Capítulo 34

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Despertar ese día fue casi imposible. Ace se colocó cinco alarmas porque no podía quedarse dormido. Bostezó y dio vueltas en su cama hasta que logró sentarse mientras miraba a la nada con los ojos entrecerrados y meditaba qué tan necesario era despertarse a esa hora un sábado.

No. Tenía que ser fuerte y levantarse. Había millones de cosas para hacer ese día: El cumpleaños de Luffy.

El mocoso en cuestión había dormido en su cama la noche anterior. Ace lo vio allí, desparramado a su lado y sonrió. Luffy lucía muy cómodo y dormido. Se inclinó para acariciar el rostro de su bebé y besarlo suavemente. No podía creer que ya tuviera cinco años. El tiempo pasaba de una forma aterradora. Todavía se acordaba cuando era una larva diminuta que dormía en su pecho y le daba calor. ¿Cuándo había crecido? Apenas se dio cuenta, todo pasó demasiado rápido, pero Luffy seguiría siempre siendo su bebé.

Con mucho cuidado, abrazó al niño con intención de sacarlo de la cama. Luffy se quejó por el movimiento, pero no llegó a despertarse, sólo se acurrucó contra Ace. Era demasiado temprano para que tuviera las fuerzas suficientes para despertar. Lo llevó entre sus brazos al cuarto de Law e hizo mucho silencio para no despertar al otro niño. Abrió las sábanas despacio y dejó a Luffy allí junto a su primo. Sonrió al ver cómo enseguida buscó abrazar a Law para seguir durmiendo. En un par de horas vendría por ellos, ahora tenía que desayunar y ponerse a preparar todo lo necesario para la fiesta.

No había nadie en la casa. Supuso que los viejos habrían ido a comprar el pan para hacer las hamburguesas y los hot dogs que servirían en la fiesta. También habían hecho onigiris, que a Law le encantaban. Le pareció raro que Rosinante no estuviera por ningún lado.

Ace disfrutó el silencio que había en su casa mientras calentaba el agua para hacerse su café. Se encontró con la mesa de la cocina con muchas pilas de platos, vasos y cubiertos descartables que usarían en la fiesta. Ya tenían todo lo necesario. Harían la fiesta afuera, así que habían cortado el pasto y todo estaba limpio.

Miró por la ventana observando los juegos de parque que Sengoku y Garp le regalaron a Luffy por su cumpleaños. A Ace le había parecido exagerado, pero ni siquiera consultaron con él antes de comprar, como siempre pasaba. Había un tobogán, columpios y un carrusel que ocupaban bastante espacio, pero el jardín trasero era inmenso y seguía quedando mucho espacio.

Cuando terminara su café, debería ir a acomodar las mesas afuera. Allí se desarrollaría la fiesta. El día estaba bonito, con un sol espectacular, y los niños que vendrían podrían jugar a gusto.

Apenas terminó de desayunar, escuchó el timbre y se encontró con un hombre al otro lado de la puerta, quien le dijo que venían a instalar el castillo inflable. Como prometió, Ivan alquiló uno de esos para la fiesta de Luffy. Los dejó pasar y les indicó dónde deberían instalarlo.

Bien. Los señores del castillo habían sido puntuales. Las cosas estaban saliendo como esperó. Ahora sólo debía terminar de arreglar el sector donde sería la fiesta, arreglarse, disfrazar a los niños y recibir a la gente... Maldita sea, ¿por qué estaba solo? Más vale que alguien más llegara pronto y lo ayudara.

Rosi apareció como si lo hubiera llamado con sus pensamientos y eso lo alivió, pero no esperó que apareciera con más personas.

—Rosi —lo llamó Ace acercándose cuando vio personas entrar con maderas y paquetes que lo confundieron—. ¿Qué es todo esto?

—Mi regalo, ¿qué más podría ser? —Doflamingo apareció sorprendiéndolo y cortando su pregunta. Ace se sintió más confundido al verlo. Sin embargo, aquel hombre no le prestó más atención y siguió hablando con las personas que entraron con ellos—. Quiero que instalen todo con mucho cuidado, es algo importante.

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