Capítulo 3

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La última vez que Ace había visto a Sabo fue después de su cumpleaños. Ambos ya tenían doce años. El tiempo había pasado volando mientras hacían tonterías como pescar en el río y terminar su casa en el árbol. Quedó muy bien después que trabajaron en ella muchísimo tiempo, pero Ace no solía ir cuando estaba solo. Sabía que los papás de Sabo lo habían llevado a algún lugar por su cumpleaños, pero casi pasaron dos semanas de eso y Ace se sentía aburrido.

Se acostumbró a la presencia del otro niño demasiado rápido. Sabo se convirtió en su amigo y su compañero de aventuras sin que Ace se lo propusiera. ¿Cómo fue que lo permitió? No sabía, pero tampoco se quejaba.

Ace seguía llevándose mal con sus compañeros de la escuela y peor aún con los profesores. Sabo tenía mucha suerte de estudiar en casa. El pueblo donde vivían era muy pequeño y sólo contaba con una escuela, había muy pocos alumnos por curso. Desde que Ace pisó ese lugar se encontró con problemas. El principal fue quizá que las maestras se empeñaban en llamarlo de una forma que él no prefería, con ese maldito nombre que aparecía en sus documentos de identidad, pero así no era como se reconocía.

¿Por qué a esa gente le costaba pronunciar su nombre? Si él quería ser llamado Ace, ¿por qué le repetían que estaba mal? Dadan, Garp y los demás le decían así. Con ellos jamás sintió que estaba mal ser como era, pero en la escuela sí y por eso la odiaba.

Los continuos comentarios de sus profesoras también fomentaron que otros niños lo molestaran y Ace no tuvo las mejores reacciones hacia ellos. A esta altura, después de años teniendo que ir a esa estúpida escuela, se había creado una fama de rebelde o problemático, además de raro y otras palabras que usaban para insultarlo. Prefería que la gente no se le acercara, porque los que lo hacían sólo buscaban juzgarlo o decirle que lo que sentía, como se sentía, estaba mal.

Tal vez por eso le agradaba Sabo, porque en ningún momento lo hizo sentir así y siempre lo aceptó como fuera. Aunque, sospechaba, que no se había dado cuenta de cómo era en realidad. Ace tampoco pensaba decirle porque no lo creía necesario.

Ambos eran iguales. Eran dos niños y amigos. ¿Qué más importaba?

¿Será que Sabo lo veía diferente? Ace no se sentía así con él, pero tenía la duda dentro de su mente.

Cuando su amigo volvió se sintió muy feliz y le propuso algo para hacer, porque no habían podido festejar el cumpleaños de Sabo. Así que se dirigieron al centro, a un edificio particular.

Este momento era crítico y Ace lo sabía. Requería de toda su precisión y astucia. Respiró en silencio mientras comenzaba a caminar con cuidado entre la gente para que nadie lo note y miró por encima de su hombro a Sabo, quien lo seguía igual de atento. Esto le sacó una sonrisa, era muy audaz y valiente, por lo que sabía que podía confiar en él para hacer alguna que otra que locura. No sería la primera ni la última vez.

Aunque no sabía si meterse en el cine sin pagar era algo demasiado loco, pero sí podrían tener algunos problemas si los descubrían, dudaba que eso pasara. Antes ya lo habían hecho y todo estuvo bien.

El edificio era bastante antiguo y quedaba justo en el centro del pueblo. Es lugar era demasiado pequeño, tanto que con un par de vueltas ya podían recorrerlo entero. Caminaron por las calles de tierra hasta encontrarse con la parte trasera donde Ace había descubierto una ventana oculta por cajas viejas y basura. Necesitó la ayuda de Sabo para poder escalar y abrirla, era mucho más fácil hacerlo con alguien que trepando solo un montón de basura endeble. Cuando ya estuvo seguro, estiró la mano para que el otro niño pudiera trepar hasta la ventana y finalmente estuvieron adentro.

¿Comprar entradas? Sí, claro. Como si Ace fuese a gastar dinero en eso... aunque tampoco lo tenía. Además, así era más emocionante.

Se escabulleron entre los pasillos oscuros y encontraron la entrada a la sala donde proyectaban las películas. Fueron lo suficientemente sigilosos para que nadie los viera y se sentaron en unas butacas bien atrás. En la pequeña sala antigua y casi cayéndose a pedazos había muy poca gente. La película que pasaban seguramente había estado hacía meses de estreno en los grandes cines de la ciudad, pero ahí todo llegaba un poco más tarde.

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