Capítulo 14

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—¿Cómo has estado estos días, Ace-chan?

Se tomó un tiempo antes de contestarle a Bon Clay. Permaneció sentado en ese sillón tan cómodo que tenía en el salón. Era blanco y lleno de almohadas de colores y texturas variadas. Toda la decoración del lugar era así, eso fue lo que más llamó la atención de Ace la primera vez que fue. Luego de un par de meses de terapia, ya se había acostumbrado a las estatuillas de cisnes en cada rincón e incluso le parecían agradables y que combinaban bien con los detalles rosas de todo el lugar.

Los colores no eran algo que fuera inherente del género o al menos eso le había dicho durante alguna de sus sesiones. Bon Clay era paciente y divertido, además que lo escuchaba atentamente y por eso Ace quiso seguir yendo. Se permitió desahogar un poco todas las frustraciones y angustias que lo aquejaban, a cambio recibió palabras que lo hicieron reflexionar y mirar las situaciones desde ángulos que no se hubiera imaginado.

Bon Clay no lo trataba como un loco, sino como una persona que estaba aprendiendo y que necesitaba ayuda, al igual que cualquiera.

—Bien —contestó alzando los hombros—. Tuve que ir a una consulta esta semana, pero no fue tan malo. Creo que me acostumbré.

Después de 4 ecografías, ya entendía perfectamente cómo era el procedimiento, aunque la transvaginal aún seguía incomodándole y se ponía como un gato erizado a punto de sacar las garras, pero lograba contenerse. La cosa estaba bien le dijeron, ya tenía casi seis meses y ya no podía fingir que no existía esa pequeña barriga. Por suerte, como era invierno y hacía mucho frío, podía ocultarlo y hacer de cuenta que no estaba con ropa.

Fue un drama al principio habituarse a ir tanto al médico. Es verdad que tenía muy bajo el peso cuando se hizo sus primeros controles y se vio obligado a comer más. También consumía vitaminas que le recetaron y al parecer todo iba normal con la cosa. Si no fuera porque a veces, inevitablemente, se tocaba el vientre olvidaría que allí había algo.

—Ya casi no me mareo y puedo comer lo que quiera —agregó como algo positivo—. Aunque Rosi siempre me recuerda que tenga cuidado y todo eso.

—Eso es bueno, se preocupa mucho por ti.

—Supongo.

—¿Sigues teniendo problemas para dormir?

Ace pensó en qué responder antes. Los días se le pasaban todos igual de aburridos y monótonos. No salía de su casa más que para ir a las consultas o la terapia, y su cuarto se había convertido en un refugio. Su narcolepsia estaba descontrolada y prefería quedarse allí que arriesgarse a bajar las escaleras y caer desmayado. Dormía muchas siestas durante el día y por la noche se quedaba más de lo necesario despierto

—Un poco... —asintió—. Pienso mucho durante las noches.

No podía evitar dar vueltas sobre recuerdos y momentos de su vida que ya no existían. Pensó mucho en Sabo y en qué pensaría de él ahora. Probablemente no lo reconocería, ni el mismo Ace se hallaba cada vez que se miraba al espejo, así que dejó de hacerlo. No quería ver su cuerpo como estaba, todas esas formas y cosas que crecían sólo lo hacían sentir peor consigo mismo. Él no quería ser esa persona. Un par de veces, cuando la angustia era tal que no lo dejaba ver más allá del horizonte, se arrepentía de la decisión que tomó.

—Es peor cuando el Alien no me deja dormir —espetó hastiado señalando su cuerpo, esa panza que tenía oculta bajo un sweater beige que le quedaba como un carpa.

Sus noches fueron peores cuando la cosa se hizo más presente moviéndose y un poco de miedo le dio. En la clínica le explicaron que ahora que la cosa era más grande tenía menos espacio para acomodarse y por eso podía sentirlo. A partir de entonces comenzó a llamarlo Alien, porque siempre que lo sentía pensaba que iba a abrirle el estómago para salir y sería como en la película. Rosi lo miraba raro siempre que decía eso.

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