Capítulo 10

1K 119 111
                                    

Pasó una semana antes que finalmente se fueran. Los días transcurrieron con una espantosa monotonía y lentitud. Ace no salió de su casa y tampoco le interesaba hacerlo. Garp no le preguntó nada, pero se enteró de alguna forma. Oyó cómo se reprochaban mutuamente con Dadan sobre quién tenía la culpa hasta que terminaban sus discusiones sin decidir quién debía asumir la responsabilidad. Supo que ambos se habían enterado que tuvo un problema con Sabo y que éste se marchó, pero Ace no estaba seguro si ellos eran consciente de sus planes para huir. Ya no le importaba en realidad.

Dadan no quería que Ace se fuera y eso le sorprendió. Ella temía por él. El mundo era un lugar cruel y la mujer muchas veces se lo dijo, pero también sabía que Ace no tendría futuro o rumbo si se quedaba allí. Garp insistió con podía conseguirle un espacio en la Fuerza Policial pero, antes que pudiera negarse, le dijo que también podía hacer lo que quisiera y que no se olvidara de esa opción.

¿Cuántas personas como él había allí? Ace no sabía de ninguno. No creía que ese lugar ni ningún tipo de fuerza militar aceptara un chico como él, con un cuerpo que no correspondía. El viejo no entendía eso y pensaba que con su poder, por haber tenido un cargo alto, era capaz de hacer lo que quisiera. Tal vez fuese cierto que podía conseguirle ese espacio, pero Ace no quería comprobarlo.

En ese momento, no tenía idea de qué hacer.

Quizá fuese divertido ese viaje, pensó. Podría ver a Rosinante y conocer a ese hijo que adoptó. Incluso conocería otro país y vería nuevos lugares. Todo eso sonaba emocionante.

Después recordaba que tenía que dejar a Dadan y ya no le parecía tan agradable.

Después recordaba que Sabo ya no estaba y su corazón crujía en dolor.

Intentó llamarlo de nuevo, pero su celular ya no funcionaba. El día anterior lo encontró quebrado en el suelo. ¿Será que lo tiró sin darse cuenta? Era posible, la última vez que lo usó no estaba muy tranquilo, aunque ahora tampoco.

Garp le trajo una maleta para que guardara sus cosas y todo el asunto se volvió más real que nunca.

Sabo se había ido. Se esfumó de su vida como si no hubiera existido. Incluso en la casa que vivía ya no quedaba nadie. ¿Qué más podía hacer? ¿Buscar en Google? Ni siquiera tenía ganas de eso.

Comenzó a meter sus cosas dentro de la valija, porque no tenía nada mejor que hacer, y tampoco tardó demasiado porque no tenía mucho. Guardó su ropa y algunas tonterías. ¿Debería llevar las cosas de la escuela? No, no quería pensar en eso.

Miró entre los cuadernos donde estudiaba y decidió guardar alguno que estaba nuevo todavía. Encontró un libro también que estaba leyendo con Sabo. Se había olvidado que lo dejó allí. Lo abrió distraído dándose cuenta que Sabo había dejado un papel de señalador, era el envoltorio de un chocolate que seguro habían compartido juntos. Lo apretó entre sus manos y se mordió los labios.

Otra vez sentía que su garganta se cerraba amenazando con dejarlo sin aire y se esforzó por respirar. Sentía que su pecho le quemaba y se preguntó si alguna vez iba a dejar de sentir eso, pero Ace sospechaba que no.

Dejó la maleta a medio hacer luego de poner el libro dentro. No iba a dejarlo pero tampoco se sentía capaz de terminar de leerlo. ¿Cómo podría hacerlo? Se supone que iban a descubrir el final juntos. Asumió que no sabría cómo terminaba jamás.

Volvió a preguntarse si en serio no iba a volver a ver a Sabo y la respuesta sólo agrandaba más esas heridas en su cuerpo que le quemaban hasta ahogarlo en tristeza. Su almohada quedó con grande aureolas de humedad por todas las noches enteras en las que lloró hasta quedarse dormido.

DisforiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora