al día con las vacunas, además de otras cuestiones del niño.

—Ya puedes volver a casa —sonrió Marco a Luffy y después observó a Ace—. Tendrás que lavar su herida y colocarle una crema para que no le quede una cicatriz, pero no lo aseguro.

No le importaba eso, con tal que no perdiera el ojo podían lidiar con una marca en la mejilla.

—Gracias, doctor piña —dijo Luffy y estiró los brazos para que papá lo cargue. Ace miró hacia otra parte sin saber cómo disculparse—. ¿No iremos a ver a Iva-chan?

—¿Ivankov?

—Sí, es mi madrina —contestó Luffy mirando al doctor piña y Ace sonrió nervioso.

—Yo me atiendo con él en realidad —dijo para luego mirar a su hijo—. No está ahora porque es tarde, otro día podemos hacerle una visita.

Luffy pareció disconforme, pero no dijo nada. Sólo se abrazó a su papá y escondió la cara en su cuello.

—Es una gran persona —mencionó Marco cruzándose de brazos—. ¿Cómo es tu nombre?

—Ace.

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