Capítulo 6

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Ese día hacía mucho frío e incluso había nevado por la noche, pero cuando Ace salió de su casa ya el sol había derretido todo dejando sólo un rastro de tierra mojada. Decidió no ir a la escuela. No tenía ánimos ni ganas de estudiar, pero ya podía imaginarse las reprimendas que le daría Sabo cuando se entere. Ya era suficiente con que Dadan y Garp lo molesten con el tema, pero él también se había sumado al grupo de "tienes que ir a la escuela, idiota". A Ace no le molestaba estudiar —quizá sólo algunas materias en específico—, pero lo que no quería era ir hasta ese lugar.

Metió las manos en los bolsillos y se escondió del frío dentro de su bufanda. En su casa faltaban varias cosas y alguien debía hacer las compras. Ace ya había aprendido que debía ir él mismo porque Dadan pasaba cada vez menos tiempo en casa. Al menos ella había aceptado esa nueva dinámica y le dejaba dinero, no mucho, pero algo.

Compró lo que le alcanzó y pensó que podía cocinar pasta. Era económico y siempre quedaba bien. No tenía muchas recetas en su repertorio, pero sí las suficientes para sobrevivir. Saludó a las personas de la tienda, porque ya lo conocían hace años, pero no se cruzó con demasiada gente en su trayecto.

Cuando llegó a la puerta de su casa, sintió que alguien se acercaba a él y Ace no se asustó por esa persona que lo abrazó porque ya sabía quién era.

—Oye, tranquilo —mencionó Ace con una sonrisa cuando se separaron—. ¿Tanto me extrañaste?

—¿Acaso está prohibido? —retrucó Sabo y Ace sólo puso los ojos en blanco—. ¿Estuviste de compras?

—Alguien tiene que hacerlo.

Luego de responder, buscó sus llaves y entró a la casa junto con Sabo. No había nadie allí, tal y como esperaba. Se acercó a la mesa para dejar las cosas que traía y comenzó a quitarse su abrigo para dejarlo en la silla. Guardó las cosas y miró a Sabo con una ceja arqueada porque lo notó muy callado.

—¿Quieres prender la estufa? —dijo viéndolo y sólo recibió un gesto como afirmación.

Ese lugar parecía un iglú, no quería imaginarse cómo estaba su habitación de congelada. Guardó sus compras y caminó hacia su habitación para abrirla, no estaba tan fría como esperó.

Sabo lo siguió y se tomó el atrevimiento de tirarse en la cama mientras suspiraba. Sonrió al verlo y se sentó a su lado.

—Pareces abatido —comentó viéndolo detenidamente—-. ¿Pasó algo?

—No es nada —aseguró Sabo. Al parecer, no quería hablar del tema aún y lo respetó.

Ya se imaginaba que el imbécil de su hermano seguro le hizo algo o sus padres lo habrían molestado. Le impresionaba que Sabo tuviera esa familia tan horrorosa. No deseaba conocerlos, ya suficiente una vez cuando vio a ese tal Stelly de casualidad y se quedó con ganas de golpearlo.

Ace se recostó en la cama y Sabo agradeció esa cercanía. Ambos se miraron de frente y sonrieron.

El lenguaje tácito que desarrollaron ayudaba a que se entendieran sin necesidad de hablarse muchas veces. Sabo lo vio recostarse a su lado y volvió a abrazarlo sintiéndose necesitado de su contacto. Su brazo rodeó la cintura de Ace y ya no sintió tanta vergüenza como en otras ocasiones. Habían comenzado a hacer ese tipo de cosas un poco más seguido, en su mayoría abrazos muy cercanos y algunos besos. Cada vez se acostumbraba más a estar cerca de Ace.

Sabo estuvo a punto de preguntarle si podía hacerlo, si podía acercarse y darle un beso, pero sintió que no era necesario. Ambos lo hicieron. Probar la boca de Ace siempre le causaba escalofríos en su piel. Suspiró entre sus labios sintiendo un inexplicable alivio al besarlo y quiso más. Esto era tan extraño, tan nuevo, que lo pensaba quizá demasiado seguido. Le emocionaba y le llenaba de un vigor inexplicable. Abrazó a Ace más cerca de él y sintió las manos de éste rodearle también, sostenerlo y acariciarle el cabello hasta que las cosquillas recorrieran su espalda provocándole estremecimientos.

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